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La Ciudad 27 de enero de 2019

En modo viaje de egresados, los jóvenes volvieron a Mar del Plata

Regresaron seducidos por la amplia oferta nocturna. Qué hacen, dónde paran y en qué se mueven los que eligieron la ciudad esta temporada.

La mayoría de los adolescentes que veranean en Mar del Plata coinciden que pasar la temporada frente al mar es una especie de viaje de egresados con amigos. La rutina es la misma: fiestas, boliche, after y un lugar “de paso” para dormir, bañarse y seguir, casi sin descanso.

Después de varios años de no ser prioridad, en 2019 se cortó la racha y Mar del Plata volvió a llenarse de jóvenes que atraídos por la movida nocturna disfrutan la “segunda temporada” de aquel lejano, otros no tanto, viaje de egresados.

Desde la tarde y hasta la noche, e incluso el amanecer, se juntan en Playa Grande y los balnearios del sur. La heladera plástica con bebidas alcohólicas y el equipo de audio son infaltables. Comienzan a tomar al rayo del sol, entre idas y venidas al mar y algún partido de tenis-fútbol, hasta la hora del after beach alrededor de las 19. Algunos arman la fiesta por su cuenta en el sector de arena y se relacionan con los vecinos de sombrilla, otros optan por pagar una entrada para acceder al boliche Ananá, en el complejo La Normandina, con vestimenta de playa. Allí se ofrece el servicio de guardería de heladeras, mochilas y guardarropa. Todo pensado.

Las bebidas alcohólicas son el principal combustible.

Las bebidas alcohólicas son el principal combustible.

De tarde y también de noche

Es ese mismo lugar el que reúne a miles de jóvenes a partir de la medianoche y hasta casi las 6. Claro está que antes de ingresar “se hace la previa”. A pocos metros, otras opciones son: Mr. Jones, Bruto, Santa y Quba. “Dejaron de correr a los pibes con los controles y ahí están los resultados”, señala un empresario responsable de uno de los mencionados boliches.

Los precios de las entradas varían según el día. Los fines de semana alcanzan los $1.000 en puerta y $800 anticipada, como es el caso de Bruto. En Ananá, por ejemplo, los días de semana rondan los $400 y $600, viernes y sábado ascienden a $800. Además, se debe tener en cuenta lo que se consuma dentro de la discoteca: un trago clásico vale $250 y las botellas se venden a partir de $1.000.

“Es infaltable también la parada técnica por algún puesto de comida después del boliche y antes de ir a dormir”, dice Agostina (20) que vino con cuatro amigas desde Capital Federal por una semana. Se conocieron en el colegio secundario y es la primera vez que viajan todas juntas a Mar del Plata, años atrás estuvieron en Villa Gesell. Según cuenta Agostina, solo fueron a bailar a Ananá en “doble turno”: primero al after, luego toda la noche. “La vuelta a casa la hacemos en taxi o remis”, agrega.

En el complejo La Normandina se baila hasta el amanecer.

En el complejo La Normandina se baila hasta el amanecer.

“Abrí la aplicación de Uber y se consigue”, menciona Jazmín (25) también de Capital, quien acostumbra a utilizar la app por las calles porteñas. A Mar del Plata llegó en colectivo con dos amigas rosarinas por ocho días y se hospedan en un departamento por la zona del centro que consiguieron por Airbnb “a buen precio”. Esta es la primera vez que vienen las tres juntas, las anteriores vacaciones se repartieron entre Carlos Paz, Pinamar e incluso Punta del Este.

“La joda en Mar del Plata es como un viaje de egresados pero con gente más grande con respecto a Gesell o Pinamar. Hay mucha buena onda”, explica Jazmín.

Frente a esta invasión de jóvenes, el mercado inmobiliario tomó recaudos y son pocos los que aceptan grupos numerosos de gente. Los que los reciben “te cobran cualquier cosa”, sostiene Agostina, quien menciona que Playa Grande es la zona más elegida y, en menor medida, Punta Mogotes y el Centro.

“Nosotros ‘zafamos’ de pagar un alquiler”, cuentan Franco (24) y Alexis (24) ambos de González Cháves. “Tenemos un amigo que vino a estudiar a Mar del Plata y nos invitó a pasar el fin de semana”, dicen quienes vinieron por primera vez, en auto y “a gas”. Se quedan dos noches y ya tienen decidido que irán a Bruto. “Gastaremos alrededor de $6.000”, calculan. Los tres coinciden en que ir a la playa no es la prioridad: “vinimos de joda”, resumen. Sí, como sucede en cualquier viaje de egresados a Bariloche o Brasil. Aunque también planean ir hasta el “Container Bar” en la zona sur de la ciudad.

La mayoría de los adolescentes que veranean en Mar del Plata coinciden que pasar la temporada frente al mar es una especie de viaje de egresados con amigos.

La movida del sur

Importantes marcas se asociaron para realizar eventos masivos en distintos playas ubicadas sobre la ruta 11 y así convocar a los más jóvenes. El bar de Brahma se instaló en el balneario La Caseta con el destacado de los recitales gratuitos y bailes frente al mar al igual que el parador Rilancó y Mute, donde miles de personas coinciden todos los fines de semana.

“Entre las fiestas y las movidas en estas playas salvamos enero”, celebran los taxistas. Un viaje desde allí al centro cuesta entre 500 y 600 pesos.

Imagen aérea de una de las fiestas realizadas en el bar de playa de Brahma.

Imagen aérea de una de las fiestas realizadas en el bar de playa de Brahma.

“Dos años atrás la nota y la foto era la de funcionarios e inspectores revisando las heladeras playeras de los grupos de jóvenes”, gráfica -en este caso- un operador turístico.

Hoy se baila, se bebe, se canta y se disfruta a todo ritmo. Hoy Mar del Plata pica en punta entre los jóvenes y la vuelven a elegir para rememorar -al menos por unos días- aquel inolvidable viaje de egresados con amigos.