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Cultura 6 de febrero de 2017

“El caso del loco del gas”

por Marcelo Bertora

El veinticinco de mayo de mil novecientos noventa y dos, en Punta Alta, hubo una explosión que al principio causó sorpresa. Debido a la fecha, los más distraídos y solícitos a los festejos salieron con escarapelas y banderas; unos y otros se preguntaban dónde sería el acto conmemorativo. Pero enseguida, la noticia se difundió por los medios, y hasta se tituló con demasiada premura en la Nueva Provincia, “El atentado del siglo”. Explotaron tres edificios colindantes por fallas en las tuberías de gas; los tres, mantenidos por la misma persona que no pudo certificar su matriculación como gasista.

Esta persona se llama Víctor Granero, de solo dieciocho años en aquel entonces, y fue apodado “El loco del gas”, al especularse en un principio con la intencionalidad de las voladuras; aunque después fue comprobada la impericia en su oficio.

En los vericuetos legales, la responsabilidad formal de Graneros quedo diluida y fue puesto en libertad. Según la investigación del caso, se acusaron recibos inflados mediante una empresa inexistente por un trabajo que la administración de los consorcios pagaba en negro y a muy menor valor al señor Graneros; literalmente, lo tenían de conchabo. “El loco del Gas” apenas recobró su libertad se fue a vivir a Uruguay, de donde era su concubina.

Pasaron veinticuatro años del caso del “El atentado del siglo”; Graneros sintió necesidad de volver a su pago, Punta Alta, donde su familia aún de tanto en tanto, daba alguna nota de color sobre la tragedia. Se esforzó y obtuvo la matrícula de gasista, y repartió tarjetas con el terrible apodo de “El loco del gas, ahora matriculado”.



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