Cultura

Fernando Aramburu: “No considero que con Patria haya alcanzado un horizonte”

Por Javier Castro Bugarín

La publicación de “Patria” posicionó su nombre en lo más alto del panorama literario español, pero Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) todavía se define como un escritor “torpe” e “inseguro”, que se enfrenta a cada nueva novela sin pensar en los éxitos del pasado.

“No considero que con “Patria” haya alcanzado ningún horizonte. “Patria” me ha procurado muchos lectores y por eso estoy agradecido, pero con posterioridad he abordado otros proyectos que han exigido mucho de mí y a los que me he consagrado con el mismo esmero”, afirma en una entrevista a EFE en Buenos Aires, adonde viajó para presentar su última obra, “Hijos de la fábula”, en la Feria del Libro de esta ciudad.

Siete años después de “Patria”, un libro que le cambió la vida y que consiguió infinidad de galardones, entre ellos el Premio Nacional de Narrativa, Aramburu reconoce que esa novela constituye un “recorrido creativo ya culminado”, cuya “enorme repercusión” está lejos de condicionar su labor como escritor.

“(“Patria”) no supone para mí ninguna losa, no condiciona mi trabajo de escritorio, de esto ya me encargo yo. Cada nuevo proyecto es un camino creativo nuevo y no dejo que ningún libro anterior vierta su sombra, positiva o negativa, sobre lo que estoy haciendo en mi escritorio”, subraya Aramburu, autor de más de una treintena de obras entre novelas, libros de relatos, poemarios, traducciones y ensayos.

Escribir con el “freno de mano” echado

En su última novela, publicada a principios de este año por Tusquets, Aramburu abandona el tono solemne de “Patria” para construir una historia repleta de elementos satíricos; una “vieja aspiración” del escritor donostiarra, que siempre quiso acercarse al “mundo de la violencia” desde una perspectiva humorística.

“Es un asunto (el terrorismo de ETA) del que no me puedo desprender, que me pide expresarme de forma literaria, y voy probando tonos y géneros. Ahora lo he probado con una sátira en la que hago mofa de unos ilusos con aspiraciones a héroes”, señala Aramburu al hablar sobre Asier y Joseba, los jóvenes protagonistas de “Hijos de la fábula”, quienes deciden fundar una nueva organización terrorista tras el cese de la actividad armada de ETA.

Aramburu confiesa que escribió esta novela “con el freno de mano echado”, calibrando cada palabra y cada frase con la intención de “no generar dolor” en las víctimas: “Esos son límites morales que asumo voluntariamente, y uno de ellos me impide hacer daño y ofender a quien ya sufrió mucho o fue ofendido”, asevera.

Y aunque está ambientada, como “Patria”, en los momentos posteriores al fin de los asesinatos de ETA (2011), Aramburu no pretendía hablar sobre terrorismo en “Hijos de la fábula”: su mayor interés como escritor está, precisamente, en la “diversidad del comportamiento humano” ante un contexto de violencia.

“Considerando que “Hijos de la fábula” es el tercer título de una serie, es probable que añada más títulos, pero no sobre terrorismo, sino sobre ‘gentes vascas’: paisanos míos que me son muy cercanos desde un punto de vista personal, pero también en sus costumbres, en sus hábitos y en sus sueños”, asegura.

Éxito de ventas en Argentina

Ese énfasis en la condición humana contribuyó a la fama internacional de Aramburu: traducida a más de treinta idiomas, “Patria” ha cosechado miles de lectores a lo ancho y largo del globo, especialmente en Italia y Argentina, países con una historia propia de terrorismo y violencia política.

“Las diecinueve ediciones de “Patria” en Argentina no se explicarían por el simple hecho de que el libro fuera bueno o estuviera bien escrito, sino que hay otros condicionantes que hacen que el libro sea significativo para muchas personas que no tienen nada que ver con el País Vasco”, manifiesta el donostiarra, quien percibe “mucho interés” por su obra literaria en Buenos Aires, ciudad que identifica con la “hospitalidad” y la “cordialidad” de sus habitantes.

Con 64 años cumplidos el pasado enero, Aramburu considera que aún tiene “algo que decir” como escritor, aunque es consciente de que su tiempo se “va agotando poco a poco”, en un mundo que “evoluciona rápidamente” y en donde “uno empieza a no comprender lo que le rodea”.

“Pese a que hago un esfuerzo por no quedarme atrás, llega un momento en que uno ya no puede seguir el ritmo de la época y empieza a perder contacto con la actualidad y con el presente; y probablemente no le queden ya más temas que la nostalgia y el pasado, lo cual también es legítimo”, sentencia el autor.

EFE.

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