El escritor presenta su última novela, una gran historia familiar que atraviesa continentes.
Una vez más, Adrián Andrade nos sorprende por su sagacidad e histrionismo narrativo. Luego de la exitosa novela “ZC, Campos de Veneno”, publica esta segunda pieza literaria a modo de spin-off integrador. “Gaboto St.” es un encuentro de linajes familiares que vienen del más allá de la historia. Ya no se trata de un entrelazado de personajes de la tradicional familia ZC, sino de un tejido cuasi infinito de relaciones que se bifurcan y se encuentran para construir una gran historia familiar que atraviesa continentes.
A través de tres partes, la novela describe la travesía de Eladia, una de las protagonistas, su vida en la nueva tierra, las relaciones familiares y los desafíos personales y sociales que enfrentan en un país en constante cambio. Desde el puerto de Bilbao hasta las sierras y mar argentinos, la obra explora los sentimientos de pertenencia, la lucha por los sueños y el desarraigo en un relato cargado de emoción y profundidad histórica.
La inmigración, como fuente de salvación individual y colectiva, es tomada como una manera de sublimar y huir de la pobreza a la que estaban sometidas las familias protagonistas. En “Gaboto St.” los linajes se sublevan en una desenfrenada lucha por la subsistencia y en una permanente búsqueda de aquello perdido: el amor.
Escenas dramáticas y duras son suavizadas por la presencia de ese “realismo mágico “al que Adrián Andrade ya nos tiene acostumbrados. Aparece aquel bastón mágico de la primera novela, pero esta vez el lector se verá sorprendido.
“Gaboto St.” despierta un torbellino de emociones. Aquí ya no hablamos solo de sentimientos sino de espiritualidad. Un largo camino recorrido desde una España arcaica hasta cruzar el charco y luego viajar más allá de Oriente Medio. Viajes llenos de mensajes del más allá con un único destino: el encuentro. Sin duda alguna se trata de una novela actual, temas como la inmigración, la soledad y las epidemias son tratados de manera no tangencial dejando un mar de interrogantes a resolver en el consciente o inconsciente de cada lector.
En “Gaboto St.” nos queda claro que la vida es lucha, trabajo, esfuerzo, pero el camino no solo es hacia afuera sino hacia la profundidad de nuestro ser para conectarnos con el corazón y los afectos. Somos seres de amor y en Gaboto St. no quedan dudas de ello.
-¿Cuándo y cómo empezó tu acercamiento a la escritura?
-De chico, nunca leí un cuento que me llamara la atención o despertara en mí el hábito de la lectura. Hasta que, un día, descubrí la biblioteca de mi barrio. Empecé a visitarla de vez en cuando; me sentía bien en ese lugar con mesas y estanterías llenas de libros. Un espacio con mucho sol y, a la vez, solemne. Te exigían silencio y prolijidad. Sentía que era un lugar que te albergaba con el conocimiento. Mi lugar preferido para leer.
Más tarde salí del barrio. Empecé inglés en la Cultural del centro y, a mis nueve años, comencé a leer cuentitos en inglés en una biblioteca decorada al estilo victoriano. Era estar en otro planeta. Me encontré con gente distinta, que viajaba y compraba libros para estudiar, etc. Estoy hablando de los años 70.
Hasta ese entonces, solo tenía acceso al manual del alumno bonaerense, unos libros para recortar figuritas —recuerdo— y no mucho más. En mi casa no había biblioteca. La primera con una colección de libros la conocí en la casa de un compañero de la primaria, del colegio La Sagrada Familia. Su mamá, recuerdo, servía la mesa con café con leche y facturas mientras hacíamos la tarea, buscando información en la enciclopedia Lo sé todo. Esa imagen nunca se me borró.
Luego, en la secundaria —donde la cosa no fue fácil, pues asistía a un colegio muy exigente—, resolvía todo yendo a la biblioteca y, en su momento, comprando libros usados de geografía, historia, etc. Recién a los 16 años pude tener mi primera biblioteca: suma de carpetas del colegio, libros usados, libros nuevos de inglés, y punto.
A los 17 leí mi primera novela: La noche de los tiempos, de René Barjavel. Me dejó paralizado, me dio vuelta. Superaba a los libros aburridos de la literatura argentina que te hacían leer en el colegio.
Luego, y gracias a los libros de inglés, me di cuenta de cómo funcionaban las cosas. Un día, una profesora del secundario tuvo la idea de doblar una película del Lejano Oeste para luego exhibirla en una despedida de egresados de quinto año, estando yo en cuarto.
Y puedo decir que ahí escribí mi primer libreto. Trabajo arduo: desdoblar una película en Super 8 (rollo), contar las palabras de cada diálogo, sustituirlas por otras y armar otro cuento a modo de comedia, con los nombres de los chicos de quinto como protagonistas.
Luego vino la colimba, el ingreso a la facultad —que era bravo— y seguir en la búsqueda… Terminé con diez años como docente de dos materias donde no se usaban números —Facultad de Económicas— sino principios y otros cuentos sobre las cosas que nos pasan a los humanos cuando trabajamos en organizaciones.
¿Y qué hacía? Estar en la cocina de los exámenes, de los trabajos prácticos que inventaba para abordar cada temática. Y para inventar, joven e inexperto, tenía que leer, leer y leer…
Pasaron los años, y —arrojado a la experiencia laboral y personal— aquella habilidad adquirida se transformó en una herramienta de trabajo. Creé una compañía de teatro educativo en portugués, única en Argentina, y comencé a escribir los libretos teatrales en portugués y en español para exportar a Brasil.
Y te puedo decir que nunca fue aburrido. Menos aún cuando me metí en el mundo teatral de tertulias nocturnas, cuando exploré el mundo espiritual, cuando empecé a viajar y encontrarme con otro planeta, totalmente distinto al mío.
No tengas miedo. Para cada uno hay un camino y un libro. Ese libro que te abre la cabeza y te invita a imaginar. Imaginar. No te vayas de este mundo sin imaginar.
-¿A quiénes considerás como tus maestros?
-Nunca conté con un mentor ni con alguien a quien admirar y seguir en el mundo de la narrativa cuando era joven. Pero con el tiempo, a medida que adquirí más experiencia y más lecturas, comencé a identificarme con autores —o con seres— que tienen, o tuvieron, la capacidad de ver más allá de la realidad física de todos los días. Las lecturas de Castañeda, por un lado, y de Erich Fromm, por otro, sentaron en mí las bases para continuar mi búsqueda personal. También los libros de historia novelada… me pueden.
-¿Tenés alguna rutina para escribir?
-Prefiero escribir por las mañanas, temprano, bien temprano, cuando la mente está descansada y relajada. En realidad, voy escribiendo en mi mente ideas que aparecen durante el día, y que luego pueden convertirse en un párrafo final. Nunca me funcionaron los caminos lineales. Cuando uno cae bajo el embrujo del teclado y la pantalla, queda atrapado por el devenir del momento. Siempre hay una guía para no irse por las ramas, y vas tejiendo un relato —en mi caso, lo más breve posible— para que su lectura sea ágil, agradable, llevadera, entretenida. El texto y la historia deben fluir. Es un desafío diario. Negociar es la palabra clave. Dicen que tengo una manera teatral de escribir. El verbo es el protagonista en mi narrativa, acompañado por una buena escenografía contextual y temporal.
-¿Cómo presentarías tu libro a alguien que todavía no lo leyó?
-Gaboto St. A nadie le importa es una novela ágil, dinámica, llevadera y muy entretenida. Es el relato de una historia familiar que viene del más allá y se va desarrollando hasta volver allí. La novela se divide en tres partes, correspondientes a tres momentos históricos en la vida de sus protagonistas, quienes recorren cinco continentes y visitan unas treinta ciudades. Unos cuarenta personajes construyen esta historia de linajes que se entrelazan a lo largo del tiempo. El lector va a pasar por todas las emociones: de la compasión a la bronca, del odio al amor, de la tristeza a la alegría, y más.
-¿Cuál fue el origen del libro?
-Surgió en 2021, en plena pandemia y tras la muerte de mi madre. Mi padre sobrevivió un año más y, durante ese tiempo, mantuvimos conversaciones sobre “historias pendientes” del pasado. Fue entonces cuando descubrí que mucha de la información que él me contaba sobre mi madre —española— no era del todo cierta. No había llegado a la Argentina con sus parientes, sino sola, absolutamente sola, en barco.
De allí salió el impulso para escribir esta historia, que completa mi novela anterior ZC, Campos de Veneno. Por eso digo que Gaboto St. es un spin-off integrador: completa la saga de las familias de la primera novela con nuevas líneas genealógicas, abarcando un entramado familiar muy interesante de desenredar.
La visita al Museo de los Inmigrantes, en Retiro (Buenos Aires), junto a algunos testimonios vivientes, me ayudaron a reconstruir una historia mal interpretada. El lector va a encontrarse con hechos reales mezclados con mucho contenido de realismo mágico.
-¿Podrías describir una zona del texto que sea tu favorita?
-La partida de “Eladia” desde su pueblo natal en Navarra, España, y el viaje en barco hacia la Argentina son realmente conmovedores. En la primera parte de la novela se viven momentos desgarradores, y la llegada de “Alberto” desde el interior del país, así como su encuentro con la que será su futura esposa, iluminan toda la historia.
Luego hay pasajes que se acercan a la novela policial, con tintes de misterio, y no puedo dejar de mencionar el “camino de la fuga” de la protagonista —Eladia— junto a su pequeño hijo, Carlitos, huyendo de un entramado familiar oscuro en su querida tierra natal.
-Si tuvieras que elegir a un personaje literario con el cual te identifiques, ¿a quién elegirías y por qué?
-Me identifico con “el héroe”. Eladia es una de las heroínas dentro de la historia, junto a otros protagonistas como Alberto, Carlitos y el Dr. De la Vega. En distintos tiempos y circunstancias, supieron superar obstáculos personales y sociales, y así evolucionaron en la vida. Gaboto St. es una historia de migrantes: inmigrantes y emigrantes. Seres que buscan la mejor salida para sus vidas, ya sea por razones económicas, políticas, familiares, sociales o históricas. El héroe es quien se anima a enfrentar su “duda existencial”, a superar obstáculos y superarse a sí mismo permanentemente, para vivir, y en muchos casos, sobrevivir.
-¿Por qué escribís?
-Para mí, escribir historias es un acto de entrega, de amor. Escribir es entrar en un conglomerado de relatos, lleno de caminos rectos que se entrecruzan con la sinuosidad de las historias, convergiendo en un laberinto de acciones y emociones que muchas veces te atrapan. Por eso, terminar este trabajo genera un profundo sentimiento de realización y superación… junto a una ansiedad residual por esa perfección que siempre parece inalcanzable.
-¿Un libro para recomendar?
-“La Biblia no es un libro sagrado”, de Mauro Biglino.
-¿Estás trabajando en algún proyecto de escritura actualmente?
-Estoy en la etapa de recopilación de información y bibliografía acerca de una temática que me viene atrapando, vinculada con el mundo espiritual y otras historias conexas. Queda todavía un camino de formación e introspección antes de comenzar a escribir este nuevo proyecto. De todos modos, Gaboto St. todavía requiere mucho trabajo de promoción y publicidad. Como autor independiente, es clave asumir ese rol para difundir la obra.
El autor
Adrián Andrade comenzó a relacionarse con la narrativa desde muy joven, escribiendo sin intención de hacerlo profesionalmente, pequeños parlamentos o escenas teatrales a modo de entretenimiento entre amigos y compañeros del secundario. De adulto, como docente universitario, plasmó esa vocación en diseños pedagógicos y en la redacción de casos a resolver con la construcción de historias de vida en el mundo empresarial. Más tarde comenzó a escribir, de manera profesional, comedias musicales con fines pedagógicos en idiomas español y portugués.
Ficha del libro
“Gaboto St. A nadie le importa”
Adrián Andrade
Autores Argentinos
617 páginas
2025
El libro se puede conseguir a través de venta directa por la cuenta de Instagram, Adrián Andrade.