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Cultura 16 de junio de 2019

Grandes libros, pequeños lectores: La sueñera

por María José Troglia

Vayamos al rescate de un libro que ya podemos considerar un clásico de nuestra literatura: La sueñera de Ana María Shua ha tenido diversas ediciones desde su publicación en 1984 y es ya un libro casi de culto para los seguidores de la microficción. También es, desde que lo editara Alfaguara en 1996, un libro del que se seleccionan textos para leer con los chicos en muchas escuelas secundarias de nuestro país.

La sueñera es una serie de 250 microficciones hiladas por un tema y por unos recursos comunes: el sueño, la vigilia, el insomnio se ponen a jugar y a partir de lo que parece en primer lugar un ejercicio casi inocente del lenguaje (algunos pueden creer que escribir microficciones es sencillo) comienzan a desplegarse complejas, interesantes estrategias de la ficción: las historias cruzan el mundo onírico con lo cotidiano, con las referencias intertextuales, las alusiones culturales, dialogan con otros géneros, algunos de la vida diaria, como las instrucciones, hablan de sí mismos, del acto de crear (soñar), de cómo se escribe.

La agudeza característica de Shua logra desenvolverse a veces en sólo dos líneas, hay sorpresas, inversiones, paradojas, cambios de perspectiva, humanización de objetos, juegos lingüísticos, remates absurdos, surrealismo, elementos fantásticos, ironías, muchas ironías.

Algunos botones de muestra:

49

El sector de mis sueños está bien protegido. Doble cerca de alambre de púas, dragones con cola de perro, centinelas armados. Sin mi permiso no dejan entrar a nadie. A mí, en cambio, me meten a la fuerza.

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Abro la sigilosa puerta de mi habitación para sorprender la conversación de las muñecas. Ellas, sin embargo, están calladas, están desnudas, están quietas. Su inmovilidad no me asombra, pero me tranquiliza. Hace ya dos días que están muertas.

Este es un libro para leer y releer. Será por eso que muchos lo han estudiado y que tiene distintas ediciones. Un libro que podríamos leer antes de irnos a dormir, o recordar mientras dormimos, o soñar cuando estamos despiertos y luego preguntarnos si la realidad existe o solo está en los libros y en los sueños.

(*): Integrante de la ong Jitanjáfora.



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