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La Ciudad 28 de febrero de 2022

El choque de dos polos en la nocturnidad marplatense de los jóvenes

Los jóvenes abordan distintos aspectos de la nocturnidad marplatense. La seguridad, la discriminación, el costo económico de las salidas y cuestiones que marcan una agenda propia.

Por Catalina María Montes

Amigos, alcohol, buena música, abuso de poder, discriminación: eso es la noche marplatense para muchos jóvenes. El choque de dos polos opuestos -la diversión y la violencia- resulta ser frecuente durante los fines de semana.

Más allá de la temporada, Mar del Plata tiene una activa vida nocturna todo el año, aunque no parezca. Gracias a los testimonios de decenas de jóvenes, hay ciertos temas que salen a relucir en relación con el movimiento de la ciudad una vez que cae el sol.

Así, se detectan numerosas críticas pero también elogios. Pareciera que hay un grupo que registra muchos aspectos despreciables del manejo nocturno marplatense, mientras que otro grupo no detecta ninguna falla.

Dentro de todos estos puntos a destacar, para bien o para mal, la seguridad es señalada controversialmente. Para Silvestre, un joven de 19 años, hay demasiados equipos de seguridad durante la noche que le imposibilitan disfrutar de su salida y, en ese sentido, sostuvo que “cansa que haya muchas restricciones que te limiten a pasarla bien”.

Mientras que Franco Mauro, estudiante de Ingeniería, aseguró que la inseguridad es avasallante, más que nada después de la temporada, cuando la vida nocturna sigue pero los cientos de patrulleros que circulan en la temporada desaparecen.

 

“Estaría bueno que esto que se intentó hacer en verano, que es controlar mucho, se pueda hacer también durante el año. Que haya controles policiales durante toda la noche, porque hubo varios meses que no había tanto control porque no había tanta gente”, reclamó el joven.

Asimismo, Valentina, una estudiante de Comunicación de 22 años, se mostró indignada con esta temática: “Me gustaría que haya más control por parte del municipio. En la nocturnidad, suceden muchas situaciones que ponen en peligro la vida de los jóvenes y de cualquier otra persona que esté en el momento, y que se podrían evitar”, explicó. Al igual que este comentario, Jimena Fares, estudiante de Medicina y dibujante, sentenció que “muchas veces, los que te tienen que cuidar son los que más en peligro te ponen”.

No es solo la inseguridad en la calle lo que más resaltaron, sino también en los complejos bailables. Estos lugares, donde los jóvenes van eufóricos en busca de pasar una buena noche con amigos y bailar frente al mar hasta que amanezca, también son espacios en los cuales “la discriminación, el abuso de poder y la inseguridad” son moneda corriente, e incluso muchas veces una condición infaltable en la nocturnidad marplatense.

El famoso derecho de admisión

Es una realidad que los establecimientos privados puedan resguardarse en el famoso “derecho de admisión”, lo que les da la posibilidad de discriminar por apariencia a quienes deseen ingresar. Muchos jóvenes no se quejan de esta condición, ya que es histórica y, para algunos, es “lógica”, pero detrás de estos criterios hay prejuicios y construcciones sociales que ya quedaron obsoletos en el 2022. O deberían.

Zoe Giuliano estudia Psicología en La Plata, pero vivió la mayor parte de su vida en Mar del Plata. “Harta” de este accionar por parte de los boliches, ha dejado de asistir a la mayoría de los complejos de Playa Grande. “Hay mucha discriminación por vestimenta, color de piel, cuerpos, clase social y con las mujeres y hay mucha violencia, que cada vez se acrecienta más. No hay control y los que se supone que buscan controlar terminan contribuyendo a esa violencia”, detalló.

A través esta lógica, por una bermuda, unas zapatillas, unas rastas o simplemente porque no consideran tu contextura corporal “adecuada” pueden negarte la entrada a la mayoría de los complejos bailables, pero eso no es todo. Otra cuestión predominante destacada por los entrevistados ha sido el visible machismo y sexismo que muchos de estos lugares enfatizan. Para Francisca, una joven de 24 años, “es necesario cambiar la mirada de los boliches hacia cuerpos, apariencias, formas de vestir o sexualidades que se escapan de la “norma”, porque todo esto también conlleva una concepción de las mujeres como objetos de consumo y, por eso, muchas veces entramos gratis. Para mí, es lo más denigrante del mundo”, observó.

Desde una perspectiva masculina, Juan Bruno, estudiante de Psicología en la UNMdP, expresó que “le cambiaría muchas cosas a la nocturnidad marplatense, pero antes que nada el sexismo con el que se manejan los dueños y los patovicas para elegir quién pasa y quién no a un boliche. Suelen ser muy discriminatorios”. Sin embargo, ante las pocas opciones y las ganas de divertirse, los jóvenes siguen acudiendo a estos lugares.

 

Por otro lado, los encuestados manifestaron una notable preferencia por los complejos del sur, que solo abren sus puertas durante los primeros dos meses del año. Santiago, con mucho entusiasmo, admitió que “no hay mejor sensación que bailar con los pies en la arena frente al mar. Ver el amanecer ahí está dentro de las mejores sensaciones que uno puede experimentar definitivamente”, alegó.

Por lo tanto, más allá de la temporada y a pesar del trasfondo moral de muchos de estos establecimientos, se siguen llenando los fines de semana. No obstante, existe un notable grupo de jóvenes que desiste de los malos tratos de los cuerpos de seguridad, la discriminación, el machismo y sexismo de estos lugares. Entonces, ¿a dónde van?

En busca de más opciones

Cabe destacar que la nocturnidad marplatense se encuentra bastante centralizada y esto fue una queja recurrente entre los encuestados. Muchos nostálgicos de Constitución reclaman un Sobremonte o Chocolate en el norte de la ciudad, o simplemente más opciones para salir a disfrutar con amigos.

“Distribuiría la noche marplatense un poco más, está muy enfocada en Playa Grande, no hay muchos otros lugares. Estaría bueno distribuirla en la zona de La Perla, que me parece un gran lugar para algún boliche lindo, zona Constitución o alguno más por el centro. Además, hay mucho machismo, mucha golpiza, mucho abuso de poder y es una lastima porque después la nocturnidad marplatense, y más en verano, es única. El lugar para veranear y salir de fiesta es Mar del Plata”, sentenció Francisco Stradella, estudiante de Periodismo y “fanático” de Independiente.

Más allá de la ubicación de los boliches, hay otro tema que se vuelve un desafío cada sábado a la madrugada: la movilidad. Conseguir un remís, un taxi o incluso un colectivo que no esté lleno en ocasiones parece la secuela de “Misión imposible”.

Para Carolina, una estudiante de Biología apasionada por la música electrónica, “no puede ser que en una salida uno no tenga cómo volverse a su casa”. La poca disponibilidad de transporte hace que muchos recurran a remiseros de confianza que deben reservar con anticipación, pero esto significa un gasto más en la noche. ¿Y cuánto sale salir a bailar?

Para una gran parte de los jóvenes es carísimo, para otros, “un vuelto”; pero más allá de eso, hay que destacar que la accesibilidad a los complejos bailables de Playa Grande es casi nula si no contás con $1.500 de base.

Martina estudia Sociología y, desde su perspectiva, “le cambiaría a la nocturnidad que existan lugares más accesibles, porque la ‘posta’ es que hoy en día salir es gastar un montón de plata y lo puede hacer solo un sector de la población. Si querés salir seguido, tenés que tener plata básicamente; entonces me parece que deja a una gran parte de la juventud afuera de un montón de lugares. Por eso, me parecen interesantes las propuestas que se sacan desde el gobierno, que son gratuitas, que hay bandas piolas, pero estaría bueno que haya lugares donde no haya que pagar entradas tan caras, que son súper elitistas”.

Una lógica histórica

De la mano del sexismo ya mencionado, muchas veces los hombres son los que se ven obligados a pagar estas entradas a altos precios en pos de que las mujeres pasen gratis. La lógica es la misma que hace más de veinte años: “si hay muchas minas, los pibes van a venir. Por eso, mejor que ellas pasen gratis”. Es la supuesta garantía para llenar los establecimientos, pero está basada en la cosificación de la mujer como objeto de consumo.

A muchas no les importará, porque teniendo en cuenta lo que cuesta una entrada hoy en día, preferirán pasar gratis antes que no ir -y no las juzgo-. Pero, es importante reconocer la telaraña de prejuicios y construcciones sociales que hay detrás de la nocturnidad en la ciudad. Es histórico y pareciera no avanzar; por el contrario, la sensación es de retroceso constante.

Entonces, la noche marplatense es divertida, alegre, con mucho viento, una sensación térmica poco amigable, centralizada, sin mucho transporte; y, a la vez, es violenta, misógina, machista, sexista y con un notable abuso de poder. Nadie sabe qué hacer ante esta controversia y no hay una respuesta correcta. Los jóvenes se acostumbran a convivir y sobrevivir en este caos eufórico que es la nocturnidad marplatense.

Con sus pros y sus contras, es importante ser consciente del trasfondo que hay en el choque de estos dos polos: la diversión y la violencia.



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