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Cultura 5 de septiembre de 2017

“El amor, momentos robados a la adversidad”

Un amor de juventud sale a la luz y desentraña los misterios de una vida. El campo, la ciudad, la Argentina de comienzos del siglo XX, el anarquismo, la intimidad y una pregunta: ¿puede triunfar el amor? Los elementos que nutren la flamante novela de Eduardo Balestena.

por Paola Galano
@paolagalano

Muere la abuela. La nieta ordena las cosas de la mujer y entre lo que encuentra, halla un diario personal, en el que la anciana narra el romance apasionado que tuvo en su juventud. Fue un amor alimentado por el fuego de la leña que se quemaba cada noche, mientras los amantes se encontraban, después de las jornadas de trabajo en el campo de su familia. Una relación que, a medida que avanzaba, iba desentrañando la verdadera posición política del joven, a comienzo del siglo XX, en una Argentina sacudida por las luchas obreras.

Con esos elementos, el prolífico Eduardo Balestena escribió “El perfume de la madera”, una novela con varias voces: la de la joven amante, la del joven anarquista que se convierte en periodista para contar los dilemas de su tiempo, la de la nieta solitaria que, sorprendida por el hallazgo, intenta entender lo que vivió su abuela como una manera de entenderse a ella misma. Así construye una historia en la que la espera, la soledad, la intimidad y la escritura son temas de peso.

“Escribir es escribir no sobre lo que nos ocupa sino sobre lo que nos desborda”, dice Balestena sobre Mamina, la abuela que dedica largas páginas a su relación con Zacarías. También autor de “Amores de lejos”, “Ana, el interior del fuego” y “La línea del Ecuador”, entre otras novelas, el autor contó: “Mi novela nació del hallazgo de un diario y de una postal de amor, pero no eran de mi abuela sino de su segundo marido. Yo tenía dieciséis años cuando los encontré y me sorprendió que un hombre como él pudiera haber sentido aquello que escribe en el diario”.

Y sigue, consultado por LA CAPITAL: “Siempre pensé en desarrollar una novela a partir de esos elementos y asumí que una historia de amor es una historia de adversidades, en la cual el amor no es posible, al menos no enteramente. Pero en la novela hay una variante de eso. La adversidad es grande pero, después de todo, no triunfa: el amor consiste en momentos robados a la adversidad, resquicios, instantes a puertas cerradas en los cuales ese amor se impone y triunfa”.

– “El perfume de la madera” es, a su manera, dos libros en uno: el relato amoroso que hace Mamina en su diario personal y en el que cuenta sobre el amor secreto que tiene por las noches con Zacarías, y por otro lado, el relato de la lucha anarquista en torno a 1920 en Argentina, a través de Zacarías Gracián. ¿Coincidís?

– Ciertamente, sin embargo la historia de amor, para mí, ocupa el primer plano. El anarquismo combatiente es un capítulo no frecuentado en la literatura y es muy rico en sí mismo. Su potencial literario es muy grande y no entiendo cómo no ha sido explotado: involucra la pura acción, una que no mide las consecuencias pero movida por algo noble que nunca se alcanza.

– Me sorprendió lo verosímil que resultan los parlamentos de Mamina, ¿te costó ponerte en el rol de mujer?

– Como en “Amores de lejos” (un libro anterior de Balestena), la fortaleza es el rasgo que para mí resulta saliente en la mujer, o al menos en la imagen de mujer que puede ser protagonista de una novela. La destinataria de la historia debía ser otra mujer, nunca dudé en eso. Me pareció que debía ser así y nunca me pregunté por qué. Siento que es en esa conexión donde la novela se independiza de la historia y se convierte en algo más: en el testimonio de lo que alguien siente, espera o anhela. Íntimamente, creo que es a partir del fin del diario en que yo empecé a seguir a la historia en lugar de construirla.

– Para documentarte sobre las luchas anarquistas tomaste los libros de Osvaldo Bayer (Los anarquistas expropiadores, La Patagonia rebelde, Severino Di Giovani, el idealista de la violencia), ¿cómo fue ese proceso de investigación?

– Inicialmente pensé en ubicar los hechos en la Patagonia. El de las huelgas rurales de 1920 y 1921 es un acontecimiento que me apasiona –conservo ejemplares sobrevivientes de la primera edición de la obra, que fue quemada- y de la cual hablé personalmente con Bayer. Sin embargo, la primera vez que leí sus trabajos sobre el anarquismo combatiente y Severino Di Giovanni pensé que era un capítulo desconocido de la historia, uno que parece actual e inverosímil al mismo tiempo: actual por lo violento e inverosímil por sus postulados. En la novela recreé de manera condensada los golpes que los anarquistas expropiadores dieron a lo largo de más de una década para generar la sensación de una lucha fragorosa, sin tregua. La elección fue en favor de los hechos que habían sucedido en Buenos Aires, donde ubiqué a Zacarías, cuyo nombre, en realidad, es el de un miembro de la Sociedad Obrera de Río Gallegos que sobrevivió a la huelga de 1921. Me pareció que esa variante me permitiría ubicar la historia en Batán, donde mi abuela nació y vivió, en un campo que estaba al lado del Aero Club.

– Por qué elegiste a los anarquistas, cuya lucha tan vehemente fue sangrienta y en alguna manera infructuosa, si se lo mide en términos de resultados, aunque valiosa… el anarquismo se las ingenió para meterse por las grietas que deja el sistema.

– Creo que el anarquismo dejó cosas. Ya en su época, como se muestra en la novela, estaba muy dividido, pero aspectos como las cuestiones de género o la crisis de representación de las autoridades formales son algo de la herencia que dejaron sus postulados. Uno de los más importantes era llevar la cultura al proletariado, como lo hicieron Barletta o Arlt con el Teatro del Pueblo y editoriales como Claridad, y eso es algo que se perdió. Hoy se nivela para abajo.

– ¿Por qué planteás al amor de Mamina y Zacarias como algo imposible? El de la ciudad, ella del campo.

– Una historia de amor debe ser imposible para llegar a una novela, esa fue la idea que guió la ficción. En esa idea, las diferencias se impusieron solas: el campo y la ciudad que también marcan la oposición entre lo que es propio y entrañable y la gran urbe. Me guié mucho por las transformaciones que tuvo Buenos Aires durante la intendencia de Vedia y Mitre (la época en que Arlt escribió parte de sus novelas y aguafuertes), que si bien es posterior a la década del 20, genera esa idea de que la ciudad es un conglomerado en permanente cambio, mientras el campo es algo en lo que echar raíces. Esa oposición –”la vida inmóvil” y “la vida errante”: metáforas que tomé de Opus Nigrum, de Marguerite Yourcenar- es necesaria para plantear que más allá de tal oposición existe algo que une a las personas, aunque sean distintas, aunque provengan de lugares también distintos: cada uno pertenece a su espacio pero a la larga lo trasciende porque sus vidas no son plenas en esos lugares. Siempre algo falta, algo que está en las personas, en lo que sienten.

– Mamina y Zacarías terminan teniendo un amor siempre en la intimidad, siempre clandestino. Te parece que son conscientes de que se protegen de la fricción de la cotidianidad?

– Lo mismo que en La línea del Ecuador, la vida cotidiana es vista como algo que puede aniquilarlo todo. Los personajes son solitarios: hay un pasaje en que Ana y Zacarías dicen lo mismo: que la libertad no es fácil pero que es preferible. La libertad es algo por lo que hay que luchar y pagar un precio, a veces muy alto. Los personajes –Ana; Juan; Zacarías- han dejado atrás a sus familias. Para ellos los demás son como turistas de fin de semana: están unas horas, unos días y desaparecen. Salvo en la intimidad, donde ellos no se sienten solos, pero aun eso no puede durar, por dos cosas: es necesario que sea así para la acción de la novela, para que el secreto de su amor subsista y por hacer de ese encuentro algo que sea distinto de la vida cotidiana, esa que todo lo asfixia. Soledad y libertad parecen ir juntas y, como dicen Ana y Zacarías, la libertad no es fácil, a veces es dura, pero siempre es preferible. Amor y libertad se alimentan mutuamente y son una batalla perpetua: la de darle sentido a la vida y tratar de hacerla feliz.

– En definitiva es un libro que aborda el tema del enigma de una vida, de lo inaccesible, de lo que no se puede saber, de la intimidad y de cómo ser libre en esa intimidad. ¿Coincidís?

– Es cierto. Nunca lo había pensado así. Me propuse escribir una historia de amor pero terminó siendo otra cosa, como vos decís, la historia de un enigma que alimenta a otro enigma: el de Ana, cuando asume que ahora le toca a ella construir y vivir su propia historia, una que es un inmenso interrogante.



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