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Cultura 29 de septiembre de 2019

Guillermo Martínez: “Si no separamos a la obra del artista vamos a tener obras sólo con buenas intenciones”

El autor presentará "Los crímenes de Alicia" en Mar del Plata, dentro de la Feria del Libro. En esta entrevista, habla de la reciente Asamblea Autoconvocada de Escritores, de la que forma parte, y analiza un aspecto del presente, a partir de la figura de Lewis Carroll: qué hacer con las obras de arte realizadas por artistas que tuvieron conductas inmorales en sus vidas.

Martínez ganó el premio Nadal por "Los crímenes de Alicia".

por Paola Galano

El dueto de protagonistas de “Crímenes imperceptibles”, la celebrada novela de Guillermo Martínez que incluso llegó al cine, recorre ahora las páginas de “Los crímenes de Alicia”, flamante novela del escritor y matemático argentino. Como en aquella historia, también aquí es Oxford el escenario de la trama, que gira en torno a los misterios que tuvo la vida de Lewis Carroll, el autor de “Alicia en el país de las maravillas”. “La intriga tiene que ver con elementos biográficos de la vida de Carroll” y con una “hermandad de biógrafos de Carroll”, dijo el autor a LA CAPITAL.

Martínez será uno de los escritores que estará en la Feria del Libro de Mar del Plata, evento que empezará el viernes que viene en el centro cultural Terminal Sur (Alberti y Sarmiento). Justamente ese día a las 19 presentará “Los crímenes de Alicia” (Ediciones Destino) ante sus lectores y lectoras marplatenses.

Sobre la vida de Carroll se ciernen hoy especulaciones acerca de conductas reprochables que podría haber tenido el escritor con la niñez. La fascinación que manifestaba por las niñas no deja de ser un elemento controversial de su vida, un dato en el que algunos investigadores ven un claro interés sexual.

La misteriosa desaparición de páginas de los diarios personales de Carroll es el hecho que dispara la nueva ficción de Martínez.

– ¿Por qué elegiste la figura de Carroll?

– La verdad es que más la figura de Carroll me interesó un hecho que descubrí mientras escribía el prólogo de un libro de lógica de Carroll, que iban a publicar en Argentina. Cuando quise incluir alguna información biográfica encontré el hecho que disparó la idea de la novela. Carroll escribió en vida trece cuadernos a manera de diario íntimo, cuando murió solamente su sobrino pudo acceder a esos cuadernos y luego cuatro de esos cuadernos desaparecieron y los que quedaron fueron a manos de unas sobrinas nietas que arrancaron unas páginas, porque les parecían que comprometían la imagen de Carroll. Pero como eran tan religiosas tenían remordimientos de haber arrancado las páginas y decidieron resumir lo esencial de cada página en una frase. En el ’94, que es cuando transcurre mi novela, se descubrió el pedazo de papel que guardaba en una frase la información sobre una de las páginas más importantes de la biografía de Carroll, que corresponde a una discusión que tuvo Carroll con la madre de Alice Liddell y a partir de la cual le impidieron ver a las chicas Liddell. Eso me pareció que podría ser una novela.

– Te metés con un tema polémico, de este tiempo: cómo la obra de un artista puede quedar contaminada por la actitud impropia o amoral de ese artista.

– Esa pregunta pertenece más bien a esta época. Yo trato de contar cómo el cambio de época hace que algunos hechos que parecían inocentes en cierta época, ahora se vean como delitos infames. Nunca estuvo en juego la figura de Carroll mientras él vivió, había algunos rumores sobre las fotos que les sacaba a las niñas. Sobre todo al principio la fotografía estaba muy ligada al arte visual, las fotos que les sacaba las mandaba a incluir dentro de figuras bucólicas, el desnudo era admisible, la realeza compraba fotos de niños desnudos, toda la discusión sobre la desnudez infantil y sobre cómo se veía a la infancia en la época victoriana revela que no había la clase de tabú que hay ahora en ese sentido. Entonces él no tuvo problemas a lo largo de su vida, hoy se está reevaluando la figura de Carroll pero son esas operaciones un poco extrañas, porque era un mundo muy diferente.

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– Incluso el concepto de infancia es posterior, más moderno.

– Por supuesto, en la época de Carroll los niños a los nueve años morían en las fábricas de fósforos, eso lo estudia Marx con los fosforeritos. Y en las clases pudientes, las niñas se podían dar en matrimonio, a los once años se podían comprometer y a los doce se podían casar, eso da lugar a una zona extraña entre la niñez y la pubertad y la adolescencia. Hay una carta que escribe Carroll en la que le aconseja a un primo apartarse de una niña de once años de la que estaba enamorado y le pedía que esperara hasta los doce. Todo era diferente, todas las familias tenían niños que habían muerto de enfermedades, de pestes tremendas. Es decir, por eso la representación de los niños como ángeles, y hay cantidad de cuestiones relacionadas con la niñez que yo las toco en mi novela.

– Una pregunta muy de este tiempo: ¿vale separar al artista de la persona?

– Sí, vale separarla, esto es una discusión. Hay argumentos de los dos lados, pero lo que yo creo es que si no separamos a la obra del artista vamos a tener obras solo con buenas intenciones y vamos a tener que eliminar lo que para mi es esencial del arte que es la maldad, la perversión, la oscuridad de la naturaleza humana, el lobo en Caperucita. Sin eso para mí no hay literatura ni, en general, creo yo ningún arte. Entonces tenemos que poder hacer esa operación, imaginate que si no de nuestras bibliotecas no quedaría ningún libro si nos ponemos estrictos con los autores. Además cada época se va poniendo más estricta y se le piden más requisitos morales a los autores. Neruda confesó que alguna vez violentó a una mujer en la adolescencia ¿y tenemos que expurgar la biblioteca de Neruda? Borges dijo cosas horribles sobre los negros y sobre los indios ¿y dejamos de leer a Borges?, Lawrence Durell tuvo una relación incestuosa con la hija y ¿afuera El Cuarteto de Alejandría? Me parece que es infantil y tiene algo del puritanismo de esta época. Hay algo del orden de lo puritano, eso de que las personas tienen que comportarse de tal o cual manera, todo tiene que ser perfectito, y me parece que el arte va por otro lado.

– ¿Estamos volviendo a un puritanismo?

– Yo creo que hay un cierto intento por reglar excesivamente cuestiones que no pueden reglarse, que no tiene que ser tan normativas. El arte fue revulsivo en cuanto a las relaciones humanas, me parece que tenemos que tener mucho cuidado de no llevar las exigencias morales de cada época al plano de las artes.

– Para cierto público de rock, por ejemplo, es un tema qué se hace con la música que viene de músicos que tuvieron actitudes impropias o que han abusado y hasta violado a chicas. ¿Qué se hace, se la deja de escuchar?

– Ese es un tema muy personal. Yo no tengo ningún problema en ver las películas de Roman Polanski ni hablar de Woody Allen, que el tipo tuvo que ir a juicio y todavía quieren que se lo cuelgue de la plaza aunque haya atravesado todas las instancias judiciales. O sea para mí hay que hacer esa diferencia, por eso te digo me parece algo entre infantil y puritano, pretender que los artistas sean perfectos de acuerdo a las normas de cada época y que puedan encajar en el corset moral, no solamente de la época en que vivieron, sino de todas las sucesivas. En ese sentido lo veo infantil y si no fueron perfectos no se puede mostrar lo que hicieron porque lo que hicieron estaría contaminado moralmente, a eso me refiero cuando hablo de puritanismo, una especie de obsesión por cierta pureza moral.

– ¿Cuando estabas en Oxford ya te habías dado cuenta de que era un ambiente propicio para esta clase de novelas?

– No tanto, los años que estuve en Oxford fueron para mi un poco angustiantes porque no pude escribir una palabra de literatura, estaba muy dedicado a estudiar y a ponerme al día con una cantidad de temas en los seminarios. Justamente cuando volvía pensé que de alguna manera tenía que recuperar esos años perdidos para la literatura y se me ocurrió la idea de una novela policial ambientada en Oxford, me pareció que era un gran escenario.

Reanimar la industria cultural

– Formás parte de la Asamblea Autoconvocada de Escritores. ¿Cómo nació esa iniciativa?

– Es una iniciativa interesante para reunirnos como colectivo, pensar propuestas porque este gobierno llevó a la cultura a una crisis terminal, con un descenso de la venta de libros del cuarenta por ciento, graves problemas en lo que son subsidios, becas, etc. Hubo un cese de los programas de lectura en los colegios y la idea fue reunirnos y decir cómo nos gustaría que fueran las cosas en un próximo gobierno que nos quisiera escuchar. Pensar de qué manera reanimar la industria cultural, volver con los libros en los colegios, asegurarnos de que vuelvan y de que sean leídos en los colegios. Una participación más estrecha de los escritores en relación a las políticas de lectura, una ley del libro, ver de qué manera el Estado puede participar. Hay una cantidad de cuestiones que fueron abandonadas y que me parece que deben ser políticas de Estado.

– Fue un hecho inédito que se hayan reunido tantas escritoras y escritores.

– Es impresionante, de hecho ahora se está dando la discusión en varias provincias, en Mar del Pata también y vamos a concluir en una ampliación del documento inicial. Queremos formar una delegación para que hable con los candidatos a partir de octubre.

– Se puede concluir que también quienes escriben son víctimas de la precariedad laboral.

– Eso es algo que hace mucho se está pensando: llegar a un régimen que pueda ser como en el de Argentores o como el que tienen los actores para que haya nuevas maneras de encuadrar laboralmente el trabajo, es algo complicado el trabajo del escritor. Vos escribís un libro durante tres años, y en ese tiempo no cobrás, después el libro se publica y te sacan una parte de impuestos y no contemplan todos los años en que vos no pudiste percibir dinero porque estabas trabajando en el manuscrito. Es decir, buscar una manera de que la carga impositiva de los escritores sea más justa en relación al trabajo, encontrar esa clase de parámetro.

– ¿Sos optimista en ese sentido?

– Optimista siempre en relación a lo que se hace desde cada sector, soy optimista porque estamos haciendo esto, porque estamos activos. Para mi las conquistas, las mejores siempre aparecen cuando la gente se organiza. Los gobiernos reaccionan de acuerdo a la fuerza que se le pone delante, funciona siempre así, en la medida en que nos movilicemos y nos organicemos soy más que optimista.

– Esa parece ser la mecánica del poder…

– Totalmente, sobre todo en Argentina, siempre los sectores que han tenido mejoras han sido los que se han movilizado y los que han sido consecuentes.

El análisis de hechos

– ¿Te parece que tienen algo en común la matemática y la novela policial de intriga?

– Hay algo en común no deliberado, la novela policial de enigmas que es la que hago tiene una estructuración lógica, hay una historia que te cuentan en primer plano y por debajo hay otra que se va conformando y que es la que arroja el verdadero orden de los hechos. Eso tiene algo que ver con la construcción de un teorema, donde uno prueba algunos lemas y sublemas que no parecen apuntar del todo a la solución final pero que en algún momento da un orden lógico y es la actitud que termina por demostrar la tesis. En ese sentido son dos campos donde aparecen análisis de hechos, que parecen no conducentes que terminan por dar la resolución final que, además, aparece como un acto de ilusionismo. Para mí esas tres disciplinas se parecen: el acto de ilusionismo, la novela policial y la prueba de matemática.

– ¿En algún punto sos un mago, entonces?

– Sí, a mí me gusta mucho la idea de la literatura como acto de ilusionismo, esa es la analogía más cercana que encuentro tanto como lector y como cuando escribo, me gusta esa idea de algo que aparece no necesariamente como una sorpresa total, eso se acerca mucho a ciertos efectos de lo maravilloso. En literatura no es necesario sacar conejos de galeras, pero sí que haya algo que uno no puede predecir.

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