En "Volkgeist, amor y capitalismo", el autor reflexiona sobre el amor y su configuración dentro del capitalismo, sobre las viejas y nuevas formas de las relaciones afectivas.
Por Dante Galdona
Guido Arditi es escritor y licenciado en Filosofía, en su libro “Volkgeist, amor y capitalismo”, aborda la vinculación entre el sistema de producción capitalista y las relaciones de amor que se configuran bajo sus términos. En una charla con LA CAPITAL, el autor ofreció algunos conceptos más sobre este tema.
-Hablás del amor romántico y su inserción dentro del capitalismo. Surgen dos preguntas, ¿antes del capitalismo cómo definirías el amor?
-En el libro afirmo que en las sociedades premodernas se pensaba y se actuaba en constante referencia al grupo de pertenencia, desde “la perspectiva del nosotros”. Por lo que los márgenes de elección eran —como puede suponerse— mucho más estrechos de lo que son en nuestros días. Es por esto que sostengo en parte que la individualidad, tal como la conocemos, es una invención moderna.
Al mismo tiempo, con el Capitalismo surgió lo que Charles Taylor llamó “afirmación de la vida corriente”. Con la Modernidad aparece un ethos de raigambre liberal, que tiene que ver con la percepción de la individualidad como autónoma y desvinculada, capaz de vincularse a través de la celebración de contratos basados en el consentimiento voluntario entre individuos —al menos formalmente— iguales. Por todo esto, se abre paso un inédito interés por el yo y su interioridad. El amor romántico moderno —como dice Bauman— lo que hace es que “arranca a otro entre ‘todo el mundo’” y lo reviste de importancia. Por todo esto es que el matrimonio comienza a estar basado en el afecto, en la emocionalidad, y en el valor amoroso de la relación.
A su vez, el amor romántico ahora viene a satisfacer la necesidad de arraigo y estabilidad propias del sujeto atomizado moderno liberal.
Estas cuestiones se ven dotadas de una importancia sin precedentes en la historia premoderna. Pero esto no tiene que ver con la presencia/ausencia de determinados sentimientos, sino de la importancia que se les otorga, y el lugar que implican en la construcción de las relaciones.
-En cuanto a esa relación entre el amor y el capitalismo, en las experiencias socialistas (URSS, Cuba, China, Laos, Corea del Norte) ¿el amor tiene otra configuración?
-Bien al comienzo del libro explícito en qué modo voy a considerar al Capitalismo, y aclaro que me voy a centrar en el modo de —como decía Marx—“producir y reproducir la existencia”. Es decir, en los modos de producción y las formas de existencia que este sistema propone, posibilita e incluso fomenta.
Entiendo desde dónde viene tu pregunta, pero me parece que obedece a un error de base. Llevo años escuchando pseudo-debates (muchas veces en redes, por supuesto) acerca de si China es un país “Comunista” o “Capitalista”. El problema radica justamente en intentar aplicar conceptualizaciones “viejas” a configuraciones político-sociales nuevas. Creo que China (por tomar uno de tus ejemplos), no obedece estrictamente a ninguna de las dos caracterizaciones que mencionaba. Creo que quizás la definición que mejor le sienta es la que se le adjudicó en algún momento a la ex URSS, de “Capitalismo de Estado”. Dicho esto, me parece que este “Capitalismo de Estado” —como puede suponerse— no suprimió por completo las relaciones sociales capitalistas. Y siendo que en el libro me centro en los modos de vida y de producción que un determinado modo de producción propone y propicia, me parece que así considerado, no existen grandes diferencias entre el trabajo y la producción bajo un modelo “estrictamente” Capitalista, o bajo uno que pueda ser denominado como “Capitalismo de Estado”.
-¿Y en cuanto a estadíos previos al capitalismo? ¿Qué tan distinta era la experiencia amorosa?
-La “experiencia amorosa” justamente, no era considerada como condición necesaria dentro de una unión conyugal, (incluso sigue sin serlo en algunos países). Lo que sucede en la Modernidad Occidental es que el amor conyugal comienza a ser percibido como un elemento sin el cual la vida ya no puede ser plenamente vivida. A ser considerado como una parte crucial de que la vida sea valiosa y significativa. Tanto es así, que incluso la felicidad o la realización personal comienzan, como nunca antes en la historia, a ser buscadas en la intimidad doméstica.
-¿Hoy en día es posible pensar otra forma de amar, de construir un vínculo afectivo por fuera de los mandatos que impone el sistema?
-Hoy en día las formas de amar están siendo pensadas y cuestionadas quizás más que nunca antes en la historia. A mi modo de ver esto representa que el paradigma propio del amor romántico se está resquebrajando. Porque cuando un paradigma se encuentra saludable, en vigencia, operando y funcionando, es invisible. No se lo cuestiona porque no se lo nota. La mera posibilidad de que sea puesto sobre el tapete, se reconozca y distinga su presencia, es evidencia de su resquebrajamiento. Yo siempre digo que el pez se entera de que vive en el agua sólo cuando alguien lo saca de ella. Y el hecho de que el amor romántico esté siendo creciente y constantemente cuestionado, es un síntoma propio de un paradigma en decadencia.
-Hablás en un capítulo sobre la centralidad del sexo. ¿Cuánto influye en la concepción del amor y qué elementos juegan en esa concepción?
-La inestabilidad y la incertidumbre laborales propias del Capitalismo Tardío o Avanzado, comienzan a erosionar las posibilidades y capacidades de realizar planes a largo plazo, inaugurando la aparición de una mentalidad cortoplacista que se convierte en la práctica y política de vida por antonomasia. Esto se hace extensivo a las relaciones personales, donde la expectativa de vida de los vínculos se ve acotada, y el amor, si se quiere, se vuelve un vínculo más transitorio. Las subjetividades posmodernas, al ver acotadas sus posibilidades reales de realizar planes a futuro, terminan por privilegiar sus caprichos por sobre sus deseos. Todo esto da lugar a una estrategia existencial de corte hedonista que considera el placer como el fin supremo, a la creencia de que lo único que puede hacer tolerable la vida es vivir para el momento.
Así es que las relaciones comienzan a asemejarse más a un artículo de consumo, que a algo a ser producido. Se establecen para obtener satisfacción.
A partir de aquí es que el culto al sexo se presenta como un modo de empoderamiento, a través de cierta idea de independencia y libertad. Esto se afirma y practica a través de una suerte de ascetismo sentimental, donde se practica la falta de compromiso como estrategia de autopreservación.
En mi opinión la revolución sexual postula una suerte de falsa libertad; justamente porque es una libertad limitada por un dispositivo determinante. Y, obviamente, no logra aportar un consuelo real frente a la alienación sistémica.
Hoy más que nunca hay que tener en cuenta que el fetichismo por la libertad, rara vez nos hace, de hecho, más libres.
-Harías un diagnóstico y un pronóstico del estado actual de las relaciones amorosas. ¿Hacia dónde van y cómo creés que influyen los adelantos tecnológicos en ese sentido?
-La tesis central del libro es justamente que los sistemas económico-sociales inciden en los modos y posibilidades de relacionarnos, vivir y sentir. Por lo cual, como dije recién, al modificarse el sistema —o al menos algunas de sus características— han de trastrocarse también los modos de relacionarnos. Dicho esto, no me atrevo a aventurar hacia dónde se dirigen, creo que eso es dinámico y depende de muchísimos factores, muchos de los cuales ni siquiera podemos ahora prever.
Por otro lado, entiendo hacia dónde va tu pregunta relacionada con los “adelantos tecnológicos”. Es una pregunta que me han hecho muchas veces, siempre relacionada con las apps de citas. A mi parecer no creo que estas modifiquen de manera sustancial los modos de relacionarnos que ya existían previamente.
De cualquier manera, estoy escribiendo un nuevo libro en Filosofía de la Tecnología, te menciono esto, porque a la hora de pensar en dispositivos tecnológicos que hayan tenido un impacto significativo, o incluso revolucionario, en los modos de relacionarnos, se me ocurre pensar en el preservativo mucho antes que en las apps de citas. El preservativo —junto con otras tecnologías de seguridad sexual— inauguraron la posibilidad de tener sexo recreativamente sin grandes riesgos o consecuencias. Así las cosas, quizás podríamos decir que incluso las apps de citas fueron posibles gracias al preservativo.