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Cultura 2 de octubre de 2020

Historias de Barrio: Me hubiera gustado ser hermosa

Todos los deseos de un cuerpo perfecto, a cambio de la verdadera belleza.

Por Enriqueta Barrio (*)
Haber tenido el cabello brillante, sedoso y pesado, que cae uniformemente y se mueve con gracia al caminar. Tener manos de largos y finos dedos que enredaría en el pelo, haciéndolo girar mientras te escucho con mirada lánguida. Hubiera querido poseer unas piernas eternas, fuertes y elegantes, que se subieran a zapatos de tacón y bailaran el tango haciendo mucho firulete. Una espalda recta que apuntara al cielo sobre la que caerían con gracia las telas más delicadas. Una boca jugosa y sonrosada, tentadora como un durazno en el verano, a la que habría aprendido a fruncir graciosamente, haciendo mohínes entre pícaros e inocentes que dejasen un tendal de corazones rotos tras de mí. Y los ojos, profundos y negros, que lanzasen llamas cuando esté enojada….

Un cuello de cisne, un pecho firme y voluptuoso aunque no grosero y un andar cadencioso, de pantera. Pero no. Resultó ser que el pelo me sale crespo, como alambre, rígido y desordenado. Las manos, más útiles para el repulgue de empanadas que para el piano, de dedos regordetes que se hinchan con la humedad y tengo que sacarme los anillos con jabón; encima me da una sensación como la claustrofobia y entro en pánico. Las piernas se me ensanchan de la rodilla para arriba y se unen en un bloque, soy lo que se dice patizamba.

Usé plantillas ortopédicas de chica al divino botón; sufrí y no movieron un hueso. Uñas calcificadas y duras que me cuesta muchísimo cortar rematan la cuestión. La espalda se me encorva por el asma que tuve en la niñez y los hombros son curvos y caídos. No hablemos de los dientes: soporté aparatos movibles y fijos; tratamientos que jamás terminé y dolores de muela que me hicieron desear volarme la tapa de los sesos. Por supuesto, chicata. Desde los doce años usando anteojos, porque (no vaya a ser) los lentes de contacto no se me adaptaban. Hoy que los uso poco, me quedó la mirada opaca y nebulosa. Un cuello corto y ancho, unos pechos secos y escuálidos y poca, muy poca gracia y estilo. Y así y todo, con nadie la pasás como conmigo y nada me hace sentir más hermosa que tus ojos sobre mí.

Me hubiera gustado ser hermosa, pero mejor me quedo así.

(*) En Facebook: Enriqueta Barrio Escritora, [email protected]