Cultura

Gabriela Exilart: “Lloré mucho mientras investigaba para esta novela”

La escritora y abogada marplatense, éxito de ventas en cada uno de sus libros, se arriesga a cambiar de registro con el policial "Pulsión". Editada por Sudamericana del grupo Penguin Random House, la novela fue escrita como una catarsis después de hechos de resonancia nacional que incluso en estos días están siendo juzgados. Una novela para leer en una sentada.

Por Dante Galdona

Los excesos, la violencia, el sentido o sin sentido de cierta pertenencia a un grupo, la confusión entre lealtad y amistad, los límites y el desconocimiento de las consecuencias de las acciones propias, un mar revuelto donde naufragan tanto adultos responsables como adolescentes. Gabriela Exilart ficcionaliza un hecho que podría aparecer en las noticias policiales. “Pulsión” es una novela sanguínea, tanto por su escritura como por el relato. Agobiante, al calor de un verano lejos de ser festivo. Dice que “ninguno de los personajes es el mismo al final de la historia”. Tampoco el lector después de la última página.

-Una novela distinta a todas las demás, ¿cambiaste de registro?

-Podría decir que sí, es una novela totalmente diferente, pero el cambio no fue consciente. Esta historia la escribí como una necesidad personal de enfrentar un tema que me causa terror, que padezco todas las noches cuando mis hijos salen, como es la violencia a la salida de los boliches. Y lo que empezó como una catarsis terminó convirtiéndose en una novela.

-Es imposible no reflexionar sobre la crianza de nuestros hijos, a veces el ejemplo no es todo.

-La escritura de esta historia me llenó de reflexiones y también de preguntas: ¿conocemos verdaderamente a nuestros hijos? ¿Sabemos qué hacen cuando no están con nosotros? ¿Cuán fuertes son las bases que construimos para ellos? Y todas estas preguntas se las fui trasladando a Ada, una de las voces de Pulsión, esa mamá que un domingo se levanta y se encuentra con una noticia tremenda que tiene por protagonista a uno de sus hijos.

-¿Vivimos en una sociedad violenta naturalmente o hay circunstancias especiales que no podemos evitar?

-Esa es una pregunta que ha desvelado a pensadores desde hace muchos años. Recuerdo cuando estudiaba Derecho, pensadores como Hobbes, que creía que el hombre era malo por naturaleza, en contraposición con Rousseau, que creía que era la sociedad la que corrompía al hombre. Hace poco releí una novela que había leído hace muchos años, Malevil, de Robert Merle, que cuenta sobre un grupo de sobrevivientes a una bomba nuclear. Son hombres comunes, pensantes, y sin embargo, deben recurrir a la violencia en la lucha para sobrevivir. Esa sería una circunstancia especial inevitable, la supervivencia. Pero en nuestro diario vivir, creo que la violencia pasa por otro lado, por las desigualdades, el resentimiento, el desprecio por la vida.

-Sabemos que la novela es ficción, pero coqueteás con el género non-fiction. ¿Es una decisión para mantener al lector en cierto grado de asombro, de estupor?

-En este caso, lo que escribí no fue en un principio pensado como novela, fue algo para mí, íntimo, terapéutico, para poder hacer frente a las noticias, pero evidentemente, en un punto, emergió la novelista, porque sobre el final de la historia me di cuenta de que yo misma, como lectora, necesitaba esa dosis de intriga, de perplejidad.

-La pregunta es inevitable: ¿dónde está el límite de cada personaje?

-Creo que el límite de cada personaje es su conciencia, pero también sus necesidades. En esta historia, muchos han perdido o avasallado su conciencia. Ninguno de los personajes es el mismo al final de la historia, han mutado, muchos de ellos, a formas que no les gustan, pero que fueron necesarias según sus circunstancias. Los discursos de los personajes también van cambiando a lo largo de la novela, y Ada es el gran ejemplo, comienza pidiendo un castigo cruel para los agresores y se termina convirtiendo en una persona absolutamente garantista de los derechos de los detenidos.

“En nuestro diario vivir, creo que la violencia pasa por otro lado, por las desigualdades, el resentimiento, el desprecio por la vida”.

-Sabemos que hay un abogado que no tiene límites, sabemos los que rompió Ada, los dudosos de Magda, los del hermano, los del padre, de casi todos los personajes principales y secundarios. Los límites que no conocemos son los de este chico, Damián. ¿Tiene?

-Damián es un personaje que casi no tiene voz propia, es contado por los demás, por su madre y sus amigos. Hay pocos diálogos con él, pero ese mínimo pantallazo nos muestra un joven que ha perdido el norte.



-¿Veremos a Damián alguna vez en algún otro libro?

-No lo creo, esta historia para mí ya está cerrada.

-¿Qué costo emocional implicó esta historia para vos? Asumo que no fue gratis, que de esta historia no se vuelve igual que antes de escribirla.

-Fue duro escribirla, lloré mucho mientras investigaba, mientras me ponía en el papel de esa madre. No hubiera podido escribirla desde el punto de vista de la madre de la víctima, esto ya fue desgarrador. Me dejó con más preguntas que respuestas en relación a mis propio hijos, más atenta, pero también más cercana.

“Siempre aconsejo que para escribir hay que leer mucho, y leer de todo, no encasillarse en el género que más nos gusta”.



-Van más de diez libros y cada uno es un best seller. ¿Cuál es la fórmula?

-Escribir desde las entrañas, con fuego en el interior, con pasión. Si no siento eso, prefiero no escribir.

-¿Qué estás escribiendo ahora y qué esperamos para después de “Pulsión”?

-Ahora no estoy escribiendo porque no siento esa llama que necesito, después de todo lo que escribí en 2020 caí en una especie de letargo. Pero la producción de ese año fue poderosa, escribí mucho, era una manera de pasar ese primer año de pandemia, de escaparme de esa realidad angustiante e inesperada. Lo próximo será una novela histórica, que es la continuación de “El susurro de las mujeres”.

-¿Cómo van tus talleres? ¿La gente que se acerca pretende escribir igual que vos o prefieren encontrar su propia voz?

-Los talleres son maravillosos, disfruto mucho de ellos. Este año 2022 coordiné varios y de todos he aprendido. La gente que se acerca tiene muchas ganas de escribir, algunos para publicar sus historias, otros para explorar su creatividad o como algo más bien terapéutico. Hay de todo. Yo siempre trato de que cada uno encuentre su propia voz, si bien jugamos a imitar estilos (no el mío), no deja de ser un ejercicio. Todos en nuestros inicios quisimos parecernos a ese escritor que admirábamos, pero eso no es genuino, y yo intento que cada tallerista encuentre su tono.

-¿Qué recomendás en ese aspecto?

-Siempre aconsejo que para escribir hay que leer mucho, y leer de todo, no encasillarse en el género que más nos gusta. Leer textos que nos resultan difíciles también nos ayuda a crecer como autores.

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