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Opinión 7 de noviembre de 2016

El mundo en vilo: ¿Hillary Clinton o Trump?

por Raquel Pozzi

Las pulsaciones se aceleran, los estadounidenses decidirán si el diagnóstico es el esperado.Nada más complicado para estas horas que la antesala de las votaciones del país que detenta el rol de potencia mundial. Las encuestan varían según la multiplicidad de factores, los intereses que están en juego tanto en política interna e internacional como así también en la economía global, subsumen cualquier otro factor que los lectores de esta columna pueden considerar como más relevante. Los precios de los comodities, el comportamiento de la bolsa de Wall Street, el rumbo de las guerras en Irak y Siria, el reacomodamiento de otras potencias como la Federación Rusa y la República Popular de China, el petróleo y la pulseada con la OPEP y la re-significación de organismos internacionales como la ONU, se han concatenado para reflejar nuevos y viejos escenarios de acuerdo a los resultados en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América. Complejo sistema electoral A través de las elecciones primarias se eligieron a los candidatos de los partidos políticos.

Luego fueron las convenciones nacionales de los partidos políticos las que avalaron a sus candidatos y en una tercera instancia, tres debates presidenciales fueron presenciados no sólo por los norteamericanos sino también por gran parte de la comunidad global. La ciudadanía estadounidense a través del sistema de votación indirecta y por estado, elige a un grupo de personas “electores” que serán los encargados de votar en representación de los ciudadanos en el colegio electoral. Cada uno de los estados (sobre un total de 50 más el distrito de Columbia y territorios bajo soberanía estadounidense) cuenta con un número proporcional de electores de acuerdo al número de habitantes. En todos los estados salvo Nebraska y Maine (voto directo) el candidato que consigue la mayoría de los votos capitaliza la totalidad de los electores del distrito. Si bien el colegio electoral está compuesto por 538 electores, el candidato que obtenga la mitad más uno (270 electores) ganará las elecciones.

Pero no siempre gana el candidato más votado ¿Por qué? Es pertinente tener en cuenta que quienes tienen a cargo elegir al presidente de los EEUU es el Colegio electoral que funciona como tal hace 229 años. En la historia de las elecciones de los EEUU cuatro ejemplos de presidenciales no lograron que coincida el voto electoral con el voto popular, el caso más contemporáneo fue en el año 2000 cuando George W. Bush perdió el voto popular frente a su contrincante Al Gore por 0,51 %, sin embargo el colegio electoral otorgó la victoria a G. Bush con 271 electores. Habida cuenta las elecciones se dirimen en el colegio electoral aunque no sea compatible con la decisión de los ciudadanos ya que los electores tienen la potestad de cambiar su voto (casos excepcionales como el ejemplo de G. Bush). En caso de empate la decisión final de la elección presidencial es responsabilidad de la Cámara de Representantes dónde cada estado dispone de un voto. En el caso del vicepresidente sería elegido por la Cámara de Senadores con el mismo sistema.

La depreciación de la política Las encuestas pendularon de acuerdo a diferentes intereses, miedos, desaciertos y la rusticidad de ambos candidatos. Tanto H. Clinton como D. Trump potenciaron sus falencias navegando en terrenos barrosos de una política grotesca y trivial. La urgente necesidad de operar políticamente a través de diferentes lazos internacionales fue muy evidente en los diferentes lobbies de presidentes, empresarios, artistas y otros. Nada presagiaba el acercamiento tan feroz de D. Trump hacia H. Clinton en las encuestas de los últimos días. Si bien es cierto que el pulso se mide en intereses, también cabe analizar que ambos candidatos no ofrecieron certezas sino dudas e inseguridades lo cual condujo por única vez que la mayoría de los integrantes del partido republicano comulgue con el partido demócrata en el desprecio por su propio candidato D. Trump.

Ambos juegan con cartas marcadas. H. Clinton apuesta que tanto latinos y afroamericanos asistan con mayor presencia que otras elecciones a votar en contra de la xenofobia y la discriminación. D. Trump apela a que el “prototipo” norteamericano también se incline a asistir a las urnas a votar por un Estados Unidos más intolerante, belicoso e imperialista.

Sin embargo, en estas elecciones no se sostienen con el voto de los estados seguros sino que apelan a los estados bisagras “swing states” aquellos donde la decisión está solapada con encuestas que dan empate técnico para ambos candidatos. Es por eso que Florida (29 electores) Ohio (18); Carolina del Norte (15) Pensilvania (20); Iowa (6); Nevada (6); Georgia (16) y Virginia (13) serán los que inclinarán las decisiones finales. Por historia el candidato que asegure el estado bisagra Florida tendrá el camino allanado. Barack Obama y G. Bush han tenido que librar sus batallas electorales en ese mismo distrito.

Estados Unidos es el espejo del mundo donde se mira la crisis mundial de la credibilidad política, dónde se observa el horror de guerras perdidas a costa de malos cálculos, dónde resurgen viejos personalismos y nuevos populismos nacionalistas, dónde la pobreza no tiene rostro porque es el fantasma que no se ve pero que deambula en la oscuridad de la aldea global donde los señores que definirán el futuro inmediato removieron el lodo de la política más abyecta y farandulesca. Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América representa la alegoría de la Gran depresión del S. XXI.

(*): Profesora en Historia.