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Cultura 30 de julio de 2018

Grandes libros, pequeños lectores

Cicatrices, de Marcelo Birmajer, ilustraciones: Gustavo Aimar, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Calibroscopio 2014, 32 páginas.

La tapa del libro "Cicatrices".

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por Carina Curutchet

El diseño de la tapa de Cicatrices es de aquellos que nos invitan a abrir el libro con la promesa de que allí dentro habrá un mundo mágico por descubrir: la tipografía del título, atravesada por una potente imagen; dos rostros humanos de mirada intensa recortadas sobre un fondo azul profundo; texturas y colores que nos llevan a detenernos en cada detalle y que anticipan una estética cautivante.

Al abrirlo, una bella letra capital introduce una de las fórmulas de inicio más reconocidas por los lectores: “Hace mucho tiempo vivía en una aldea que no conocemos…” Como esperaríamos de todo cuento tradicional, a continuación el narrador nos presenta al héroe y nos cuenta también cuál será su objetivo, meta o deseo por cumplir.

Sin embargo, a partir de aquí, la trama, los personajes y la construcción del mundo narrado van adquiriendo una profundidad que se aleja de las figuras estereotipadas de este tipo de relatos para sumergirnos en una historia que nos invitará a reflexionar desde la pregunta, la duda, los temores, las inseguridades… Pero también desde el amor, la valentía, la memoria, y, principalmente, la palabra.

“¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?” pregunta un mago al joven que le pide con desesperación que le quite las cicatrices de su rostro para poder, así, acercarse a su amada. De eso se trata esta historia; de eso y mucho más. ¿Qué representa cada una de las cicatrices de este muchacho, qué dicen sobre su vida, sus actos, sus decisiones?

Pero, al mismo tiempo, ¿cómo son leídas por los otros? ¿Podrían ser motivo de rechazo por parte de una vanidosa y bella joven? ¿Hasta qué punto lo que se ve importa más que lo que se lleva guardado en el corazón?

Como anticipamos, las ilustraciones de Gustavo Aimar contribuyen a crear un clima de época, especial para esta historia. La técnica del collage permite jugar con múltiples texturas, inclusive con fragmentos de textos; en la composición de cada página, podemos encontrar guiños, continuidades, objetos que se repiten y detalles que sólo descubriremos en sucesivas lecturas.

Este cuento de Marcelo Birmajer forma parte de su reconocida novela El alma al diablo, publicada en 1994. La edición de Calibroscopio, que forma parte de la exquisita colección “Líneas de arena”, abre caminos para que esta historia se encuentre con nuevos o renovados lectores y genere infinitas lecturas.

(*): Integrante de la ong Jitanjáfora.



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