El psiquiatra y poeta nacido en Mar del Plata comparte una serie de textos que se encuentra trabajando para la publicación de un libro.
El único desgarro
Hoy me separé.
Una corriente casi innata me obliga
a seguir mintiendo
Ni fue hoy, ni me separé.
Nos separamos.
Porque es de a dos el ejercicio
que sobrecarga el cuerpo
y sin descanso lo empuja hasta su muerte.
Ver los músculos de su cara
que se arrugan
se contraen y se dilantan
se cargan de moco, de sangre,
de lágrimas
mientras nuestro espacio
se vuelve mecánico y torpe
hedoroso y desgarrado.
¿Despúes de cuántas lesiones
se vuelve el cuerpo irremontable?
El amor infinito
Es una tarde totalmente aburrida.
El movimiento circular de la bombilla
genera un brebaje verdoso
similar al vómito hepático
de comida y alcohol escasamente procesados.
Para distraerme de viejos hedores
reparo en el ventanal de un edificio vecino
donde se produce una extraña danza.
Un tipo habla y realiza ademanes
(parece un presidente enojado).
Se para y luego se sienta.
Se tira los pelos y se exalta.
Por la contracción de sus facciones
debe estar gritando.
Una mujer sentada en el sillón,
de aspecto felino, inmutable
presenta hacia él movimientos más sutiles.
Nunca exagera. Espera cada pausa
del acalorado discurso
y se va quitando una prenda a la vez.
La vehemencia del hombre se volvió fogosidad,
un avance animal sobre la chica
que abrió sus brazos y sus piernas
para recibirlo.
Ahora se arañan, se escupen,
entre golpes gritan en una violenta cópula.
Pienso que quitar una vida
a veces puede ser un acto de amor.
Entomología
Este texto tiene que existir
en orden de que el gesto duela menos.
No soporto ver más rostros llorando
cuerpos torpes que muestran su dolor
como si fueran un gusano de carne y piel
con prolongaciones y apéndices raros
que se revuelcan y se retuercen
intentando adivinar los movimientos
que ilustran el dolor de una pérdida.
Hoy me miro en el espejo y el gusano soy yo.
Me tortura pensar hace cuánto tiempo soy esto.
¿Por qué el dolor ajeno no me moviliza?
Y cuando mi amada rompe en llanto y me dice
que ya no puede estar conmigo
desvío la vista como quien no quiere ver un accidente
me mantengo ajeno al momento
y me escondo en las pieles de un cuerpo
que todo lo rechaza.
Lucidez terminal
Las flores crecen
con sus tiempos elípticos
aún para el luto o el afecto.
El polen y el viento me funden con la pendiente.
El niño lleva un ramo
que adornará la tumba de su padre
o que tímidamente posará
sobre el lecho de su amor infantil.
A lo lejos el campo se pliega
como hojas en blanco.
Las flores contienen la tinta
con la que el niño dibujará hilos
que cerrarán el paso de antiguos desgarros.
Hombres modernos
Hay un hombre viviendo
en una caja
adentro de mi pecho.
Su juicio, binocular
computa imágenes
que en su mente estallan como fractales.
Imprime los conceptos
y talla en las paredes internas de mi cráneo
“tu madre no es tu madre”.
La documentación del expediente que me declara incapaz
aguarda oculta en los cajones de otro cuerpo.
El desterrado
Pisa tierra blanda
en incesante búsqueda
de ser salvado por reliquias ajenas
que nunca tuvo su familia.
Se hunde en la arena fría
y siente lo mismo que al mirar los rostros
de personas ordinarias:
una incómoda mezcla de dos totalidades.
Al impactar marca una herida
y la arena, deforme, imita su figura
que el agua incesante recompone
transformando ese suelo en una víctima imposible.
Lo impulsa un desproporcionado deseo
por joyas imaginadas que ha perdido
y que cuando las encuentre
va a saberse duplicado
como quien observa desde fuera su propio nacimiento.
Portales
Pienso en una palabra
al mismo tiempo que pierde su sentido:
agujero.
Noción de vacío
que evoca incorrectos círculos
y conecta dos espacios.
La realidad es un cúmulo de nada
interrumpida por objetos.
Ahora tiemblo ante su poder:
el de hacer presente
la incontable verdad.
¿Vio alguien más
la sangre que brotaba de ese agujero?
O fue una inconsistencia,
un error del entramado físico
como una herida de otra realidad.
Rendición
Mi existencia es solo la continuidad de otra
y la tuya, única, se erige sobre mí.
Nos recubre un esmalte adolescente
pero el ardiente brillo de tu nervio
avanza plomizo y debora los recuerdos
mientras que yo, tendido en abandono
solo espero que me alcance
la gracia de tus cenizas
Tiempo muerto (Barcelona)
¿A qué acontecimiento someto mi espera?
En un día que transita sobre otro
continuando su trecho sinusoide
deja su piel en los caminos del pasado
delatando al tiempo y su crueldad
una serpiente famélica
puede incluso realizar su propia muerte
Ramiro Alfaya es psiquiatra (graduado de la Universidad Nacional de La Plata) y poeta nacido en Mar del Plata. Actualmente se encuentra trabajando en un libro de poemas, en los que indaga su particular enfoque con pacientes con patologías graves.