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Cultura 24 de julio de 2018

Grandes libros, pequeños lectores

Balada del aullador, de Gustavo Roldán. Ilustraciones: Juan Lima, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Calibroscopio 2016, 40 páginas

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por Carina Curutchet

“(…)
Digo tu nombre
y la palabra
en vano
resuena en las ventanas”
(“Palabras”)

Qué decir de Gustavo Roldán que el lector no sepa. Cuentista y ensayista chaqueño, creador de personajes entrañables, como el sapo o el piojo, los dragones o las pulgas, dejó una huella imborrable (de esas que orientan otros pasos y marcan nuevos caminos) en la literatura argentina para niños. Pero, en esta oportunidad, a través de Balada del aullador, tenemos acceso a su faceta como poeta. Si bien la poesía está presente en su escritura, y, por eso, podemos reconocer rasgos de su pluma en estos textos, su obra poética no había sido muy difundida.

El poemario está prologado por Lucía Robledo, especialista que ha sido muy cercana al autor y que describe esta balada como “un rezo profano que no pide sosiego ni alivio, sólo busca un lector cómplice para transitar el desconsuelo de sus versos” (p. 10).

Efectivamente, la ausencia, la tristeza, la furia, la memoria, atraviesan lo cotidiano. Las estaciones del año se suceden inevitablemente, mientras algunas cosas cambian y otras, no: “Pronto llegará el otoño/ porque siempre/ aunque vos no estés/ vuelve el otoño/ y otra vez caen las hojas de los/ árboles/ con su pequeño vuelo/ hacia el olvido” (“Las hojas muertas”). La Historia de nuestro país, siempre presente en su literatura, aparece en varios de sus poemas, pero de manera más explícita en algunos en particular, como “1976/1990”, donde se refuerza la necesidad de mantener viva la memoria. Cierra el libro un poema llamado “Disfraces”, cuyos últimos versos sentencian: “No es fácil para un lobo/ sobrevivir en medio de la gente”.

La edición es muy bella, el libro es pequeño y se percibe profundo, íntimo. El negro de la tapa contrasta con el color intenso y vibrante de la ilustración y del título. En las ilustraciones se aprecia el trabajo con la dirección y el grosor de las líneas, con los espacios en blanco. Dentro del libro, algunas de ellas están impresas en papel vegetal, las cuales, superpuestas sobre los textos nos hacen pensar en el diálogo entre lenguajes, en las capas de sentidos, en lo que se ve y lo que se oculta, en múltiples formas de leer.

Para disfrutar de una lectura diferente, paladear cada palabra y dejarnos envolver por los aullidos de este lobo solitario que no quiere callar.

(*): Integrante de la ONG Jitanjáfora.