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Cultura 3 de abril de 2024

Grandes libros, pequeños lectores: “Los mocos de la furia”

Reseña del libro escrito por Liliana Bodoc e ilustrado por María Wernicke.

Liliana Bodoc.

“Los mocos de la furia”
Liliana Bodoc
María Wernicke (ilustradora)
Buenos Aires
Siglo XXI
2024

Por Elena Stapich (*)

Este libro cierra con un postfacio elaborado por Galo Bodoc -hijo de la escritora-, que nos permite enterarnos de que Liliana Bodoc había leído la historia contada en “Los mocos de la furia” en el marco de la conferencia inaugural del Filba 2017 (Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires). El contexto fue una disquisición acerca de la furia, sus diferentes clases y motivos, su función y sus efectos. La historia es la elaboración literaria de un recuerdo de infancia.

En los tristes tiempos que siguieron a la muerte de su mamá, la nena que asume la voz narradora -superpuesta a la de la escritora- nos cuenta de su convivencia con la abuela y con el papá, que trabajaba como jefe del laboratorio de una fábrica. La narradora comienza diciendo: “Y bien, aquella furia de mis nueve años quiso ser divina”. Es como si continuara una conversación ya comenzada. Lo cierto es que, en su relato, el padre invita a su jefe a cenar a la casa y la hija es testigo del esfuerzo y la dedicación puestos por la abuela para homenajearlo.

Los mocos de la furia

Pero, tristemente, el invitado no solo no demuestra agradecimiento, sino que tiene un gesto descortés en el que la nena lee desprecio hacia quienes lo han recibido en su casa. Reacciona con un ataque de furia. Gritos, lágrimas y mocos la expresan. Los adultos ensayan una justificación vinculada con el duelo por el que atraviesan. Tal vez algo de eso pudo haber, pero el episodio parece ser uno de esos momentos en que la infancia queda interrumpida por la brusca revelación de un aspecto de lo real que resulta intolerable.

El cuento está ilustrado por María Wernicke con tonos de grises, morado, negro. Por tramos asume la forma de una historieta sin palabras. Llegado el momento crucial de la historia, realiza un zoom sobre un detalle que resultará ser importante para el desenlace. Wernicke recrea un clima de cierta melancolía, como lo ha hecho en algún otro libro de su ya numerosa producción.

Ciertamente, no es una historia leve con final feliz, pero sí una que facilitará la reflexión y el intercambio en torno a temas insoslayables.

(*) ONG Jitanjáfora. Redes sociales para la promoción de la lectura y la escritura.



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