Emma Suárez, una mujer que se derrumba en la película “Desmontando un elefante”
La actriz, junto al director Aitor Echeverría y a la productora Andrea Martínez, estuvo en el Festival Internacional de Mar del Plata.
“Quienes no lo vivimos no tenemos ni idea de a lo que se enfrenta una persona que sufre alcoholismo y les tenemos estigmatizados”, señaló la destacada actriz española Emma Suárez. Fue en el marco de la presentación de “Desmontando un elefante”, el primer largometraje de Aitor Echeverría, conocido como director de fotografía y autor de cuatro cortos.
El filme, que también cuenta con el protagonismo de Natalia de Molina y del argentino Darío Grandinetti, aborda esta difícil temática. En especial, se detiene en cómo afecta los vínculos en una familia española de clase acomodada, de una manera a la vez sutil y opresiva, haciendo foco en las emociones, en el peso de los silencios, en el impacto de ese enorme elefante que es convivir con una adicción, en la vida de cada uno de sus integrantes.
La arquitectura y la danza son los vehículos que el director utiliza para explicar los mundos internos y los conflictos de los personajes, sobre todo en la relación de una madre alcohólica con una hija que deja de lado su vida para cuidarla y que, además, hacen un gran aporte desde lo estético.
“Dos de mis pasiones son la arquitectura y la danza. Creo que me vino muy bien para mostrar a Marga, esta mujer que intenta construir estructuras sólidas pero se está derrumbando, y a Blanca, que es bailarina y que en teoría tenía que fluir y que el movimiento es importante para ella pero está bloqueada”, definió el director.
Emma y Aitor estuvieron en la presentación, que contó con muy buena respuesta del público, junto a la productora Andrea Martínez.
El equipo destacó que además de contar una historia de emociones, de conflictos internos y vínculos, quisieron mostrar una realidad muy extendida, de una forma comprometida. “Las estadísticas dicen que una de cada siete personas tendrá en su vida un problema de adicción y yo creo que todos tenemos al menos un caso en nuestro entorno. Entonces, esta película era necesaria”, indicaron.
“Ni ridiculizar a la persona alcohólica ni naturalizar el consumo desmedido de alcohol” fueron las premisas.
“Estamos acostumbrados a que el consumo tanto de alcohol como de drogas se asocie también al éxtasis, a momentos de felicidad, de liberación. Buscábamos romper los dos prejuicios”, sostuvo Martínez.
El resultado es una película en la que en ningún momento se observa a la persona en acto de consumo. Pero el efecto, las consecuencias –para ellas y para los demás– están ahí. “La película requiere que el espectador ponga mucho de su parte”, aseveró el director.
“Cuando leí el guion, fue uno de los matices de la historia que más atractivo me resultó” sostuvo Suárez. La actriz realizó un profundo trabajo de estudio y documentación para abordar a Marga.
“Es muy difícil colocarse en la cabeza de una persona que sufre esta enfermedad. A mí esta película me ha enseñado que son personas que merecen absoluto respeto porque creo que hacen cada día un trabajo dificilísimo de enfrentarse a la vida, a sí mismos, a no reconocerse, no quererse, no querer, no saber, a un absoluto vacío, a una pérdida de la identidad total. Tienen que transformar todos los hábitos a los que están acostumbrados y romper toda esa estructura es reconstruir su identidad. Siempre hemos considerado que un adicto es un vicioso, un golfo, que no quiere trabajar, que se lo quiere pasar bien. Pero detrás de todo eso hay conflictos emocionales muy dolorosos”, describió la actriz, famosa por su rol en “Julieta” de Almodóvar o Diana de “El perro del hortelano”, que le significó el primer premio Goya de su carrera.
Y si de vínculos se trata, en la familia de Marga y Blanca, hay un padre totalmente desdibujado.
“Era una propuesta arriesgada porque yo me rebelé contra la idea de que los personajes en las películas tienen que tener un arco, una evolución. En la vida, desgraciadamente, no todo el mundo evoluciona y este padre es un hombre con dificultades emocionales, un hombre que no vive con la mujer que tiene, sino con la que le gustaría y eso le impide poder ayudarle. Y encima le sumamos que la imagen es importante para él, que quiere proteger la imagen de Marga, porque es proteger la suya. Eso lo anula y hace que todo el peso de Marga caiga en la hija”, definió Echeverría.