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Cultura 14 de noviembre de 2022

Historias de Barrio: El helecho malaonda

Demasiada expectativa generó la compra de un helecho, con el que pretendían llenar de frescura el lugar.

Por Enriqueta Barrio (*)

 

 

Lo vi en el vivero y me dije: ¿y si lo intento otra vez?…

Se lo veía tan lozano y fresco; exuberante y lleno de savia poderosa… luca trescientos.

“Solo quiere sol, no directo eh?, le gusta un poco de aire… no viento eh? Un ratito de brisa… agua bastante… no mucha eh?  Vas viendo… sí, divino, se van a llevar bárbaro (?), vas a ver”.

Entramos a casa, el helecho y yo, y cual premonición, ni bien pasamos el umbral, tira con displicencia una de sus hojuelas. No te hagás el pelotudo, helecho, dejate de mañas y ponele onda, crecé más y dale al ambiente esa gracia natural, esa sensación de frescura y movimiento que dan las plantas en los ambientes. No hagas como todos los helechos que tuve en la vida, ponete las pilas y seamos felices.

¿Me ponés un gancho ahi arriba? Claro, porque la gracia del helecho es la caída lánguida de sus finas ramas… genial, ahí va a estar joya, luz (pero no mucha), brisa (pero no viento) un ratito al día… medio jodido para regarlo, un maneje descolgarlo, subirse a una banqueta… bueno, todo sea por la felicidad del helecho, para que no se ofenda y empiece con que acá no le gusta, que hace frío, que la calefacción lo mata…. más problemas que los Perez García (?) el tipo.

Al otro día me levanto, voy al comedor y, mientras tomo mi té de hierbas (cool) lo miro con detenimiento. Mmmmmhhh ¿me parece a mí o ya no se lo ve tan selvático como ayer? Mejor lo bajo y lo cambio de lugar, ahí arriba capaz no le llega tanta luz, la calefacción sube y se concentra arriba y no es el calor húmedo de la selva, viste, medio que lo cocina (?)… sí, ahí está bien. Pierde un poco de la gracia del movimiento somnoliento de sus brazos, pero bueno, todo sea para que el helecho no se ofenda.

A los dos días, barriendo, me llevo cuatro o cinco hojuelas del piso. ¿Qué está pasando, helecho? Vamos, hace tres días eras Gardel y ahora ya estás ahí como si te hubiera tirado en el valle de la luna…. le pongo más agua, viste que crecen a la vera de los ríos (no, no ví, pero tenía lógica)…. no.

Se pone en actitud asqueado de tanta agua, frunce la trompa con cara de repulsión y tira diez hojuelas más. “Este me caga”, pensé. Será que es taaaan difícil..

No te pido la selva misionera, un simple y fresco helecho como los de las casas de las revistas… dale, te banco, te quiero helecho.

Cuatro días en los que nos miramos, nos sonreímos falsamente, yo queriéndome convencer de que no estaba tan mal y él tirando al piso más y más hojuelas.

Una mañana me levanto y, al pasar para la cocina, pienso: Es un hijodeputa, se va a morir y todo por mañero, por no dar el brazo a torcer y cambiar mi destino de asesina de helechos. Luca trescientas para a los dos días empezar a dar lástima.

Pero no es la guita, te juro, es el hecho (perdón, es más fuerte que yo).

La cuestión que hoy, al verlo así, me resigno: “Bueno, basta, ya fue. El helecho no quiere vivir acá, no me banca, no me puede ni ver. Esa manía de insistir con lo que sabés que no va…. terminala, me digo, no compres nunca más un helecho, seguí con los lazos de amor, más rústica quizá, una planta menos ostentosa, sin pretensiones…

Quevaaser, lo que no va, no va. Cierro la bolsa con el malhadado helecho y lo saco al tacho de basura.

¿Sabés que debe haber pasado? Que la piedra fría de la pared no le debe haber gustado…
Quizá si lo hubiese puesto en el living… como puse al otro helecho que duró cuatro días más, claro.

Haceme acordar que nunca, pero nunca más, me compre un helecho, te lo pido por favor.

 

(*) En Facebook: Enriqueta Barrio Escritora, [email protected], en Instagram @soylaqueta y en FM 104.5 “Noches de Barrio”.

 



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