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Opinión 30 de marzo de 2016

Europa desarticulada

Por Raquel Pozzi

La memoria tiene el poder de construir aquellas realidades sociales que se han institucionalizado a través de discursos hegemónicos que re-conceptualizan prácticas culturales ajenas a la percepción simplista y reduccionista de la erudición dominante ¿Qué entiende por Yihad? Aunque la definición literal de la Yihad en el mundo árabe islámico es “esfuerzo” que engloba la necesidad de la lucha interna y diaria de los hombres contra las pasiones y tentaciones que los distancia del “camino de Dios”, sin embargo dicha responsabilidad individual se convirtió en un deber colectivo por parte de grupos yihadista del S. XXI, los cuales solidifican una concepción diferente del “esfuerzo” rastreando selectivamente fragmentos del libro sagrado de los musulmanes para justificar y fortalecer su pragmática narrativa reclutando jóvenes en una de las cruzadas históricas religiosas más sangrienta, feroz y encarnizada contra “todo”. Sin embargo dejando de lado la ilustración conceptual es preciso aclarar que estamos asistiendo a un nuevo fenómeno “La globalización yihadista del S. XXI” que desde la visión occidental, alude a la “guerra santa” como acción violenta de grupos islámicos que en nombre de su religión o de una causa política construyen califatos como en Irak y Siria.
Una violencia inusitada que se expande como una enorme mácula de lodo y sangre desde África, un continente expoliado y empobrecido siglos anteriores; Europa del Este donde los estados intentan con dignidad sobrevivir a la desintegración de la URSS; y de Europa Occidental que en nombre de nacionalismos políticos y supremacía militar, muestran su poderío, dominando y conquistando. Desde la Francia de Charlie Hebdo a la Belgistanización en Bruselas, reluce la imprudente desarticulación de los estados europeos vapuleados por el terror que se adjudica a través de los atentados, el grupo islamista ISIS.
Ineficiente “máxima seguridad”
Bélgica señala con un dedo, la actitud diplomática inapropiada de Francia. Ambos estados hostigados por el fascismo islámico convergen por la falta de coordinación franco-belga en la búsqueda de los autores intelectuales de los actos terroristas. Teniendo en cuenta que uno de cada cuatro habitantes en Bruselas es musulmán, cuya mitad de la población vive debajo del umbral de la pobreza, que sólo un tercio posee empleo fijo y que gran parte de la comunidad musulmana se concentra en los dos barrios (Molenbeek y Shuman) dónde se centralizó el atentado, el escenario era propicio, pero nada hacía prever que sería con insolente provocación en la ciudad dónde alberga la mayor cantidad musulmanes y con el agravante de la envergadura política que significa ser la sede, de la Unión Europea. La falta de unidad y desconfianza entre los estados europeos cruzados por el fundamentalismo y la lucha por derrotar al terrorismo islamista, construye un escenario fatal aún en los fervientes deseos de armonizar la convivencia europea. El contexto es el más inapropiado para las divergencias entre Francia y Bélgica ya sea: por el caos económico debido a las dificultades que enfrentan varios estados de la eurozona; caos social por el efecto inmigratorio en masas y el caos político por el avance de la derecha xenófoba no sólo en Francia a través del partido Frente Nacional de Marine Le Pen sino en Alemania con el partido “Alternativa por Alemania” de la candidata Frauke Petry (miembro del Parlamento Regional de Sajonia) tercera fuerza partidaria alemana que logró captar a los electores de Renania y Sajonia y consolidar la radicalización social en clave reaccionario contra la política inmigratoria aperturista de Angela Merkel.
La falta de coordinación entre Bruselas y Paris salió de las sombras dando a luz la desinformación que ambos gobiernos poseían de sus propias maniobras de espionaje cuando el gobierno Belga se percata que Francia buscaba al mismo hombre, Khalid El Bakraoui, que perpetuaría los atentados en Bruselas. Las autoridades belgas no estaban informadas y los parisinos tampoco lo hicieron. La Unión Europea se ha transformado en un “atolladero”, generando en el imaginario de la sociedad global que la seguridad de una de las comunidades más potentes del mundo (UE) no es la que ofrecen los portales publicitarios: la de las impetuosas fuerzas militares aéreas, terrestres y navales incursionando en los conflictos de otros estados como Siria, Irak, Libia entre otros. La seguridad engrandecida de manera caricaturesca en la praxis sólo demuestra una gran vulnerabilidad por la falta de coordinación y solidaridad entre los estados afectados -que conforman la UE- por la incursión terrorista islamista.
El Kamikaze y la llave
Frente a la ausencia de soluciones existenciales en el contexto de las crisis tanto económicas como humanitarias que atraviesan los diferentes estados de Europa Oriental, Occidental y las regiones ricas en recursos pero empobrecidas poblaciones de África (Sudanesa; del Sahara; del Sudan), el islamismo elabora soluciones, fusionando la política, la religión y el misticismo. Esta tendencia medieval del extremismo violento encuentra en la desdicha de hombres, mujeres y niños, la posibilidad de trascender como mártires transformándose en Kamikazes que se inmolan en lugares vulnerables a cualquier tipo de seguridad-insegura. En esos cuerpos seccionados por el efecto de cinturones bombas han aparecido con frecuencia “llaves”. Esas llaves condensan la simbología de creer con fe intensa y la cruzada religiosa que realizan al inmolarse les abrirá las puertas del paraíso. Sin embargo esas individualidades que son cuidadosamente adoctrinados por la inteligencia islamista se transforman en nuevos sujetos revolucionarios en un mundo dónde la “guerra fría versión 2” ha comenzado a destellar no con las antiguas retóricas discursivas que rayano en las fronteras de alegatos agresivas de W. Churchill y J. Stalin de l945 sino en el resplandor nefasto de bombas que explotan allí donde puedes estar tú, lector de esta columna. Resplandor, fuego, cuerpos seccionados y sangre es el nuevo discurso violento, nefasto y fatídico de una versión nueva de una “guerra fría”, no de quienes la padecen sino de quienes la gestionan. Entre la dominación sigilosa de la más poderosa potencia EEUU y los pasos agigantados y ruidosos de la Federación Rusa de Vladimir Putin, el observatorio global sigue centralizándose allí dónde explotan las bombas pero omitiendo la hipótesis que tanto EEUU como la Federación Rusa se esfuerzan por demostrar al mundo que sus presencias son necesarias en Siria e Irak para calmar la furia incontenible de los extremismos que amilanan la paz global golpeando con crudeza a Francia y Bélgica, sedes de las dos revoluciones más importantes del mundo contemporáneo: La revolución francesa (Paris) y la revolución industrial (Bruselas).

* Profesora de Historia