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Deportes 1 de julio de 2018

En Rusia también escucharon “qué se siente”, pero los franceses nos cantaron el “Messi chau, chau, chau…”

Los que durmieron en la terminal, las extrañas combinaciones para llegar y salir hacia y desde Kazán. El gol que gritamos como consuelo en el centro de prensa. La frase del director de teatro que nos hace pensar.

El imponente panorama en el Kazán Arena. Los argentinos lo transformaron en una Bombonera. Se hicieron sentir toda la tarde, bien fuerte, en las buenas y en las malas.

por Vito Amalfitano
@vitomundial

KAZAN, Rusia.- Es duro el largo camino de regreso a casa, pero así es el Mundial y así es el fútbol. Solo cuatro llegan hasta el último fin de semana. Y a Argentina le tocó el cruce más difícil de todos en octavos por propia responsabilidad. El empate con Islandia condicionó a la Selección a tener que enfrentarse muy rápido a una de las selecciones más poderosas del mundo. Llegó sin ser un equipo pero a veces la competencia te ayuda y te va moldeando, como pasó en Brasil. Pero una cosa es Francia en el primer cruce y otra muy diferente en el último.

Lo cierto es que en la madrugada del domingo, todavía la noche del amargo sábado en Argentina, cientos de hinchas de la Selección dormían en los asientos de descanso de la terminal de trenes de Kazán, a la espera de los diversos convoys, hacia Moscú, hacia San Petersburgo, o hasta Nizhny, quienes no habían conseguido pasajes para las rutas principales.

Por ejemplo, Agustín, argentino que vive en Londres, tuvo que elegir una ruta “china”. Debió viajar a Saranks, casi 1000 kilómetros y diez horas de viaje, para luego empalmar a Kazán, previa escala de 3 horas y 10 horas más hasta el destino. Casi 24 en tren, pero no en los trenes FIFA o los rápidos, sino en los locales-ordinarios y no de primera clase precisamente.

Justamente, quienes habían obtenido lugares con conexiones impensadas para llegar a Kazán, una vez que estaban desbordadas todas las opciones de reserva “normales”, tuvieron que dormir en la terminal y pensar en un largo camino de regreso. Más aun quienes se decidieron a viajar a Rusia para este partido a último momento y también lo lograron con escalas larguísimas, además del alto costo económico.

Lo cierto es que lo del Brasil decime qué se siente no fue un fenómeno aislado. O por ahí generó contagio, y motivó a muchos a buscar revancha. La verdad es que, aun con una economía autodestruída en dos años y medio, a la lejana Rusia también llegaron miles de argentinos. Y cerca de 30.000 fueron locales otra vez en Kazán.

Nunca se podrá determinar que porcentaje de los que vinieron lo hicieron con los últimos restos de la “pesada herencia”, con dólares que estaban guardados desde que valían 9 pesos, o 16; cuántos son los que viajan de cualquier forma e hipotecan hasta lo que no tienen para acompañar a la Selección; y cuántos realmente tienen mucho dinero y no los afecta ni el dólar a 30 ni las Lebacs al 47, o más bien les conviene.

Lo cierto es que la caravana desde Moscú, aun con la falta de plazas para quienes se agregaron a último momento, fue impresionante, en tren, en autos, en avión. Ya desde la mañana las calles del centro de la bella Kazán, la peatonal principal, y los tours “relámpago” para visitantes por un día, se llenaron de argentinos. En la peregrinación a la cancha la proporción de camisetas argentinas con las francesas fue de 10 a 1 y luego la tendencia fue similar en el propia Arena Kazán.

Ahí, en la cancha misma, los argentinos se aprovecharon de una muy buena acústica del estadio de Kazán y lo transformaron en una Bombonera, incluso con una capacidad menor (para los que piensan en la locura de la construcción de una nueva cancha de Boca). Se hicieron sentir bien fuerte, incluso al final, en medio de los festejos de Francia. Los argentinos no pararon de cantar en toda la calurosa tarde los nuevos hits que instalaron en Rusia, como aquel “decime qué se siente” que metieron en Brasil.

El que más conmovió en el Arena Kazán, por lo fuerte que se escuchó desde todos los rincones del estadio, es con una canción de Pepo, que se llama “Hoy acá en el baile”:

“Vamos Argentina / Sabés que yo te quiero / Hoy hay que ganar y ser primero / Esta hinchada loca, deja todo por la Copa / La que tiene a Messi y Maradona / Ponga huevo vaya al frente Argentina / Ponga huevo vaya al frente jugadores / Este año tenemos que dar la vuelta / Nos vinimo’ todo’ a Rusia a ser campeones…

Este año la Copa se la llevará otro. Pero una vez más, como en Brasil, la mejor hinchada y la que más se hizo sentir, en la Plaza Roja, en la Nevstky de San Petersburgo o en “La Bombonera” de Kazán, fue la de Argentina. No te dan ningún premio por eso, pero al menos nos da para preguntarle a los demás “qué se siente”.

También nos cantaron en la cara “qué se siente”, aunque de otra manera, bien entendible, los franceses. En el momento en el que estábamos subiendo al tren rumbo a Moscú pasaron por el puente de arriba un grupo de franceses cantando bien fuerte, con la música de la canción de los partisanos que volvió a hacer popular la serie la Casa de Papel. “Ni Mascherano / ni Di María / Messi chau / Messi chau / Messi chau / chau chau / Ni Mascherano, ni Di María…”

Los periodistas argentinos solo nos dimos un pequeño gusto de consuelo. En el centro de prensa, al momento de escribir todo lo que había dejado el choque Argentina – Brasil, ya se jugaba Uruguay – Portugal. De repente nos sorprendió un grito bien fuerte de casi la mitad de la amplia sala. El festejo del gol de Pepe. “¿Acaso hay tantos portugueses en este lugar?”, nos preguntamos. En realidad se trataba de las preferencias de los europeos, asiáticos, quizá también africanos, por el equipo de Cristiano Ronaldo. Quizá también por “enrostrásnorlo” a nosotros, en condición de hermanos de los uruguayos. Lo cierto es que nos tomamos bien en serio eso y cuando convirtió el 2 a 1 Cavani el Media Center estalló como nunca y gritamos el gol como si fuera de Argentina.

Nos fuimos a tomar el micro de las 11, que nos sacaba del estadio, mirando con una sonrisa socarrona a los súbitos hinchas de Portugal. Pequeña victoria en medio de una gran derrota. Y siempre en términos futboleros y relativos, casi como un juego, al considerar que nosotros no somos hinchas sino periodistas. Pero si nos querían hacer enojar, lo consiguieron, y les respondimos con un “que no ni no”. Arriba la Celeste… “Aguante” el Maestro Tabárez…

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“Tenemos que aprender a fracasar mejor”. Nos resuena, en la vuelta de Kazán, la frase del prestigioso director de teatro argentino Jorge Eines, quien vive en Barcelona, y compartió una cena con nosotros en San Petersburgo, en la recepción de Cinzano, con los vermuts especiales y los platos del reconocido cocinero Lele Cristóbal. “Tenemos que aprender a fracasar mejor”, dice Eines, quien llegó a Leningrado con su hija Camila y cumplió el sueño de recorrer con ella el Museo Hermitage, después de haber escrito, dirigido y haber presentado en Madrid la obra de teatro “El guía del Hermitage”, que protagonizaban Federico Luppi y Manuel Callau.

Luego de la cena de Cinzano nos fuimos a un paseo en barco por el río Neva junto a Eines y su hija, y el amigo en común Juan José Panno, nuestro compañero en la redacción de CCCPMundial.com . Eines presenta obras de Chejov, las disfruta aquí incluso en lengua rusa, escribió la muy elogiada obra Camino al Cielo pero también es un amante del fútbol, tanto que hace muy poco presentó en Buenos Aires “El Trinche, el mejor jugador del mundo”, una obra inspirada en la vida del Trinche Carlovich, personaje de leyenda del fútbol rosarino.

Es así como en el medio del río Neva, en la charla futbolera, surgió el “tenemos que aprender a fracasar mejor”.



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