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Opinión 17 de diciembre de 2021

“Enfiestarse”: dictadura del exceso

Por Juan Alberto Yaria
Director General GRADIVA – Rehabilitación en adicciones

“…la dictadura del futuro no necesitará de bayonetas y de métodos de terror… bastarán seducción, drogas y publicidad”. Aldous Huxley

“Enfiestarse” tema común en la jerga adictiva remite a una dictadura del exceso y la desmedida. El enfiestarse parece ser la inmersión en el vértigo y la aceleración; el tiempo parece “no parar” no teniéndose en cuenta las consecuencias en giras que duran días.

Así las consultas se acumulan a fin de año; esto no está exento de que parece ser un tiempo de balances y de ataques melancólicos en donde cada ser humano parece ser el rival de sí mismo sin darse cuenta. No podemos eludir los balances y saldos de cuentas. Los “pasivos” y “haberes” de nuestra vida.

Pero también tema de industrias del exterminio y en donde el “poder blando” muestra su cara más dura. Ahora todo es “si” frente al tiempo ya antiguo y nominado como vetusto en donde todo parecía ser “no”. El “poder blando” brillantemente descripto por Byung-Chul Han desde la filosofía del hoy muestra que desde él todo se puede dominar y manipular más fácilmente y así se crea la ilusión de la “libertad de los esclavos”.

Así van llegando a los servicios “caídos en la lucha por la vida”, “heridos de guerra”. El encuentro con el “sí mismo” -verdadero ejercicio virtuoso de cambio- es imposible para muchos y ahí nos recuerda Baudelaire: “Dios está en la botella”; “el haschich (cannabis) es la religión de los desperrados”.

Tiempo de esperanzas disueltas; escuchas imposibles, pero también donde el Apocalipsis de nuestras vidas puede anunciar una redención posible, un amanecer si podemos escuchar y si nos encontramos con un grupo que nos ayude en esta tarea de encuentro con nuestro sí mismo.

Jorge paso un fin de año entre Fernet y cocaína. Un choque cruento paradójicamente lo salvo. Hoy está en rehabilitación. Los llamados se suceden. Oscar se acerca a mí entre los llantos de la esposa y la hija. Es un ser derrotado aún cuando el afecto lo sostiene y todas sus empresas ya están quebradas. No puede controlarse. El alcohol lo domina. Recién el 2 de enero “comienzo a atenderme”, me dice. Es un dilatar …dilatar el enfrentamiento consigo mismo. Seguir huyendo; quizás el tiempo se agote antes del 2 de enero. La omnipotencia tiene un límite. Espero poder verlo ese día; quizás sea el inicio de un nuevo tiempo vital.

La fiesta aparece hoy ligada al exceso. Así van llegando uno tras otro en guardias atestadas en donde el vértigo triunfo y ahí recordamos a G. Marcel cuando nos dice: “… hay un lazo estrecho entre aceleración y una humanidad cada vez más pobre interiormente” – G. Marcel. Filósofo francés – Diario Metafísico.

La diversión se transforma en perversión (verter con exceso algo). El exceso es una característica de esta época. Adictos al alcohol, sexo, juegos, drogas, riesgo. Todos en el fin de año consuman un ritual sacrificial.
Algo grave le sucede a una sociedad cuando en los últimos años la venta de antidepresivos, junto con otros fármacos hipnóticos, ansiolíticos y amnésicos, se han disparado. Las cifras señalan un gentío psíquicamente enfermo. La explicación de los expertos es que se medica el sufrimiento porque la gente ha visto disminuida su capacidad natural de soportarlo. En realidad, lo que se hace, y cada vez más, es “medicar” el vivir.

Hay un proceso creciente de crecimiento de las organizaciones de venta: cannabis (planta idolatrada en la actualidad y generadora en masa de cuadros psicóticos), hongos alucinógenos, popper, polvo de ángel, cocaína, heroína, Ácido Lisérgico (LSD), metanfetamina, éxtasis, pastillas tranquilizantes, ketamina ,etc. son los nuevos “alimentos -excrementos” deseados para un sistema nervioso que en sus zonas superiores superadoras del mono se resienten (lóbulo frontal) y aparece lo más simiesco de la condición prehumana. Mientras tanto la plusvalía crece a costa de la multiplicación de los enfermos dependientes.

Una buena parte de los consumidores del “inofensivo” cannabis verán afectado su córtex prefrontal, que está en formación hasta los 20 años, y es el área que controla los impulsos y las decisiones. También pueden resultar dañadas las capacidades que regulan la coordinación del movimiento. A pesar de esta evidencia, no existe ninguna reflexión articulada que relacione aquella dependencia con las deficiencias funcionales de muchos jóvenes, con el fracaso escolar, por ejemplo. Tampoco existe, por lo visto, relación entre la violencia y el vandalismo joven que crece y crece, y sus encuentros etílicos de fin de semana. Simplemente, y como se dice en el argot, van “colocados”. A pesar de tanta reiteración, la pregunta básica no aflora nunca.

Hasta el lenguaje social ha cambiado en esta nueva cultura de lo “políticamente correcto” y aquello que daña es llamado “regulador emocional”, “medicina”, “consumo recreativo”, “búsqueda de placer”. Todo esto parece explotar e “implotar” en ciertos tiempos como los finales de año

 

Tiempos idos

 

El ocio para los antiguos, en donde aparece la fiesta, tenía cuatro momentos: la danza, el banquete, la ingesta de bebidas espirituosas, el culto religioso y por fin la tertulia. Lo esencial era la tertulia: el diálogo, el encuentro con los otros. Todavía en España se conserva esta costumbre tradicional en donde hay salones de tertulia en donde mediados por un buen vino, siempre con moderación, se potencia el diálogo. Escritores, filósofos y el pueblo en general se unen para charlar.

En el ágora griego, la plaza, la costumbre era sentarse a charlar entre dos para que surja el tercero, que es el lugar de la verdad. Ahí aparecía el tercero: el lenguaje, que era casi como una divinidad. Los hombres sólo se ponían en situación para aprender unos de otros a través de lo que iba apareciendo en esa peculiar tertulia siempre y cuando los seres humanos se colocarán en posición de tales: hablando y escuchándose. Así surgía la Verdad, la Aletheia que era el lenguaje mismo.

La fiesta según Goethe era “la hora elegida por los dioses”. Con esto el gran filósofo quería mencionar el momento en que se celebraba la vida.

La fiesta era un agradecimiento al hecho de vivir, de ahí la celebración. En la fiesta se detenía el ritmo del trabajo. Reinaba el ocio que se oponía al negocio. Aristóteles nos recordaba: “vivimos negociosos (negocio = trabajo) para tener ocio”. De acuerdo con cómo se vivía el ocio así era un ser humano porque la palabra ocio derivaba de “schola” (escuela) o sea el ocio era una escuela para el vivir cotidiano.

Para los antiguos había dos tiempos en la vida del ser humano; el tiempo rectilíneo que era el que seguía el desgaste propio de la vida, es el tiempo del envejecer, del trabajo, del desgaste. Pero hay otro tiempo, es el tiempo cíclico que es el de la celebración de la vida, es el de comunión anímica con los otros; el de la fiesta. Ahí rejuvenecemos, en el otro envejecemos.

El ocio se industrializó. La comercialización del tiempo libre ha trocado la significación de las fiestas. Múltiples “dealers” pululan, para lucrar con el desencanto vital. En las sociedades secularizadas y postindustriales surgen las industrias de la diversión y del descanso. Incluso los lugares de encuentro (bares, disco) quedan invadidos por ruidos o pantallas que impiden la tertulia y la comunicación.

El alcohol ya no es la bebida espirituosa, es una farmacoterapia embriagante que esconde la incomunicación de las personas, aunque a veces se comercializó como “el sabor del encuentro”. En muchos casos a esto se une el uso de drogas (estimulantes o alucinógenas).

La desmesura y el exceso ocultan quizás el vacío y el aburrimiento como fenómeno casi masivo, especialmente en los grandes conglomerados urbanos: el vacío, así como el aburrimiento parecen ser la cara de la tristeza.

Esto asume características más duras en el fin de año en donde en el balance vital que todos realizamos la propia tristeza sólo muestra él debe y no el haber de nuestra trayectoria existencial. Muertes, soledades, sueños frustrados; éstos retornan como fantasmas de fin de año que nos aprisionan.

Entonces puede la fiesta, marco de la alegría, transformarse en tragedia: accidentes, golpizas, alcoholizaciones. Es el marco de las soledades narcotizadas: La desmesura y el exceso ocultan el vacío. Pero también es una venganza ante las soledades masivas. Mucha gente crece y creció sola.