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Gastronomía 5 de marzo de 2016

Fincas y viñedos al alcance del turista en los valles riojanos

De la mano de su varietal insignia, el torrontés riojano, la provincia tiene no una, sino varias rutas del vino.

Foto: Télam.

por Gustavo Espeche Ortiz

La Ruta del Vino de La Rioja permite al turista a disfrutar no sólo de los sabores y aromas de esta bebida, de la cual esta provincia es una de sus principales exponentes del país, sino también adentrarse en caminos que atraviesan la historia, paisajes, la cultura y el desarrollo presente de los riojanos.
De la mano de su varietal insignia, el torrontés riojano, que no tiene relación con el español sino que es de origen de esa tierra, la provincia tiene no una, sino varias rutas del vino, como la del Valle de Famatina y la de los Pueblos de la Costa (del cordón del Velasco).
En La Rioja conviven bodegas unipersonales, que producen no más de mil litros por año; otras familiares, de hasta 4.000, y las industriales, que los distribuyen a nivel nacional o exportan a países desarrollados como Inglaterra y Estados Unidos, o destinos exóticos como China.
La excelencia de los vinos riojanos encuentra explicación en una combinación de bondades climáticas, suelo y relieve, pero también en particularidades naturales y los factores geográficos.
El cultivo de la uva llegó a La Rioja de la mano de su fundador, el español Ramírez de Velasco, en 1591, y los sacerdotes dominicos y jesuitas fueron quienes comenzaron con la actividad en el Valle de Antinaco, actual Departamento Chilecito.
En el pequeño pueblo de Pituil, casi en el kilómetro 4.000 de la Ruta 40 en el valle de Famatina, Eduardo Castro trabaja solo en su bodega familiar, y produce unas mil botellas por año, que se consumen entre los casi 900 habitantes del lugar y alrededores.
Este vino artesanal y de fabricación unipersonal se llama “Don Horacio”, en homenaje a su padre, dijo Castro a Télam, durante una visita a su establecimiento, presente en el departamento Famatina desde 1902, por obra de su abuelo Segundo Castro.
En las afueras de Chilecito, otro pueblo aunque con aspiraciones de ciudad, Anguinán, tiene más de 30 mil habitantes y allí Pedro Céspedes inició también la producción artesanal con una pequeña viña que tiene al fondo de su vivienda.
Céspedes se define como “hacedor o elaborador de vinos caseros”, en su caso de la marca Cruces de Anguinán, en referencia a un cerro local con un circuito de peregrinación con cruces.
Él es uno de los creadores de la Asociación de Vinos Caseros de Anguinán, compuesta por pequeños productores que elaboran hasta 4.000 litros anuales.
En el otro extremo productivo, también vecino a la capital del departamento Chilecito, en Vichigasta, se encuentra Valle de la Puerta, una moderna bodega que produce unos tres millones de litros por año y exporta a los cinco continentes.
El establecimiento, creado en 1994 y considerado uno de los más avanzados a nivel tecnológico en Argentina, también produce aceitunas de diversas variedades, y los visitantes pueden hacer paseos a pie o en bicicleta por sus 900 hectáreas de viñedos y olivares y encargar la preparación de un asado para el almuerzo.
El gerente de La Puerta es Javier Collovati, un ingeniero agrónomo que aseguró a esta agencia que la mejor cepa del lugar es la bonarda, aunque como todos los establecimientos de la zona produce también torrontés riojano y otros varietales, como cabernet sauvignon.
En los llamados Pueblos de la Costa, a lo largo de la ruta provincial 75 y donde el verde de los valles contrasta con el suelo rojizo y las montañas azuladas, hay también numerosas bodegas familiares.
Algunas son Finca Lomas Blancas, en Sanagasta, que era de producción artesanal y ahora entró en el nivel industrial, o Casa India, en Agua Blanca, que se suman a los 114 productores de vino caseros de La Rioja sobre los 900 que hay en todo el país.
En Aminga, cabecera del departamento de Castro Barros, el turista puede visitar una histórica bodega que estuvo 30 años abandonada y en 2012 fue puesta nuevamente en funcionamiento.
Se trata Bodega y Fincas Aminga, originalmente una cooperativa fundada por Juan Domingo Perón para regular los vinos de la zona, reabierta a través del sistema Sapen, una sociedad anónima con participación mayoritaria del Estado, en este caso del 99%.
El empresario asociado es Raúl Chacón, quien gerencia la bodega que en 2015 produjo 130 mil litros de vinos bonarda, malbec, cabernet y torrontés riojano.
Su marca estrella es Febrero Riojano, un torrontés que obtuvo varios premios nacionales, y según Chacón “busca ser la expresión riojana, al punto que en las etiquetas van obras de arte de artistas de nuestra provincia”.
Chacón también organiza paseos por los alrededores, entre los cerros cargados de cardones, con vistas a restos arqueológicos, y se puede encargar un almuerzo en su finca.
La Ruta del Vino también atraviesa otras localidades, como Nonogasta, Villa Castelli, Vinchina, Anillaco, San Blas de los Sauces y Sanagasta.

Télam.