El millonario asalto en Mar del Plata que ninguna película de Netflix podrá superar
La historia del joyero turco que planeó un asalto millonario en Mar del Plata, la traición de los cambistas, el secuestro de un ladrón y la caída de la cúpula policial. Un hecho con ribetes de guion cinematográfico.
El edificio Mirador Cabo Corrientes donde se produjo el robo.
Por Fernando del Rio
Esta es la historia de un joyero turco llamado Sevan Arslan que en el año de la pandemia decidió organizar “El Gran Robo”. Aquel 2020 su joyería de calle Libertad, en Buenos Aires, se transformó en la base de operaciones para planificar el golpe que iba a perpetrarse a 404 kilómetros de allí: en Mar del Plata.
Asegurar que esto fue así no es una imprudencia periodística, ya que Arslan acaba de recibir una condena por parte de la Justicia tras acordar un juicio abreviado en el que reconoció su culpabilidad.
Lo que se reconstruye en esa sentencia firmada por el juez Gustavo Fissore es la trama de un hecho de narrativa cinematográfica, un robo de escándalo, no solo por lo minucioso de su preparación sino por las consecuencias impensadas que arrojó y que permitió esclarecerlo. Pero, además, porque abrió la caja de Pandora de la corrupción policial, de las traiciones de los “cambistas” con sus clientes y hasta de un violento secuestro.
Junto a la condena a 3 años de prisión de Arslan, esta semana fue confirmada la detención de otro integrante de la banda Rodrigo Soto, quien durante el asalto hizo de chofer para garantizar la huida del Edificio de Cabo Corrientes y de la ciudad.

El año pasado habían sido condenados Carlos Alejandro Juárez y su entonces novia, Julieta Palermo, por haber sido dos de los tres asaltantes de la pareja de jubilados, a los que despojaron de una suma cercana a los 300 mil dólares, una fuerte cantidad de pesos, joyas y otros objetos de valor.
En tanto, permanece prófugo Leandro Scurzi -tercer delincuente que ingresó al departamento-, mientras que está a la espera de su juicio Claudio Alaniz, el “entregador”, porque era el intermediario financista que conocía las operaciones de compra de dólares de las víctimas.
Este asalto nunca podría haberse cometido sin la cobertura policial de las más altas esferas y si se resolvió fue por la sagacidad investigativa del poder Judicial luego de que uno de los delincuentes incurriera en un increíble error o en un deliberado irrespeto a ciertos códigos del hampa.
Cuando todo comenzó
En uno de los tantos departamentos del piso 7 del edificio Cabo Corrientes vivía allá por 2020 el matrimonio compuesto por el exmilitar Antonio Aloe (84) y su esposa María Ana Román (73), quienes a lo largo de su vida habían acumulado algunas propiedades. Meses antes de diciembre de ese año (en marzo, julio, octubre y noviembre), la pareja se había desprendido de algunas de ellas en operaciones inmobiliarias que les reportaron dinero en efectivo en una cantidad millonaria, muy importante. Fuentes informales del entorno familiar y de amistades mencionaron una cifra cercana al millón de dólares. Con el acceso a moneda extranjera restringida, por entonces se recurría a financistas o personas dedicadas a la compra y venta de divisas.

Así fue como el matrimonio había conocido a Carlos Bonaventura, su cambista habitual y, por intermedio de él a Alaniz, quien realizaba labores diversas, entre ellas la de custodio, según la Justicia. Alaniz concurrió al menos dos veces al departamento F del piso 7 con el propósito de brindar algún servicio financiero al matrimonio. Y fue ese el punto de partida para pergeñar el Gran Golpe.
Alaniz ofreció un trabajo de “un millón de dólares” al “Turco” Arslan. Ambos se conocían por el rubro de la compra y venta de dólares ya que Arslan, en su joyería de Libertad al 400 en CABA, tenía ese otro emprendimiento: la comercialización de moneda extranjera. Pero eran algo más que ocasionales socios. La relación entre ambos era mucho más cercana, tanto que hasta llegaron a participar juntos del sponsoreo del piloto de TC Mouras, Tomas Serna. El automóvil de Serna decía “Gracias Turco” y “El Negro Claudio” como aportantes de dinero.
“Hay un trabajo de un millón de dólares”, propuso Alaniz según la Justicia. Y Arslan aceptó porque, además de lo atractivo del dinero, había a la vista una gran facilidad: él poseía un departamento en el edificio Cabo Corrientes y podía aportar información importante.
Al cabo de algunas reuniones, se ofreció como mano de obra a dos empleados de la joyería: Carlos Juárez y Rodrigo Soto. Juárez era un expolicía con antecedentes y que tenía una novia llamada Julieta Palermo. Esta joven fue agregada al grupo e iba a ser la llave de ingreso al departamento: las víctimas no sospecharían de una voz femenina llamando del otro lado de la puerta y diciendo ser la vecina de “arriba”.
Por último, se agregó a un amigo de Juárez, Leandro Scurzi, quien residía en Valeria del Mar.
Se resolvió que el “millón de dólares” se iba a repartir en partes iguales descontando los gastos logísticos.
El Día del Robo
Toda la banda se encontró en Mar del Plata, en un café de la calle Güemes. Fue en horas de la mañana del 19 de diciembre y a la ciudad ya habían llegado los ejecutores en el Peugeot 208 de Palermo, mientras que en su BMW lo hizo Arslan. Alaniz estaba en su camioneta Nissan.
Las antenas que captan la actividad de las líneas telefónicas localizaron a todos recorriendo Mar del Plata desde que llegaron, fueron al café, luego empezaron la maniobra previa al robo y la salida de la ciudad.
Casi todo salió como lo habían planificado. Soto dejó a Palermo, Scurzi y Juárez en una esquina cercana a donde no había cámaras y esperó allí. Arslan, que había sufrido un desperfecto en su BMW, aguardó junto a Alaniz en la Nissan. Cuando los tres asaltantes ingresaron al edificio fueron registrados por las cámaras de seguridad, aunque, como aún se usaban barbijos sin despertar sospechas, sus rostros quedaron algo ocultos en los videos.
El engaño funcionó, porque Palermo llamó a la puerta, el exmilitar abrió y la acción se precipitó. No hubo violencia extrema, sí las víctimas fueron dominadas con precintos y obligadas a decir dónde guardaban los dólares. Los tres delincuentes se movían con facilidad en el departamento gracias al plano aportado por Alaniz.

Al final, los ladrones escaparon con un gran botín, aunque nunca quedó en claro que tan gran fue. Porque Soto, Juárez y Palermo dijeron que habían sido 300 mil dólares (además de 400 mil pesos y las joyas); las víctimas, primero dijeron más de 500 mil dólares y luego corrigieron a 228 mil dólares; mientras que Arslan y Alaniz debieron creer lo que los ladrones trajeron de vuelta, aunque siempre sospecharon que el robo había sido por un monto mayor y que algo “se perdió en el camino”.
La cuenta final dio 50 mil dólares para cada uno y Arslan se llevó las partes de Soto, Juárez y Palermo para “administrarlas”. Todos pudieron huir de Mar del Plata sin problemas.
La “investigación”
Las primeras líneas de investigación del caso fueron realizadas por la DDI, que tenía como director a José Luis Segovia. La causa se orientó, a partir de las imágenes de las cámaras, hacia un sospechoso: Mauricio Di Norcia, un individuo vinculado al mundo de la delincuencia de Mar del Plata. A Di Norcia lo defendía el abogado Lautaro Resúa, quien meses antes había estado en la joyería de Arslan haciendo, supuestamente, de intermediario en algunas operaciones de compra y venta de dólares.
Días después la casa de Di Norcia fue allanada y el propio Resúa tomó la defensa y tuvo acceso al expediente. Pero todo era una gran farsa.
Antes de los allanamientos, el 22 de diciembre, es decir tres días después del asalto, hubo una comida en la casa de Bonaventura en Sierra de los Padres. Esa reunión quedó absolutamente confirmada por testimonios, pero, con más fuerza probatoria aún, por el análisis de los teléfonos celulares. Entre otros estuvieron presentes: el dueño de casa, Alaniz y Segovia.
Lo cierto es que la investigación avanzó sobre la “línea Di Norcia”, a pesar de que los allanamientos dieron negativos. Era lógico que iban a dar negativo porque Di Norcia fue acusado falsamente para confundir al fiscal Mariano Moyano y encubrir a la banda, cuyos integrantes -o algunos de ellos- conocían al encargado de investigar.

Pero dos meses después sucedería algo increíble, impensado, que terminaría por descubrir no solo a los autores del robo, sino a los encubridores, a la red de corrupción policial, a un submundo del delito que es difícil, incluso, imaginarlo.
En el transcurso de los siguientes meses e incluso años todos fueron detenidos, salvo Scurzi. La detención de Alaniz fue en un country en Berazategui, la de Arslan en su domiclio en Olivos, Juárez y Palermo en CABA, Soto en Lomás de Zamora.
El secuestro de Juárez
El 19 de febrero de 2021, Juárez estaba alojado en el hotel Familiy de Punta Mogotes junto a su hermano y dos amigos. Entonces se presentaron en la recepción hombres con uniformes de la DDI que pidieron hablar con Juárez. Esos hombres eran Christian Holtkamp, ex policía y hombre de confianza de Segovia, Javier Toletti, vendedor de dólares de la avenida Luro, Ulises Arbizu, ex acusado de integrar una banda de secuestradores, y Javier Collova, policía de la DDI, aunque el rol de éste fue menor casi al borde de haber asistido a un lugar sin saber de qué se trataba todo aquello.
“Sabemos que sos vos, estamos investigando y si queres que desviemos la investigación, nos vas a tener que pagar”, le dijeron a Juárez y se lo llevaron en una camioneta. En el recorrido le dijeron que tenía que pagar 50 mil dólares para no incriminarlo, aunque todo era una extorsión.
Finalmente, a Juárez lo abandonaron en La Pampa al 2300 y desde allí, no está claro por qué, cometió aquel error o rompió códigos: llamó al 911.
Esa llamada quedó registrada con un número de teléfono que resultó ser uno de los que el fiscal Moyano tenía localizado en el lugar y a la hora del asalto en Cabo Corrientes. Una minuciosa labor del CATI (Cuerpo de la Ayuda Técnica a la Instrucción) a cargo de Javier Pettigiani para entrecruzar llamadas telefónicas, activación de antenas, números contactados por ese teléfono, terminó por crear el mapa del robo. Y del secuestro. Y del encubrimiento policial.
La causa del secuestro tiene la audiencia preliminar del juicio contra Holtkamp, Toletti, Collova y Arbizu el próximo 17 de noviembre.
Los testimonios
Tras caer detenidos Juárez y Palermo dieron detalles de la preparación del robo. Juárez dijo que estaba trabajando en la joyería que resulta propiedad de Arslan, y “éste le propuso un trabajo de “un millón de dólares”, respondiéndole que sí, por lo que al día siguiente se reunieron con Claudio Alaniz en la misma joyería, siendo éste el que aportaba toda la información sobre el departamento de Cabo Corrientes de Mar del Plata -donde se perpetró el robo-, la que había obtenido porque trabajaba en una financiera y tenía relación con Antonio y María, en particular sobre la distribución de los ambientes del inmueble y sobre los sectores del edificio donde estaban colocadas las cámaras de seguridad”.
Palermo explicó más sintéticamente este tramo, pero efectivamente puso a Alaniz y a Arslan en el lugar de “ideadores”, y que su pareja Alejandro “…lamentablemente me logró convencer para ir a este hecho…”
Según la sentencia reciente aplicada a Arslan, éste fue “junto a Alaniz el ideador del hecho, quién además solventó los gastos de todo el viaje al grupo ejecutor, y mientras el delito se perpetraba él asistía a los ejecutores desde el exterior junto con Alaniz, y colaboró en la huida del lugar, llevando consigo el dinero sustraído”.
Esta misma semana Rodrigo Soto fue traído a Mar del Plata luego de que cumpliera una pena de tres meses de prisión tras ser detenido por encubrimiento en Lomas de Zamora. Y declaró, sin ningún problema en reconocer todo y hasta revelar que después del robo hubo algunas traiciones. “Contamos el dinero, y nos dimos cuenta que había menos dinero en los fajos, y que había biyuterie pero no valía nada. Yo me quedé con 75.000 dólares, pero nunca los vi. Solo el Turco me dio 35.000 dólares.”
El resto en teoría era para hacer una inversión con Ale y el Turco para comprar un departamento que estaba de remate judicial, de eso se iba a encargar el turco. Yo por ende me quede con 35.000 dólares. Nunca supe qué paso con ese depto. Esto motivó, a que después deje de trabajar para el Turco. Dado que él me acusaba de haberle robado, y yo se que él me cagó. A Claudio lo volví a ver un par de veces más yendo a la joyería, porque había empezado a ir más después del robo. Dos meses o tres después del robo, en el verano del 2021 me llamó Julieta para decirme q a Alejandro lo había secuestrado la Policía, que querían unos 50.000 dólares. Yo lo llamé a Alejandro, me contó que lo tenían secuestrado en Mar del Plata, unos policías. Corté, lo llamé al Turco, le conté que lo había secuestrado la policía por el robo de Cabo Corrientes. Ahí me contó el Turco era imposible y en su oficina luego me contó que Claudio le había dicho que durante el robo teníamos protección policial por los contactos que él tenía en Mar del Plata, cuando se lo recrimine al turco, él me dijo que tampoco lo sabía. Yo entonces después de esa conversación lo llamé a Ale y le dije esos no eran policías y que lo quería mejicanear. Al rato me llamó Ale y me dijo que ya la habían soltado”.
Las investigaciones relacionadas al asalto se bifurcaron en tres causas: la del robo, la del secuestro y la del accionar policial y su convivencia con el delito. Por este último expediente están procesados, Holtkamp, Toletti, Alaniz, Resúa, varios policías más, algunos expolicías y, detenido en Batán desde mayo del año pasado, quien llegó a ser Jefe Departamental de la policía de Mar del Plata, el comisario mayor, José Luis Segovia.
Las víctimas del robo en Cabo Corrientes murieron meses después, acaso por la angustia de haberse sentido ultrajados.
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