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La Ciudad 28 de agosto de 2017

El dilema de mirar el pasado y pensar en el futuro, olvidándose del presente

La educación de este nuevo siglo se encuentra en los mismos escenarios y problemas que el siglo pasado.

por Gustavo de Elorza Feldborg

La educación en la Argentina hace ya varios años que vive atravesada por conflictos y en situaciones que muchas veces, pareciera que no se encuentran las soluciones necesarias que nos permitan dar ese salto cualitativo, que tanto necesitamos, en pos de un bienestar social generacional a futuro.

Muchas veces nos preguntamos si lo que nos pasa con la educación, no es en cierta forma una mera repetición de discursos y que sólo, es eso, simples discursos, los cuales languidecen por la falta de una visión y de un acompañamiento, que integre propuestas reales y serias.

Como si encontrar las tan anheladas soluciones obligara a reformular desde un principio todo el sistema educativo, y en el cual muchas veces hemos vivido este tipo de soluciones mágicas, donde la renovación de los gobiernos y sus concepciones sobre políticas educativas, proponen reiniciar la educación, y comenzar nuevamente desde cero, sin siquiera rescatar lo bueno, lo que sirvió de la propuesta anterior, sería encontrarnos con la misma reiteración de discursos, ponderados en que está vez, algo nuevo y mejor sucederá, y no es nada más, que las mismas propuestas, pero con diferente nombres.

La educación de este nuevo siglo, se encuentra en los mismos escenarios y problemas que el siglo pasado, no faltan las voces de aquellos nostálgicos que cantan con cierta tristeza que lo de antes era mejor, que en el pasado sí se aprendía, que no tiene sentido enseñar, porque a los estudiantes no les interesa aprender.

Existen múltiples voces que producen un eco profundo y persistente en nuestra sociedad, las cuales reclaman un cambio que no llega, pero que, para mal de males, la educación, hoy se encuentra atravesada por el desarrollo y la implementación rizomática de las nuevas tecnologías, la configuración del ciberespacio, la virtualidad y la urgente necesidad de no ahogarnos en los nuevos diluvios informacionales, que este siglo nos presenta.

Con todos los desafíos que esto implica, y en especial atendiendo a las nuevas generaciones, a las cuales les asiste el derecho de poder formarse en instituciones, que ya debieran haber superado la mirada de sus prácticas educativas obsoletas y del pasado, se encuentran que lamentablemente, todavía muchos, siguen mirando por el espejo retrovisor de ese vehículo conocido como escuela.

Por otro lado, sentimos cómo los tiempos y los desafíos generacionales se están acelerando, y donde el pasado de cada día está un poco más lejos que el de ayer.

También estamos presionados por la urgencia del futuro y por poder dar respuestas, a través de un nuevo modelo educativo y respaldado con un compromiso de política de estado, que nos permita corregir el rumbo y así poder sumarnos a la sinfonía del concierto mundial, cuya partitura no es más ni menos, que la Sociedad de la Información y del Conocimiento.

Este viejo dilema de mirar y debatirnos entre el pasado y el futuro, pero olvidándonos del presente, sin pensar que las respuestas y los resultados del mañana, son las preguntas y las acciones que nos hacemos hoy, nos ha colocado en una situación, de dualidad, siendo éste, uno de los mayores problemas que en materia de educación enfrenta hoy la Argentina, y que radica simplemente en la falta de pensar con equilibrio el presente; y cuando decimos “presente”, no deberíamos ignorar que siempre viviremos en él.

Pero, cómo nos ha afectado esta falta de visión desde lo educativo?, y por citar algunos ejemplos de la dualidad, podemos escuchar y ver desde los discursos y las políticas educativas, la falta de relación entre lo que aprendemos y lo que deberíamos estar aprendiendo; vivimos como sociedad, lo que podría haber sido uno de los avances más grandes de nuestra historia educativa, como fue la entrega de Netbook, del Plan Conectar Igualdad, pero no alcanzamos los resultados esperados, ya que las escuelas y los docentes no estaban capacitados para utilizarlas con sentido educativo, pero avanzamos igual con este plan, porque ello representaba el futuro.

Vivimos en el desequilibrio de abandonar el siglo XX y entrar en el siglo XXI, pero no sabemos por dónde, ni cómo, sólo estamos ensayando hipótesis de mejoras.

En corto tiempo los grandes organismos y líderes mundiales, mencionan los escenarios para los próximos 10 años, donde lo laboral se verá amenazado por la aparición y sustitución de un gran porcentaje de la fuerza laboral humana, debido a la presencia de robots y de una gran organización a nivel mundial con base en la inteligencia artificial, donde los países más desarrollados, tocan las notas más altas de la orquesta tecnológica.

Otro de los desequilibrios temporales que atravesamos en materia de educación, lo vivimos dentro de las aulas, donde los estudiantes reclaman un cambio urgente sobre las prácticas educativas tradicionales y obsoletas, pero que se defienden y sostienen desde el pasado, muchas veces con un discurso maquillado de mejoras, ya que el siglo XXI lo demanda.

¿Es posible que, en materia educativa, estemos tocando la metodología de otra música?, ¿que nuestros instrumentos pedagógicos y didácticos estén desafinados?, ¿que nuestros músicos no estén mirando al director de la orquesta?, o simplemente, que sufrimos de miopía, la cual no nos permite ver y entender, que debemos actuar en el presente de la escuela y en la educación de hoy, con el equilibrio de no descuidar las demandas del futuro, pero valorando todo aquello que funcionó en el pasado.

(*): Mg. Licenciado Especialista en Educación y Nuevas Tecnologías (Flacso) Autor del libro: “Revolución del aprendizaje en tiempos de lo digital – Nuevos territorios educativos siglo XXI”