Cultura

“El relato de la propia vida nos libera de la esclavitud del pasado”

El chileno Carlos Franz cuenta cuál es el rol de la memoria en su proceso creativo y da pistas de cómo aparecen sus historias. Es el ganador del último Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa.

El escritor chileno Carlos Franz reivindicó en la ciudad de Bogotá, Colombia, el poder sanador del relato que cada individuo elabora a lo largo de la propia vida y le atribuye la facultad de liberar “de la esclavitud del pasado”.

“Las novelas las escribo para darle sentido a mi propia experiencia”, explicó el autor de “Si te vieras con mis ojos” (Alfaguara), obra con la que ganó el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa en 2016.

 

Franz, nacido en 1959 en Ginebra (Suiza), donde su padre estaba destinado como diplomático, aseguró además que el relato vital de cada cual “nos da la libertad humana de contar nuestra vida, en primer lugar, a nosotros mismos”.

“La memoria también está hecha de lo que hemos olvidado, el olvido es un mecanismo esencial de la memoria. Las cosas que van quedando tapadas y aparentemente olvidadas a veces son las más importantes”, afirmó el autor que este año participó en el Hay Festival de Cartagena de Indias.

No obstante, el literato advirtió que la “memoria velada”, oculta de forma más o menos consciente en nuestro acervo mental, queda al descubierto durante los procesos creativos.

“Todos tratamos de armar un relato para nuestras vidas que termina sustituyendo a lo que fue la realidad”, agregó Franz, quien sin embargo señaló que su método creativo se basa en “inquietudes y deseos de expresar” más que en exhibir la propia existencia.

Así las cosas, el escritor, que en el pasado fue profesor en Londres y Cambridge y agregado cultural de Chile en España, aseguró que no es de esos novelistas “que viven al servicio de sus narraciones y que buscan acumular experiencias para luego narrarlas”, método que considera “demasiado deliberado”.

“En mi caso, experiencias que en el momento en que las viví no parecían nada como material narrativo, luego han sido historias, y a la inversa”, subrayó.

Preguntado sobre qué factor despertó su inquietud literaria, Franz reconoció que durante su juventud se sintió “raro” y desarraigado por el hecho de vivir en varios sitios a lo largo de su infancia debido al trabajo de su padre.

Esa sensación de la que fue consciente por vez primera con once años no le ha abandonado desde entonces y ha marcado toda su obra.

Sin embargo, el escritor fue capaz de convertir esta diferencia en un “don” para las letras que le ha valido múltiples galardones y reconocimientos, a los que resta importancia.

“Los premios pueden conllevar el riesgo de convencer a un escritor de que ha llegado a la perfección, pero cuando uno ya tiene más experiencia se da cuenta que tal cosa es imposible y que en el campo de la novela cada obra es un desafío en el que hay que aprender de nuevo a escribir”, sostuvo.

Para el padre de obras como “Almuerzo de vampiros” (Alfaguara, 2008) el momento más delicado en la concepción de una novela es cuando el autor siente que su historia logra “cierta independencia” que contradice los planes que este había hecho para su relato.

“Entonces hay que tener la capacidad de hacer que ese argumento siga por su camino y empezar a seguir la historia por detrás suyo”, enfatizó Franz.

Sin embargo, el autor chileno señaló que muchos escritores tienen el impulso de ordenar y reconducir estas historias dotadas de vida propia con tal de llevarlas por “territorios conocidos”, opción que él descarta con rotundidad.

“Me parece más interesante la aventura de ir a lo desconocido y seguir donde la historia me lleve, aunque sea un sitio donde tenga que aprender mucho, casi a escribir de nuevo para poder contarla”, añadió.

Finalmente, confesó que a la hora de escribir se autoinflige “la tortura de la soledad” como método para asentar, potenciar y consolidar su labor creativa, que le ha consolidado en los últimos años como uno de los valores “al alza” de la literatura iberoamericana.

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