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Cultura 1 de octubre de 2022

“Hacemos bien en cuestionar nuestras convicciones, en esta novela y en la vida”

Cuatro años después de haberla escrito, Cristian Acevedo saltó a la fama por su texto "Matilde debe morir". Como en "Todas las vidas de Eva Ki", sobre la que se explayará hoy en Mar del Plata, el autor de Saladillo escribe para lectores a quienes "les guste jugar".

"Es inevitable que al final nos invada esa sensación de arrepentimiento, por lo que hicimos o por lo que no, por lo que dijimos o nos faltó decir", analiza Cristian Acevedo sobre uno de los temas de su novela.

Hay en el estilo de Cristian Acevedo una intención firme de que quienes tomen sus libros tengan una actitud más activa que la de simples lectores. El autor de “Matilde debe morir”, que lo catapultó a la fama, y de la reciente “Todas las vidas de Eva Ki“, asegura que escribe “para quienes, como a mí, les gusta jugar”.

“No escribí ‘Matilde’ para un público joven, sino para alguien como yo, de treinta y cinco años, que era la edad que tenía cuando la escribí. Y sin embargo, los jóvenes fueron quienes aceptaron la propuesta”, reconoce el escritor nacido en Saladillo en una charla con LA CAPITAL, antes de su desembarco en la Feria del Libro de Mar del Plata el sábado.

En “Todas las vidas de Eva Ki”, la muerte y la memoria son temas centrales, pero el autor confió que “inicialmente no sabía que trataba de eso. Como todas mis novelas, la escribí sin ningún plan, capítulo a capítulo. Empecé escribiendo ‘Una vez nací un 20 de enero’ y página a página me fui enterando de qué trataba la historia, quién era Eva Ki y cómo debía de ser la experiencia de haber vivido infinitas vidas”.

– Tratás la muerte y el tiempo, pero también los remordimientos, la soledad, el amor, los sueños. ¿Qué lugar le has querido dar a cada uno de esos temas?

– Nosotros, que tenemos la suerte o la desgracia de vivir una única vida, también cargamos con nuestros sueños, con nuestros amores y desamores, nuestros dolores y remordimientos. Siendo consciente de eso, escribí las memorias de Eva Ki como si se tratara de una única vida. Y resultó que en cada una de ellas estaba siempre presente la culpa, que al fin y al cabo es algo que nos acompañará hasta el final de nuestros días. Digo esto sin ser alguien prominentemente culposo, pero entiendo que es inevitable que al final nos invada esa sensación de arrepentimiento, por lo que hicimos o por lo que no, por lo que dijimos o nos faltó decir. Pero esto que te digo surge de reflexionarlo ahora, con la novela ya publicada. Mientras la escribía solo quería que mi querida Eva Ki consiguiera algún tipo de redención. Para ello, creí que era necesario que la novela tuviera una dimensión más poética con respecto a todo lo que tenía escrito antes. Que pudiera leerse en voz alta y que, además de la voz de Eva, el texto tuviera la cadencia de quien recita un poema.

– ¿Te interesa provocar en quienes leen un debate, sobre el devenir de las situaciones que se van planteando en la novela?

– Como lector, me gustan esas novelas que quedan resonando en mi cabeza por un rato. Puede sonar pretencioso, pero cuando escribo una novela busco eso: que la historia se le aferre al lector como una garrapata y que le cueste bastante desprenderse de ella. Ya sea porque el texto propone ciertas dicotomías, o porque un personaje hace algo que el lector no haría. O porque el lector descubre que hay muchas formas de leer, no solamente aquella que nos proponen la mayoría de los textos.

– Además de cruzar la historia con “Las Mil y una noches”, recurrís -como también en otras de tus obras- a referencias, citas, nombres de escritores. ¿A qué se debe esa forma de conectar, “linkear” frases y contenidos?

– Creo que, para los casos de Eva Ki y Matilde, esos recursos le aportan principalmente al lector curioso. A aquel que le divierta buscar conexiones, referencias, influencias, hasta citas falsas. Muchas veces me preguntan cuáles son mis influencias. Pues bien: pueden leer Matilde o Eva Ki y van a encontrarlas en cada una de esas citas.

– La estructura de esta novela es una especie de espiral entre recuerdos, sueños premonitorios, presente. Además, la voz protagonista se intercala con otras. ¿Cómo fuiste dándole forma? ¿Te ayudó el trabajo de “Matilde…”?

– Sin dudas, la escritura de “Matilde” me ayudó mucho. Pero no mucho más de lo que me ayudaron los otros textos que llevo escritos, publicados o no. Quiero decir que escribir todos los días es fundamental. Que gracias a eso es que puedo decir que hoy tengo más recursos que hace un año, que hace tres o cinco. Para las historias en las que conecto distintas voces con distintas épocas o lugares, lo que hago es escribirlas por separado y después me encargo de intercalarlas. Empiezo las novelas sin ningún plan, solamente con la primera frase. Pero una vez que ya voy por la mitad, en ese momento toca ordenarme: tengo una pizarra que me ayuda mucho, pero también llevo un registro en una hoja de cálculo, en la que me resumo lo más importante de cada capítulo. Eso lo hago porque me preocupa mucho que la novela no quede desbalanceada. A veces es un lío y me pregunto por qué no escribir una historia lineal, donde las cosas a tener en cuenta no sean tantas. Pero debo decir que así es mucho más divertido. Mucho más complejo, pero más entretenido.

– En la novela, Eva relata sus memorias con la convicción o deseo de que está transitando los últimos momentos de su última vida. Como lectores podemos cuestionar esa convicción y hacemos bien. ¿Hacemos bien?

– Desde luego. Creo que, sin que fuera mi intención, esa es la idea principal de la novela. Hacemos bien en cuestionar muchas de nuestras convicciones, en esta novela y en la vida.

Charlas y presentaciones en la primera jornada de la Feria del Libro