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La Ciudad 19 de febrero de 2024

Hacer “malabares” para darle un plato de comida a cientos de personas

En el comedor Martillitos de Pie, Marcela Martínez, su familia y un grupo de voluntarias cocinan con amor para alimentar a 130 personas. Resisten como pueden al corte de entrega de alimentos del Gobierno y demuestran la fuerza de la solidaridad de los vecinos.

Marcela Martínez, responsable de "Martillitos de Pie", junto a su primera olla en la que cocinó para miles de personas.

En medio de la adversidad y la escasez, los comedores barriales hacen “malabares” con lo que tienen para estirar la comida y hacer rendir las donaciones que reciben, mientras ponen de su bolsillo para cocinar y garantizar un plato de comida en la mesa de cientos de familias que atraviesan una socioeconómica crítica, agravada en los últimos meses.

En el corazón del barrio El Martillo funciona el Comedor Martillitos de Pie. En la modesta casa de familia de Marcela Martínez, se cocina con amor y dedicación para llevar un plato de comida a quienes más lo necesitan.

Marcela tiene 49 años, llegó desde Santa Fe a sus 16 años, está casada, es madre de cinco hijos y abuela de ocho nietos. “No me enorgullece tener un comedor, la gente debería poder tener comida asegurada en su casa, pero me llena de orgullo y amor poder ayudar. En todos estos años ayudamos a muchísimas personas que no pueden, no llegan, no les alcanza incluso teniendo trabajo, e incluso mucha gente grande y otros con adicciones”, contó.

El panorama es crudo. Para después del verano, en el comedor se están preparando para “recibir al menos al doble de gente”, debido al complejo escenario económico que admite el propio Gobierno.

Por falta de alimentos, el comedor del barrio El Martillo solo puede funcionar dos veces por semana.

Por falta de alimentos, el comedor del barrio El Martillo solo puede funcionar dos veces por semana.

Ayudar con lo que hay

Hace casi una década, Marcela decidió trasladarse desde Malvinas Argentinas (donde tenía otro comedor) al barrio El Martillo, buscando nuevas oportunidades y unirse a una comunidad que requería ayuda.

La situación es complicada. La entrega de alimentos por parte del Gobierno nacional “se interrumpió por completo” y el municipio “dejó de ayudar”. Además, la Comuna les cubre una sola garrafa, pero utilizan tres al mes (las otras dos, “arreglate”, dice Marcela; salen de su bolsillo, pese a que le cortaron la asignación que recibía).

"Lola", compañera y guardiana de lo que se cocina.

“Lola”, compañera y guardiana de lo que se cocina en Martillitos de Pie.

Dependen de donaciones y del Banco de Alimentos, que en el último tiempo aumentó bruscamente su cuota a $60.0000. En síntesis, hay menos alimentos pero más familias que van a golpear las manos al comedor para pedir comida.

Sin embargo, Martillitos de Pie sigue adelante gracias al esfuerzo colectivo y la solidaridad de la gente. “Tengo solo esto -dice señalando unos pocos bolsones de alimentos secos- y no alcanza. Antes abríamos todos los días. Ahora podemos cocinar dos veces por semana, martes y viernes”, explica Marcela, quien cumple su tarea junto a cinco mujeres de la organización Barrios de Pie.

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“Yo junto las donaciones por todos lados, todo lo que puedo. Mi familia me ayuda. Preparo todo y las chicas son unas genias, vienen y cocinan riquísimo con mucho amor”, describió.

Con una olla alimentan a 130 personas, con recetas simples pero reconfortantes, como el guiso de arroz con un poco de pollo que preparaban durante la visita de LA CAPITAL en este comedor que funciona en Sicilia Bis al 7100.

Fideos con tuco, polenta, a veces empanadas, pizzetas o canelones. Guiso, tartas, pastas y otras comidas salen de esta humilde cocina y llegan en tuppers -últimamente con porciones reducidas- a la mesa de muchos vecinos de la zona y otros barrios. Además, les enseñan a las familias a cocinar y estirar lo poco la mayoría puede comprar.

El comedor del barrio El Martillo solo puede funcionar dos veces a la semana.

El comedor del barrio El Martillo solo puede funcionar dos veces a la semana.

El comedor se sostiene principalmente a través de donaciones y la ayuda de Libres del Sur, que envía alimentos recolectados por medio de contribuciones voluntarias. Sin embargo, los recursos son limitados y la demanda es cada vez mayor. Desde diciembre, con el cambio de gobierno, “la situación se volvió crítica” y “viene mucha más gente. Hacemos malabares, no podemos decirle que no”, contó emocionada.

Solidaridad

La solidaridad y el compromiso comunitario son los pilares de Martillitos de Pie. Marcela presta su casa y busca activamente donaciones en comercios, iglesias y personas que pueden dar su apoyo. Se cocina con ingenio y mucha creatividad para aprovechar al máximo los pocos recursos disponibles.

“La gente es muy agradecida y atenta: te avisan si consiguieron trabajo y si hoy no necesitan, me avisan por el grupo de WhatsApp para que le de la vianda a otra persona”, dijo y aseguró que no hay egoísmo en pedir ayuda; todos comparten lo que tienen y se apoyan mutuamente en tiempos difíciles. Nadie se aprovecha. Algunos incluso piden de menos, para que a otros no les falte.

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Sin embargo, en el último tiempo ha crecido la demanda. “Viene gente por primera vez a pedir. Algunos llegan con vergüenza, también muchos adultos mayores. Yo les digo que no sientan vergüenza de pedir ayuda, estamos para asistirlos al menos hasta que puedan salir de esta situación”, dijo.

A pesar de las dificultades y los desafíos cotidianos, como la interrupción de la ayuda estatal, su diabetes galopante y los inminentes aumentos en los servicios y el transporte, Marcela, su familia y las voluntarias perseveran con amor y determinación. “Intentamos hacer todos los días lo mejor. Acá se hace lo mejor que se puede con lo que hay”, afirmó con convicción.

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El comedor Martillitos de Pie es un faro de esperanza en medio de la adversidad. Cada plato de comida cocinado con amor es un acto de resistencia.

“No me molesta que me digan vaga, planera o lo que sea. Yo sé lo que hago, sé lo que hacemos, sé el amor que damos y le veo la cara a la gente. Me siento orgullosa de lo que hacemos y de la solidaridad que hay en el barrio”, sostuvo.

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Donaciones

Quienes deseen colaborar, pueden acercarse hasta Sicilia Bis 7169 o contactarse directamente con Marcela Martínez a través de su página de Facebook, “Comedor los martillitos de pie”, donde periódicamente comparte información sobre su funcionamiento y el rol crucial que cumple para las familias más necesitadas de la zona.