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Policiales 25 de agosto de 2018

“Fuimos las personas más odiadas de Mar del Plata, y lo seguimos siendo”

Héctor Picart (56) fue acusado de abusar y maltratar hasta la muerte a su bebé. También su mujer Lucía Sosa (36). Durante casi dos años estuvieron presos pero el viernes la Justicia dijo que eran inocentes. Su verdad en un diálogo exclusivo con LA CAPITAL.

Por Fernando del Rio

Héctor Picart (56) es un hombre que busca paz y que nada lo conforma por ahora. Desde el viernes, cuando junto a su mujer Lucía Sosa (36) fueron absueltos de la horrenda acusación de violar y matar a su bebé Yazmín en 2016, lo intenta. Una de las primeras acciones que se había prometido fue salir a contar su verdad.

Abrigado por una campera y una bufanda que nunca se sacaría durante toda la charla, Picart saluda y, aunque aparece por sorpresa, no es necesario que se presente. “Soy yo, doy la cara, no me escondo. No quiero la libertad, quiero justicia porque a mí no me sirve la libertad y tener que andar escondiéndome de la gente. Quiero que se sepa la verdad, quiero mirar a la gente a la cara y no andar bajando los ojos cada vez que la gente me mira”, dice Picart.

La charla se propone abierta y sin condiciones. “No hay problemas, yo quiero que se sepa todo -señala el hombre. Que se sepa que se tardó mucho tiempo en darnos justicia porque desde el primer día la fiscal Sánchez y el médico Cerillano (NdP: el médico autopsiante) sabían que no tenía nada la nena cuando entró al Materno, sin embargo prefirieron acusarnos de algo que era totalmente espantoso. Más para un padre acusarlo de eso. Fuimos las personas más odiadas de Mar del Plata y lo seguimos siendo, me parece”.

-La Justicia los absolvió a usted y a su mujer. ¿No le alcanza con eso para sentirse tranquilo, en paz?

-Los jueces dijeron que nosotros no hicimos esto, nosotros lo supimos siempre, y sin embargo la gente sigue diciendo barbaridades. Es un infierno. Estamos en la calle, no tenemos nada, perdimos todo… Pero lo peor es que tenemos escrito acá -se golpea con la palma de la mano en la frente- la palabra “asesino”. Por más que nos declaren inocentes estamos manchados de por vida. Van a decir esos fueron los que mataron y violaron a la bebé.

-A ustedes se les había muerto otra bebé tres años antes, les habían quitado a sus hijos y en ese momento pasa lo de Yazmín… El prejuicio muchas veces se respalda en habladurías, otras veces se produce por decantación, por sentido común…

-Mire, todo empieza con la muerte de mi hija Candela hace 5 años atrás. Estuvo la doctora Sánchez y también el médico Omar Cerillano. Nosotros venimos con una especie de prejuicio tanto del Materno Infantil, como del tribunal de Familia y la doctora Sánchez. El problema era que mis hijos tenían problemas respiratorios y nosotros somos una familia humilde, no podíamos hacer otra cosa más que llevarlos al Materno. Pero la gente del Materno en lugar de hacerse cargo se le ocurrió decir que mi mujer tenía Munchausen. No los atendían, les hacían nebulización, los mandaban a mi casa y a las horas teníamos que volver.

-¿Los nenes siempre estaban enfermos? ¿Eso no le causaba inquietud, preocupación a usted?

-Son nenes… Lo que sé es que el hecho de concurrir demasiadas veces al Materno les molestaba a los doctores, como que los chicos tenían una especie de maltrato y tenían un riesgo social. Sí, mis hijos fueron muchas veces internados pero todas las veces fueron por causa justa. No creo que un médico le haga caso a una madre que dice quiero que lo internen. Muchas de las internaciones fueron por observación, de solo 24 horas. De seis hijos que tenemos solo un nene se lastimó, al caerse de la cama mientras jugaba con su hermanita. Se hizo una fisura en la cabeza. Jamás los maltratamos. Pero nos dicen que somos negligentes y maltratadores.

-En la muerte de Candela, en 2013, encuentran cocaína en sangre en un estudio dentro del Materno.

-Sí, pero después se comprobó que estaba mal eso. Cuando nace Candela en 2013 llega con problemas respiratorios y siempre que la llevábamos al Materno le daban Salbutamol y a la casa, Salbutamol y a la casa. Candelita se murió en el Materno después de estar internada 5 días, pero en el segundo día aparece que tenía cocaína en la sangre. No podía ser, ni yo ni me señora fumamos. Ni tomamos. Nada. Ese mismo día nos ofrecimos a la fiscal Sánchez para que nos hagan estudios. Pero nunca nos imputaron. Todo esto lo explico porque por eso pasó lo de Yazmín en el Materno. Por la supuesta cocaína, hasta que se certificara lo que había pasado, el juzgado de Familia nos sacó a los demás nenes. Ahí empezamos a hablar mal del Materno, por Canal 10, por la radio, y cuando llevábamos a los nenes decían que mi mujer los enfermaba.

-La acusación que recibieron fue de que habían abusado sexualmente y maltratado a Yazmín hasta la muerte…

-Sí… Pero, ¿sabe qué? yo siempre tuve fe, creí en Dios, y supe que no tuvimos nada que ver. Cuando entregamos la nena en el Materno, los tres médicos, todos dijeron que no tenía ningún golpe, nada externo. Pero dijeron que debido a los supuestos maltratos “de estos padres” le revisaron las nalguitas y no encontraron nada. No encuentran lo que después vieron en la foto. Los tres médicos declararon. Ahí se empieza a revertir lo que había dicho Cerillano en la autopsia. Con eso de la injuria anal. Las médicas de La Plata, una de ellas que es especialista en pediatría, le dijo a Cerillano que parecía que no había leído ni la historia clínica de la nena.

-¿Por qué se escaparon cuando sucedió lo de Yazmín?

-Nosotros nos escondimos, no escapamos. Fíjese, la madrina de la nena declaró que ella nos quería matar al enterarse de lo que nos acusaban. Ante el temor de que a mi mujer le pasara algo y al revuelo que se había armado en minutos nomás, decidimos escondernos. Nunca nos quisimos ir de Mar del Plata. Queríamos contactarnos con el abogado que habíamos empezado a tratar para demandar al Materno por lo de la falsa cocaína y el mal diagnóstico de Candelita.

-¿Qué hicieron?

-Estuvimos en un campo. La primera noche me acuerdo que se largó a llover y conseguimos una bolsa negra, de consorcio, y nos tapamos con eso, abajo de un árbol. Los días siguientes estuvimos en unos pajonales. Cada vez que veíamos los teléfonos veíamos las noticias y las cosas que decían de nosotros. ¡A la bebé nosotros no le habíamos hecho nada! Al quinto día, cuando estábamos con hambre y frío, nosotros le llamamos a la policía y le dijimos que nos entregábamos. Estábamos en una loza grande en Colón al fondo.

***

A Picart le jugó en contra su propia vida. Aunque siempre fue un hombre trabajador, tenía antecedentes. Había sido condenado en Azul por abuso deshonesto contra su propia pareja pero sin prisión. Meses después, se enteró que esa mujer, madre de un hijo suyo, era golpeada por su nuevo novio y la quiso defender. Lastimó a ese hombre. Lo acusaron de lesiones y debió cumplir 11 meses preso en el penal de Barker. También la muerte de su primera hija y la judicialización de los anteriores hijos dieron forma a una idea de padres desalmados y violentos.

-Le aseguro que no nos dejaron criar a nuestros hijos. No somos así. Jamás le haríamos nada. Yo ahora daría mi vida por tener a los dos que están en Gesell y la ONG EnRed nos va a ayudar en la revinculación. Yo con el tema de Azul me equivoqué, lo reconocí y lo pagué. Pero a Yazmín no le hicimos nada.

-¿Cómo fue su estadía y la de su mujer en la cárcel?

-Estuvimos en el infierno. Al entrar con una carátula tan jodida, con los códigos tumberos… imagínese. Mi señora la pasó peor que yo. Yo estaba en el pabellón 9, el pabellón cristiano. Ahí hay gente con carátulas jodidas, varias veces me corrieron para pegarme, me tiraron puntazos pero no me pegaron. Mi mujer me contó muchas cosas que terribles que le pasaron. Me dijo que eran cosas que veía en las películas y no creía que podían pasar. Pero a ella le pasaron. Que la manosearan, que la intentaran abusar, sufrió abuso físico y psicológico.

Por momentos Picart reprime el llanto. Recién el viernes próximo se conocerán los fundamentos de la sentencia del tribunal Oral N°3 y podrá saberse más de la absolución. Del fallo que le hizo recuperar a la pareja un poco de la paz perdida.