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Cultura 16 de julio de 2020

El Decameron, una narrativa del encierro en plena peste negra

Escrita por Giovanni Bocaccio en plena epidemia que asoló a Europa.

Por Eduardo Balestena

Destacado intelectual florentino, diplomado en derecho y lenguas antiguas, catedrático y poeta, Giovanni Bocaccio (1313-1375) escribió, entre 1348 y 1353, El Decameron, que puede ser considerada la primera novela con elementos modernos.

Género relativamente tardío (diferente al drama, la épica y la lírica de la antigüedad griega), la novela proviene del romance, término que designó a composiciones de carácter narrativo en lengua vulgar (entendida por tal la derivada del latín popular, que por ser derivado de éste era ya diferente), escritas primeramente en verso para ser leídas, que tenían una trama fabulosa y complicada.

Es posible apreciar, durante la Edad Media, la coexistencia de dos géneros que van diferenciándose: el cantar de gesta era cantado, mientras que la especie escrita en prosa –la novela- era leída. El cantar de gesta cuenta, en lengua vulgar, las empresas, hazañas y acciones valerosas e imposibles del héroe, mientras que la novela –o romance en prosa- pasa a ocuparse de los avatares de un personaje por un mundo variado y misterioso y su carácter es lírico-narrativo.

Es decir que, desde el punto de vista de la naturaleza de la narración y de la lengua, la novela surge como género nuevo y popular, de contenido caballeresco y amoroso, frecuentemente en verso, con historias inspiradas en figuras de la historia antigua, mitología y leyendas célticas, como el Rey Arturo o los amores de Tristán e Isolda (desde el inicio el contenido aparece como amplio).

La novela no es el único género narrativo que surge entonces: moralidades, enxiempla (como el genial El brujo postergado, del Infante Don Juan Manuel), las fábulas y la novela corta, término que proviene de novelle, novedad, narración breve, sin estructura complicada; especie que alcanzó su expresión más alta en Italia, con El Decamerón de Bocaccio (1313-1375), que fue escrito entre 1348 y 1353, es decir en la baja Edad Media.

Una obra de superación y ruptura

Al sobrevenir en Europa la peste negra, en 1348, Bocaccio ya había producido una parte sustancial de su obra: las novelas El Filocolo (1335/36), Fiammetta (1343/44), y una extensa serie de poemas, en las cuales es posible encontrar numerosos elementos narrativos.

Como crisis de un mundo regido por el azar inescrutable de la plaga, capaz de poner en evidencia lo mejor y lo peor, El Decamerón no sólo obedece a un plan muy preciso sino que cambia su temática hacia aspectos picarescos, narrados con absoluto realismo y trabaja, de un modo nuevo el universo de personajes.

La terrible peste que diezmó Europa desde 1348 alcanzó una gran virulencia en Italia y los países vecinos. Un grupo alegre y despreocupado de damas y caballeros de la más frívola sociedad florentina busca ponerse a salvo.

Se proponen seguir viviendo, en un lugar bucólico, los placeres de la gente de su clase y para entretenerse durante el ocio forzado deberán contar cada uno de ellos diez historias que abarquen una jornada.

De este modo, tal propósito es también un plan expresado en el título: deca, diez; hemera, día: es decir que se trata de cien cuentos, agrupados en diez jornadas.

Los personajes son siete mujeres y tres hombres que conforman un muestrario de caracteres muy diversos: Pampinea, la prudente; Filomena, la inflamada por el deseo; Elisa, la adolescente amargada, son ejemplos de algunos de los personajes femeninos. En cuanto a los masculinos, Pánfilo es el amante afortunado; Filóstrato el traicionado y Dioneo el desprejuiciado. A cada jornada antecede un preámbulo y cada una termina con canciones que aluden al tema de los cuentos.

El plan de novela no se agota allí, sino que, excepto en las dos primeras jornadas, de temática libre, los cuentos deben responder a un tema obligado, cuya enunciación está vinculada al mundo florentino de entonces, por ejemplo: “de lo que a cada amante, tras desdichados accidentes, felizmente puede ocurrir” (quinta jornada).

De este modo, en el marco de un desarrollo arquitectónico de la obra, el autor establece una división entre el mundo real, atacado impiadosamente por la plaga, y el ámbito galante que, sin involucrarse en nada de lo que sucede alrededor, se abastece a sí mismo.

Los cuentos son entidades narrativas autónomas pero responden a un plan y a una estructura de relaciones entre los personajes.

Podemos entender a la ruptura que significa la obra en dos órdenes: el temático y el puramente narrativo.

Respecto al primero, ya no se trata de acciones vinculadas a la esfera de lo moral y la virtud o de los ideales, sino al más descarnado realismo que muestra, en la diversidad de historias, distintos aspectos de la sociedad florentina. La virtud y el ejemplo han dado paso al realismo. No se extrae de las historias ningún principio moral a respetar, no se condena a quienes protagonizan las alternativas picarescas y eróticas de los relatos, no se indagan las razones humanas. El autor simplemente enmarca y confiere la palabra a los distintos narradores que, en su diversidad, conforman el muestrario del mundo al cual pertenecen.

Respecto al segundo, la originalidad reside en la propia construcción, donde el concepto de autor se circunscribe a la propuesta inicial y al simple comentario de las intervenciones de la pluralidad de narradores, un postulado de variedad de voces nuevo en la literatura.

Hay dos caras, una aludida y una manifiesta: la aludida es la peste, de la que no se habla y la manifiesta son las historias hedonistas que constituyen la contracara de la peste.

Conexiones

En el capítulo 4 (“Faith in numbers”) de la recordada serie de Jemes Burke “Connections, an altenative view of change”, que se conoció en 1982 en Argentina como “Relaciones”, se señala la confluencia de distintas circunstancias a partir del siglo XIV: el comercio que renació luego de la peste, el uso de nuevos elementos, como el lino, que significó el abarataiento del papel, la aparición de la imprenta y, más tarde, la edición de libros de bolsillo por parte del editor veneciano Aldous Manutius (1448/52-1515).

Todo ello da por resultado la difusión de una nueva clase de lecturas en la cual la temática de El Decameron se inscribe. Bocaccio muestra descarnadamente algo en lo que no se inmiscuye, lo hace sin juzgar pero con distancia.

Un entorno trágico contiene a la vez la frivolidad y la esperanza de la superación, quizás sea esa la enseñanza que podamos extraer de una narrativa de encierro.



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