En Mar del Plata la guerra es por la costa, balance turístico con caídas en las ventas y una nueva etapa para el Mundialista
Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata
Entre resoluciones provinciales, licitaciones suspendidas y proyectos de reconversión, la costa marplatense se transforma en un terreno de disputa entre Nación, Provincia y Municipio. Así, la ciudad tiene nuevo frente de batalla. La pelea ya no es solo política ni económica: es territorial. Por quién regula la costa, quién decide qué se construye, qué se explota y qué se protege. Días atrás, como lo informó este medio, se estableció que a través de dos resoluciones de la Autoridad del Agua, la Provincia estableció que los municipios no podrán autorizar obras en la franja costera sin su aprobación previa. Se prohíbe el loteo y la edificación a menos de 150 metros del mar, en un intento de proteger las riberas marítimas y fluviales. Esta medida, sin duda, generará tensiones con el municipio, que ve limitada su autonomía sobre la gestión costera. Al margen de las autorizaciones ya otorgadas, hay en estos momentos negociaciones para emprendimientos privados junto al mar que podrían tambalear a partir de la vigencia de esta medida. Un ejemplo claro es la venta de las tierras que ocupaba el Aquarium, en las cuales tres grupos empresariales –Irsa, Coto y otro local– se interesaron para llevar adelante un proyecto inmobiliario y comercial que ahora tendría una barrera legal. La familia Peralta Ramos, según trascendió, está a punto de vender esa franja costera por una suma cercana a los 30 millones de dólares, al tiempo que se están desprendiendo de otros espacios en la zona sur de la costa marplatense.

Paralelamente, el Emtur (Ente Municipal de Turismo y Cultura) convocó a licitación para dos playas: Santa Isabel y La Redonda, cuya apertura de sobres está prevista para el viernes próximo, en actos que seguramente contarán con presencia de vecinos y ambientalistas que se oponen a esta medida. Vecinos advierten sobre posibles impactos ambientales y urbanísticos, mientras otros cuestionan que se priorice la explotación privada sobre el uso público. Y paralelamente, en medio de la polémica, fue suspendida la licitación de Playa Acevedo. El conflicto surgió por las restricciones a ciertos oferentes, como el Club Once Unidos. Desde el Emtur aseguraron que la suspensión se debe a cuestiones técnicas, pero la interpretación política en los pasillos marplatenses fue otra. “Con el fin de fomentar la competencia entre los interesados –se consignaba en el artículo 2 del pliego–, no podrán participar en la presente licitación quienes, de manera individual o integrando un grupo económico, cuenten con más de una concesión de unidades turísticas fiscales otorgadas por el municipio de General Pueyrredon”. Hubo mucho ruido en torno a esta licitación –por ahora suspendida– y no se descarta que toda esta polémica haya abierto las puertas a nuevas normativas a implementar en el corto plazo.

En Chapadmalal, la situación también es compleja: el Gobierno nacional decidió licitar las Unidades Turísticas de Chapadmalal y Embalse para venderlas o concesionarlas, con la Administración de Bienes del Estado (AABE) como ente responsable. La medida despertó críticas por considerarse una privatización de un patrimonio histórico-cultural y encendidas defensas desde el oficialismo, que habla de inversiones millonarios para hacer florecer un nuevo enclave turístico. El senador nacional Maximiliano Abad, por su parte, propuso ceder uno de los hoteles del complejo a la Universidad Nacional de Mar del Plata para crear un campus académico, preservando su carácter público. Paralelamente, desde el PRO local, se planteó la necesidad de transformar Chapadmalal en un nuevo distrito urbano costero, inspirado en el modelo de Puerto Madero, a través de la creación de una “Corporación Chapadmalal” que fomente inversión privada, recupere la infraestructura y potencie el turismo, con énfasis en la preservación ambiental y la integración urbano-pública.

Mientras tanto, hace pocos días el municipio celebró un fallo de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo, que determinó que será la justicia local, y no la de La Plata, la que intervenga en la causa por la municipalización de Punta Mogotes. Sin embargo, sigue pendiente la cautelar presentada por la comuna para frenar cualquier iniciativa provincial, incluido el concurso de ideas para la renovación arquitectónica del complejo. Así, cada frente de arena se convierte en un frente político. La Provincia busca controlar normativamente; el Municipio, mostrar gestión y atraer inversiones, y la Nación mantiene presencia directa en Chapadmalal. En este tablero, la costa marplatense se vuelve un territorio en disputa: la soberanía se mide en metros de arena. En definitiva, en Mar del Plata, la guerra pasa a ser por la costa…

Ajenos a todas estas polémicas, miles de visitantes disfrutaron el fin de semana largo en Mar del Plata, mientras otros miles de jóvenes comenzaban a arribar a la ciudad para participar de las finales de los torneos Juveniles Bonaerenses. Sin embargo, el feriado del Día del Respeto a la Diversidad Cultural volvió a poner en marcha al país, aunque a ritmo corto. Hubo más turistas que el año pasado, pero con estadías más breves, bolsillos ajustados y consumos medidos. Según la UCIP, comparando la misma fecha del año anterior, la caída en las ventas comerciales fue del 8 por ciento. Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), viajaron 1,44 millones de turistas por todo el país, un 2,1% más que en 2024. Pero el promedio de permanencia cayó a dos noches, contra las 2,4 del año pasado. Más movimiento, menos gasto. La frase condensa el pulso de la economía argentina en este tramo del año: la necesidad de escapar un rato del trajín cotidiano, aunque sea recortando días y presupuesto. El gasto promedio diario fue de $91.190 por persona, con una leve baja en términos reales, y el gasto total ascendió a $262.627 millones, un 16% menos medido en poder adquisitivo.

En la superficie, el balance luce positivo. En la profundidad, deja al descubierto una nueva modalidad del turismo argentino: el viaje exprés, planificado sobre la hora, de dos noches y con consumo ajustado pero sostenido en lo básico –gastronomía, alojamiento y transporte–. El ocio se defiende, aunque sea por menos tiempo. La radiografía territorial muestra que el turismo se repartió bien. Puerto Iguazú, Córdoba, Termas de Río Hondo, Villa Elisa, Tandil, El Chaltén, Mar del Plata, Buenos Aires y Mendoza estuvieron entre los destinos más elegidos. Lugares donde el equilibrio entre costo, distancia y oferta cultural sigue resultando tentador. El clima acompañó y las reservas de último momento apuntalaron la ocupación. La cercanía del verano y la falta de fines de semana largos previos también ayudaron a empujar a la ruta a más de un millón de argentinos que, pese a todo, se permitieron viajar. El año lleva ya seis fines de semana largos, con más de 10 millones de turistas movilizados y un impacto económico de $2,3 billones. Son números que en el papel suenan voluminosos, pero que en la práctica traducen otra cosa: el turismo interno funciona como termómetro del humor social y del margen de gasto real de las familias.

A la vez, el feriado mostró un dato incómodo: el éxodo hacia Chile. Miles de autos cruzaron los pasos fronterizos de Cristo Redentor (Mendoza) y Cardenal Samoré (Neuquén) en busca de precios más bajos en indumentaria, tecnología e incluso supermercado. El tipo de cambio volvió a hacer lo suyo: la Cordillera se cruza no por placer, sino por conveniencia. Esa postal –filas de autos, controles reforzados y changos llenos de mercadería– funciona como metáfora del tiempo económico argentino. El país que genera turismo hacia adentro por necesidad también expulsa consumo hacia afuera por diferencia de precios. El fin de semana largo sirvió como test para las promociones y acuerdos turísticos lanzados en la FIT 2025, la Feria Internacional de Turismo, que este año batió récords de participación. Provincias y municipios midieron el termómetro real de su temporada. Octubre es siempre un mes bisagra: el momento en que los argentinos tantean el verano y, si pueden, aseguran una reserva temprana. Las plataformas digitales también reflejaron la ansiedad: Booking, Despegar, Almundo, Atrápalo y Plataforma 10 registraron picos de búsquedas desde el martes anterior. Mar del Plata, Bariloche, Mendoza, Córdoba y Puerto Iguazú encabezaron las preferencias nacionales; Río de Janeiro volvió a ser el imán internacional.

A pesar del contexto, el turismo sigue siendo una válvula de escape, una industria transversal que mueve economías regionales, sostiene pymes y ofrece un respiro simbólico en medio de la inflación y la incertidumbre. Se podría decir que los argentinos viajamos para seguir perteneciendo a la idea de normalidad. Dos noches bastan para recargar energía, aunque la billetera pida racionalidad y los precios recuerden cada día dónde estamos. “El país se mueve, sí. Pero lo hace con cuidado, mirando el gasto y midiendo el deseo. Como quien avanza con un pie en el embrague y otro en la esperanza”, como bien consignara uno de los principales operadores turísticos locales presenciando, en la tarde del domingo, el triunfo de Aldosivi ante Huracán por 2 a 0 en el Mundialista.

A propósito del Mundialista, en los próximos días (¿el lunes próximo?) se firmaría oficialmente el traspaso de la concesión del Estadio José María Minella y del Polideportivo Islas Malvinas entre la Municipalidad de General Pueyrredon y la empresa Minella Stadium S.A., tras la aprobación en el Concejo Deliberante. La firma se hará efectiva después de meses de negociaciones y un proceso de licitación que generó amplio debate político y social en Mar del Plata. Minella Stadium S.A., integrada por el grupo inversor brasileño Revee y la empresa argentina Pro Enter, se comprometió a realizar una inversión de hasta 47.000 millones de pesos (aproximadamente 40 millones de dólares) durante los 30 años de concesión, con opción a una prórroga de 10 años. La compañía estará a cargo de la organización de entre 30 y 35 eventos anuales en el Estadio Minella y entre 50 y 60 en el Polideportivo, sumando además los partidos de los equipos profesionales de fútbol y básquet de la ciudad. El convenio contempla también la coordinación con la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) para la utilización de los estadios, en una cantidad de eventos a definir, y establece un canon anual de 120 millones de pesos a favor del municipio.

La concesión busca revertir el deterioro que han sufrido ambos recintos deportivos durante los últimos años. Entre los proyectos más destacados se encuentran la modernización de las tribunas, la renovación de los vestuarios y accesos, la implementación de tecnología de última generación para eventos masivos, y la mejora de la seguridad y servicios para el público. Se estima que las tareas –tras una especie de transición de algunos meses– comenzarán luego de la temporada en el Polideportivo y quizás antes en el Mundialista. Minella Stadium S.A. adelantó, además, que trabajará en la captación de eventos de escala nacional e internacional, incluyendo conciertos, competiciones deportivas y actividades culturales, con el objetivo de posicionar a Mar del Plata como un polo de entretenimiento y turismo deportivo durante todo el año. Cabe recordar que si bien la concesión fue aprobada por los bloques del PRO, La Libertad Avanza, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica, la medida recibió cuestionamientos de los concejales de Unión por la Patria, el Frente Renovador y Acción Marplatense, quienes consideraron que la duración de la concesión y el monto del canon resultan insuficientes frente a la magnitud de la inversión y el valor de los activos municipales. Con la firma prevista para el 20 de diciembre, se abre un nuevo capítulo en la historia del principal estadio de la ciudad, que busca consolidarse como un espacio moderno, seguro y atractivo para turistas, deportistas y vecinos de Mar del Plata.

El termómetro que no falla –el mostrador– volvió a marcar fiebre alta en septiembre. Las ventas minoristas en Mar del Plata cayeron otro 11,4 % interanual, según el relevamiento del Departamento de Estudios Sociales y Económicos de la UCIP. Pero más que un número, lo que transmite el informe es un estado de ánimo: tres de cada cuatro comerciantes se sienten peor que hace un año, y la mitad cree que la cosa no va a mejorar en el corto plazo. “Las ventas siguen cayendo y los comercios resignando márgenes de utilidades”, admitió el presidente de la entidad, Blas Taladrid, que desde hace meses repite la misma frase en un loop preocupante. “Pedimos políticas públicas que fomenten el consumo”, insistió. La economía marplatense, que vive del movimiento diario, de la rotación de billetes chicos y del turismo que “deja algo”, atraviesa un paréntesis que se estira. El 81 % de los empresarios cree que no es momento de invertir y el 95 % no piensa modificar su dotación de personal. Traducido: nadie está contratando, pero tampoco despidiendo. El comercio está en pausa, resistiendo.

Mientras tanto, las ventas por canales digitales –que podrían compensar la anemia de la calle– apenas alcanzan al 16 % de los locales. Un dato que habla de una ciudad que todavía no termina de dar el salto a la modernidad comercial. En los pasillos del sector privado se empieza a escuchar con más fuerza una crítica que hasta hace poco se decía en voz baja: la ausencia de una política de consumo, de un plan local o nacional que sostenga el poder de compra. Todo parece quedar librado al ajuste y a la fe en que “el mercado se acomode solo”. Pero el mercado –señalan voceros de la entidad–, al menos en Mar del Plata, no se está acomodando: se está achicando.
