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Opinión 18 de junio de 2017

El éxodo cristinista y las (dis)capacidades oficiales

por Jorge Raventos

El oficialismo suele quejarse de que en la opinión pública se haya instalado con firmeza la idea de que el de Mauricio Macri es “un gobierno de ricos”, “sin sensibilidad”. Se trata de una preocupación permanente de la Casa Rosada que motiva análisis y seguramente presupuestos de especialistas destinados a modificar esa imagen.

Sucede, sin embargo, que muchos actos propios del gobierno tienden a consolidar aquella idea. El último caso es el de la anulación de pensiones por discapacidad, una medida que, si bien fue posteriormente rectificada, no sólo abonó la impresión de insensibilidad, sino que, simultáneamente, desmintió la virtud que solía atribuírsele a la gestión macrista: la de estar a cargo de buenos administradores. Siempre es preferible reconocer cuando se comete un error, pero reiterar la práctica revela una enorme dosis de imprevisión.

En el caso de las pensiones por discapacidad, la torpeza administrativa tuvo un alto costo político. Ilustró del modo más tétrico el rasgo que el gobierno quiere sacarse de encima. Y, además, al anular beneficios sin discriminar previamente los que están legítimamente fundados de los abusos y procedimientos ilegales, ayudó a mantener en la opacidad las maniobras contra los fondos públicos. De noche todos los gatos son pardos.
Buena administración, en casos como este, equivale a investigar con precisión y paciencia -sin la presión de urgencias fiscales o premuras de campaña-, empezando por los focos más significativos, para poder ofrecer a la opinión pública y la Justicia elementos sólidos y elocuentes de las maniobras ilegales que existan y sin afectar a quienes reciben una retribución merecida y legal. En fin, buena administración implica emplear el bisturí, no un hacha mal afilada.

Que estos hechos ocurran en el punto de lanzamiento del período electoral muestra, quizás, que el resultado que deparen las urnas puede estar en buena medida fundado más que en virtudes propias de cada fuerza, en conductas impropias, chapucerías y errores no forzados que beneficien a los adversarios.

El kirchnerismo y la flautista de Hamelin

La señora de Kirchner develó el último miércoles algunos –solo algunos- de los misterios con los que entretiene a sus seguidores, a sus apóstatas y a sus enemigos. Confirmó (más bien hizo confirmar a sus lenguaraces) que no habrá una elección primaria como la que soñaba Florencio Randazzo, en la que ella y él competirían por la primera candidatura bonaerense del Partido Justicialista.

Inapelablemente decidida a eludir ese match, la señora indujo a sus seguidores a un sacrificio mayor: prescindirán del sello justicialista (que es el ámbito en el cual Randazzo ha reclutado sus avales) y se presentarán en una alianza de micropartidos, la mayoría de origen marxistoide, bajo la marca de fantasía Frente de Unidad Ciudadana.

Esa ocurrencia táctica le entrega al desafiante Randazzo (y a quienes eventualmente aspiren a competir con él en ese marco: por caso, el intendente de José C. Paz, Mario Ishii) los restos mortales del PJ bonaerense. Eso sí: los apoderados partidarios siguen bajo control de la coalición que obedece a la señora de Kirchner. Randazzo tiene en sus manos un cuchillo sin hoja al que le falta el mango.

A cambio de abandonar la identidad justicialista y seguir a la ex Presidente convertida en flautista de Hamelin, los intendentes y cuadros políticos de aquel origen que integran esa columna confían en que ella será candidata, les permitirá participar en la confección de las listas y contribuirá a consolidar situaciones locales en los municipios que ellos controlan. En cualquier caso, esa confianza es un acto de fe: la señora considera que todavía es temprano para hablar de aquellos temas. Recién el 24 de junio (dentro de una semana) habrá que entregar las listas a la Justicia Electoral. “Hay tiempo”, posterga ella. En cualquier caso, el próximo martes mantendrá altas las expectativas como única oradora de un acto en el que congregará a las tribus que la sostienen. ¿Confirmará allí, como imaginan los más crédulos, que encabezará personalmente la boleta electoral de su flamante Frente? Tal vez prefiera mantener esa incógnita abierta hasta el viernes 23. Sus emisarios negocian aún con los intendentes que rodean a Florencio Randazzo y ella suele aplicar procedimientos cronométricos. Siguiendo la máxima militar de Napoleón Bonaparte que indicaba que la mayor virtud de un general reside en cortar la retirada…de las propias tropas, se reserva su decisión final hasta el momento en que los eventuales descontentos de sus filas no tengan ya posibilidad de saltar a otras alternativas.

El éxodo cristinista

Con su strip tease de la vestimenta justicialista, la señora divorcia definitivamente sus fuerzas de toda mezcla con la tradición que inauguró Juan Perón más de siete décadas atrás, una máscara que la incomodaba y de la que participó principalmente por la vía de los bienes gananciales que emergieron de su vínculo conyugal con Néstor Kirchner. Ella, producto de la atmósfera ideológica universitaria de los años setenta, tuvo una relación instrumental con la figura de Perón, análoga a la de los grupos entristas que el fundador del justicialismo echó, antes de morir, de la Plaza de Mayo.

Librada a sus propios aires después de la muerte de su esposo, la señora de Kirchner se deslizó a reemplazar el poder que aquel ostentaba y a consolidar el cristinismo, una construcción que se pretende recortada y más disciplinada e ideológica que el conglomerado que Néstor Kirchner había conseguido contener. Para ella el cristinismo es una fase superior del kirchnerismo. De Kirchner quedaría el culto (a El) y la referencia mitológica constante pero en términos terrenales, la señora quiere mandar en exclusividad, con la ayuda de sus auxiliares de campo e incondicionales, sin someterse a otra doctrina que sus intuiciones ni a otros límites que su propio arbitrio.

Perdido el manejo faccioso del Estado, ejerce esos gestos de decisionismo crepuscular como el rasgo principal de su liderazgo. Sus protegidos y sus dependientes los admiten y hasta los admiran: siempre hay un roto para un descosido.

La jefatura residual de la señora de Kirchner (que supo cosechóar el 54 por ciento de los votos a poco de enviudad y hoy celebra cuando le aseguran que conserva la mitad de ese capital), se deshoja en extensión aunque todavía disimule ese proceso con la fervorosa intensidad de sus seguidores. Cuenta con la ayuda paradójica del gobierno, que prefiere (razonablemente) competir con ella antes que con rivales más serios, y sopla en sus velas cuando alienta la polarización.

Probablemente el gesto franco de la señora de Kirchner de despreciar sus lazos con el PJ contribuya, antes y después de octubre, a activar los intentos de renovación que hoy se vislumbran en el peronismo. Y, así sea involuntariamente, ayude a la recomposición del sistema político.