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Deportes 16 de julio de 2018

Entre Clairefontaine y Ezeiza, un abismo

por Vito Amalfitano

Modric y Mbappé. El croata fue el mejor jugador del mundial y el joven francés la rompió y pinta para ser un fuera de serie.

No estuvo entre los peores mundiales de ninguna manera. Quizá tampoco entre los mejores. Pero hubo varias pequeñas dósis de buen fútbol, esas por las que pedía limosnas Eduardo Galeano por las canchas del mundo.

No hubo un gran equipo que deje huella como la España de 2010, seguramente el mejor campeón del mundo de este milenio. Con el culto a la posesión esa selección de Iniesta y cía al comando de Vicente Del Bosque fue lo mejor que se vio en, por lo menos, los últimos veinte años.

A este cronista justamente le tocó ver en la cancha a esa España en Sudáfrica la misma cantidad de veces que pudo ver a esta Francia campeón del mundo en Rusia. Cuatro partidos.

El de Didier Deschamps fue el mejor equipo, sin dudas, no solo porque fue el campeón. Sino porque fue el de más orden, el que tuvo más claro sus objetivos. Francia trabajó muy bien sobre los espacios. Los cerró y los abrió de forma armoniosa.

Y contó con los intérpretes adecuados para ello. La mejor pareja de centrales del Mundial, también la más rápida, Varane – Umtiti. Kanté para cortar en el medio y dársela enseguida redonda al compañero, como un verdadero “Chicho” Serna francés. Pogba para distribuir con criterio y calidad, a partir de excelsa técnica para los pases cortos y largos. Su habilitación a Mbappé desde el campo propio fue un verdadero poema futbolero, y él terminó definiendo la jugada para convertir el tercer tanto. Y Griezmann para clarificar todo el frente de ataque y con la mejor precisión con pelota parada del Mundial. Y Mbappé, llamado a ser gran figura mundial, por como lleva “atada” la pelota en velocidad y por los cambios de ritmo que mete para desequilibrar hacia el último cuarto de cancha.

Luka Modric fue, efectivamente, el mejor jugador. Es un mensaje positivo para destacar de este Mundial, entre tantos posibles. Eligieron como el mejor futbolista del Mundial a un jugador que no pertenece al campeón. Pero que realmente hizo los méritos necesarios como para ser consagrado con el Balón de Oro, tanto como los que había hecho Eden Hazard, o Griezmann-Pogba-Mbappé. Messi también había recibido la distinción en 2014 sin ser campeón aunque en aquella oportunidad varios alemanes lo habían superado en el rendimiento global. En este caso Modric fue muy importante para su equipo en prácticamente todo el Mundial y fue un símbolo de Croacia: nunca se rinde.

No hubo un gran gran equipo como España ni una figura excluyente. Pero sí se vieron muy buenos equipos y buenos jugadores. Los cuatro semifinalistas, de hecho, con distintas características, son formaciones que tratan muy bien la pelota, con técnica depurada a la máxima velocidad. Francia más cerebral. Croacia con más coraje futbolero. Bélgica con más talento colectivo en ataque pero flaquezas defensivas. Inglaterra con orden y caudal de juego pero sin intérpretes de gran escala como para desequilibrar en el camino a Kane, el goleador.

Un juego da la posibilidad de resumir el Mundial en figuras. el equipo ideal de este enviado: Schemeichel; Vrsaljko o Meunier, Varane, Umtiti y Perisic; Pogba y Kanté; Griezmann, Modric, Hazard; Kane. El recurso de poner a Perisic en el lateral izquierdo es arbitrario. Pero ante la falta de un jugador brillante en ese puesto y al entender que Perisic no puede quedar afuera de un equipo ideal de Rusia 2018, se lo ubica allí porque igualmente siempre hizo todo el carril con suficiencia, más allá de su capacidad como extremo ofensivo.

El arbitraje de Néstor Pitana en la final no fue bueno. Y perjudicó abiertamente a Croacia. Incidió en resultado, al menos en el inicio. No hubo falta a Griezmann en el tiro libre que derivó en el gol en contra de Mandzukic. Perisic no pudo sacarse la mano cuando la pelota pasó a Umtiti, que lo tapaba, en el córner de Griezmann. Pitana consultó al VAR, pero él mismo vio la jugada y no tuvo autoridad para dejar sentado que nunca la mano buscó a la pelota.

Hubo por lo menos una decena de grandes partidos. México–Alemania, España–Portugal, Bélgica–Japón, Croacia–Inglaterra, Francia–Argentina, algunos de los mejores por distintas razones. La final no estuvo mal. También bellos goles. Nos quedamos con el atrevimiento del ruso Cheryshev en el segundo tanto a Arabia Saudita en el inaugural.

Argentina fue la gran decepción de este Mundial. No sorprendió que ello ocurriera. Sí las formas. El desastre en la cancha fue el producto, entre otras cosas, del caos de afuera. De la crisis provocada desde junio 2016 por la intervención irresponsable del gobierno nacional (así en el fútbol como en …) que derivó en una final de Copa América con la AFA acéfala, el cambio de tres entrenadores, la deuda por esos tres contratos, la pelea entre integrantes de cuerpo técnico delante de los jugadores y el grotesco del viaje y partido en Israel que no fue, entre muchas otras cosas…

En ese contexto, lo que más llamó la atención fue diferencia abismal que se vio de ritmo con la pelota, con más de una decena de equipos muy por encima de la Selección. Y el problema no es correr, sino la técnica. A más velocidad, hay que optimizar la técnica. Hay que volver a Menotti. O en todo caso a Pekerman, el último gran proyecto del fútbol argentino. Y trabajar desde la base, con los pibes, como en Clairefontaine, el Centro Técnico Nacional del fútbol francés, la cuna del nuevo campeón del mundo.

@vitomundial