Hugo Alconada Mon: “Milei aplaude la Generación del 80, un régimen que a él lo hubiera declarado cucaracha”
El abogado, periodista y escritor presentó en Verano Planeta “La cacería de Hierro”, su segunda novela situada a fines del siglo XIX. En entrevista con LA CAPITAL, apuntó contra la visión "ensalzada" del Presidente sobre este período histórico y advirtió la persistencia de ciertos temas de su obra en la actualidad, como la corrupción policial y las ideas lombrosianas que se manifiestan en las detenciones por "portación de cara".

“Algunas de las mayores reflexiones que he tenido fueron a partir de leer ficción”, dijo Hugo Alconada Mon a LA CAPITAL, antes de presentarse en Verano Planeta. Foto: Marcela Golfredi.
Por Rocío Ibarlucía
Hugo Alconada Mon regresa a la ficción tras el éxito de su primera novela, “La ciudad de las ranas” (2022), con un policial que explora los orígenes de la criminología moderna en la Argentina de fines del siglo XIX. En “La cacería de Hierro” (2024), el autor vuelve a situarse en el período 1880-1900 por encontrar allí “algunas de las raíces o columnas de la Argentina contemporánea”.
Mientras que en su primera novela investigó la Generación del 80 para narrar la fundación de su ciudad, La Plata, desde diversas perspectivas sociales, su segunda obra parte de un crimen real: el brutal asesinato de dos niños en la Necochea de 1892. Este caso fue un punto de inflexión para la criminalística a nivel nacional e internacional gracias a Juan Vucetich, un inmigrante dálmata que demostró desde La Plata, y a través de este caso, la eficacia de su método de identificación por huellas dactilares: la dactiloscopia. Su técnica puso en jaque la metodología positivista imperante, que determinaba la criminalidad por condiciones fisonómicas, genéticas y biológicas, siguiendo las ideas del italiano Cesare Lombroso.
La historia, sin embargo, se narra desde la perspectiva de un personaje creado por Alconada Mon, Valentín Hierro, un guardiacárcel atormentado por el asesinato de su madre, que busca resolver este crimen familiar aprendiendo de aquel caso resuelto por Vucetich con la ayuda de Eduardo Álvarez, otro personaje histórico que se destaca por haber sido el primer detective en la historia de la Policía bonaerense.
Consagrado como periodista de investigación, con siete libros publicados –entre ellos, “Los secretos de la valija”, “Las coimas del gigante alemán” y “La Raíz (de todos los males)”–, el prosecretario de redacción de La Nación y columnista de El País de España, acostumbrado a investigar el delito desde el periodismo, ahora lo hace con una novela policial, sustentada en numerosos datos y documentos históricos sobre Vucetich y Álvarez que hasta entonces permanecían desconocidos.
En diálogo con LA CAPITAL, el autor analiza la generación del 80 y critica el rescate que hace Milei de este período histórico ambivalente. Además, destaca la manera en que la ficción puede iluminar zonas de la realidad que el periodismo a veces no alcanza a provocar, como lo ha hecho con esta novela en la que pueden pensarse varios temas que siguen resonando en el presente: la corrupción policial, los debates entre ciencia y pseudociencia, y la vigencia de las ideas lombrosianas bajo la lógica de la “portación de cara”.
-Hay varias continuidades entre “La cacería de Hierro” y “La ciudad de las ranas” y una de ellas es la Generación del 80. ¿Qué es lo que te interpela de este período histórico?
-Ese período histórico, entre 1880 y 1905, a mí me parece muy atractivo por todas sus novedades y porque es un combo de inmigración, anarquismo, masonería, generación del 80 o régimen oligárquico-conservador, crisis de 1890, revoluciones de 1890, 1893, 1905. Pero además porque algunas de las raíces o columnas de la Argentina contemporánea están allí. Entonces, entender un poquito más aquel período me ayuda a entender un poquito más este período histórico. Por eso, es un período en el cual me voy metiendo cada vez más y me voy encontrando con cosas. Yo estaba buscando datos para “La ciudad de las ranas” cuando me encontré con este doble crimen. Y, de hecho, hay una tercera novela que ya estoy gestando que también aborda el mismo período, pero no porque me repita, sino porque me parece riquísimo.
-Con “La ciudad de las ranas” escribiste una novela histórica y ahora, un policial. ¿Qué desafíos te presentó este género que tiene sus propias reglas, estructuras, personajes?
-Lo que me ocurrió fue una necesidad. Porque la primera novela la escribí en la dinámica de una novela histórica y fluyó por ese camino. Esta nueva novela también la intenté escribir con ese tono y crujía. Yo tenía en la cabeza esta idea de tener dos personajes reales: Juan Vucetich y Eduardo Álvarez, el primer detective de la historia de la policía. Entonces, tenía al teórico y al práctico, pero sabía que me estaban quedando lejos porque tenía a Álvarez en Necochea resolviendo el crimen y Vucetich, en La Plata. Lo que necesitaba era un vaso comunicante entre los dos y ahí es donde alumbro a Hierro y nace también la idea de un tercer crimen.
A su vez, como estaba hablando de un crimen que para ser resuelto tenía que atender a otros dos crímenes, tenía una historia policial. Así que empecé a leer policiales, Pierre Lemaitre, Pérez-Reverte, Raymond Chandler, y así empecé a escribir una historia que terminó en un policial, sin buscarlo demasiado, pero salió así.
-En un policial, es clave el detective y acá recuperaste a un personaje interesantísimo que es el “Sherlock Holmes de las pampas”, Eduardo Álvarez. ¿Qué aprendiste de este personaje histórico, del que poco se conocía, al investigarlo para su ficcionalización?
-Lo más loco es al revés, que la realidad supera la ficción. Porque lo mejor de él es lo que fue. ¿Por qué? Porque es un tipo que empieza aprendiendo de sus propios errores. De él se conocía nada más que el nombre y yo termino, fruto de esta investigación, encontrando la única foto que se conoce de él, que la doné al museo. Encuentro, además, la foja de servicio de él donde se ve su ascenso de comisario de pesquisa, comisario de orden a jefe de policía. Y cuando leí el informe que le envió al jefe y la carta que le escribió a Vucetich, dije: “Este tipo tenía una cabeza adelantada”. Entonces, para mí lo mejor ya estaba escrito. Lo que yo tenía que hacer era no arruinarlo, tratar de respetar lo que había ocurrido y eventualmente terminar de darle forma a algunos aspectos, pero no tocarlo demasiado.

Alconada Mon, conversando con Nino Ramella en Verano Planeta, ante una sala llena de espectadores, entre quienes se encontraba Mirtha Legrand.
-Y Juan Vucetich, ¿qué te llevó a convertirlo en un personaje de ficción?
-Mientras iba avanzando con la investigación para “Las ranas”, me encuentro con los primeros datos sobre el caso de los dos niños degollados en Necochea, que ya era conocido, incluso sobre este crimen había escrito Federico Andahazi su novela “Las huellas del mal”. Vucetich es otro ejemplo de que la realidad supera la ficción. Terminé contactando a sus descendientes, como Teresita Martino Vucetich, de 90 años, con quien tomé té con scones. Una vez que ella comprendió que yo lo que quería era entender quién era su abuelo y que no iba a hacer a Vucetich en “Cazavampiros”, me mostró el primer rodillo que usó para entintar huellas dactilares, los binoculares que usaba para el teatro, cartas originales que le envió a su mujer. Y mucho de lo que me dijeron sus familiares yo lo usé en la novela. Te doy un ejemplo, hay un momento en el cual yo hablo de que a Vucetich le gustan los cigarrillos mentolados, la salsa putanesca, que coleccionaba orejas humanas, todo eso me lo dijo la familia. Imaginate, vas a ver a tu abuelo y arriba del escritorio tiene orejas humanas; entonces, ¿para qué carajo te voy a inventar algo cuando ya eso es bizarro? Hay un momento en que yo digo que se compara con Francis Bacon. Eso está en una de las cartas que Teresita me dejó leer.
-Esa comparación con Bacon, ¿tiene que ver con todos los obstáculos que Vucetich tuvo que atravesar para lograr la aprobación de su método?
-Sí.
-¿Qué revelan esas resistencias que tuvo Vucetich por parte de la policía y de la sociedad sobre las tensiones de la época?
-De la policía, de la élite, de los poderes establecidos. No hay que olvidarse quién era Vucetich: un inmigrante, un autodidacta, un simple meritorio. Y lo digo así porque es el término que utilizó el director de la Oficina de Antropometría de la Policía de la provincia de Buenos Aires, es decir, el encargado de encontrar un método para tratar de identificar a los criminales en la policía bonaerense. Su equivalente en la policía de la ciudad, hoy policía federal, era el doctor Luis Drago, un médico de cinco abolengos, educado en París con Alphonse Bertillon, que vino a explicar el método del bertillonaje a Argentina. Y le apareció un inmigrante autodidacta que le quemó el rancho, le arruinó el kiosco. Entonces, Drago le pone por escrito “usted es un simple meritorio, ¿qué viene a decir que tiene un método?”. Vucetich le responde: “Seré un simple meritorio, pero mi método funciona, metí el gol, salí del medio”. Se pudrió todo. Entonces Drago, que primero lo había recibido, después se niega a recibirlo. Bertillon en París se negó a recibirlo. La pasó muy mal, de hecho. Además, acordate, estás hablando de la Generación de los 80, que es una forma de verlo; la otra forma de verlo es el régimen oligárquico-conservador, “nosotros somos lo que mandamos, ustedes son la tropa, cierren la boca”.

“Me interesa el período de la fundación de La Plata como experimento urbano, antropológico y social”, señaló Alconada Mon consultado por la presencia de su ciudad natal en sus dos novelas.
-Se puede ver en la novela estos dos modelos de la criminalística: por un lado, el método científico de Vucetich y, por otro lado, el positivista, basado en la supuesta determinación biológica de las personas, que en la Argentina de fin de siglo XIX sirvió para justificar la estigmatización a los inmigrantes, a los gauchos, entre otros marginados, y obstaculizar su posibilidad de movilidad social. ¿Hasta qué punto el método de Vucetich permitió romper con ese determinismo y discriminación hacia los inmigrantes?
-Es interesante el punto, porque fue parte de ese proceso… Yo me imagino las contradicciones del propio Vucetich. Porque él era inmigrante pero, al mismo tiempo, hasta el final de sus días se puso en sus documentos “ciudadano del Imperio austrohúngaro”. Era como una cosa ambivalente. Él termina desarrollando el método pero proviniendo del positivismo; era amigo de Pietro Gori y, a su vez, Pietro Gori era el tipo que había querido ir a Sierra Chica a ver justamente los conceptos lombrosianos que él tenía y Vucetich lo acompaña como fotógrafo. Después se encuentra con este otro método y me imagino un replanteo de sus ideas previas.
Cuando él habla de Francis Bacon, es porque Bacon en la Edad Media fue como el primer protocientífico que empieza a aplicar pautas generales verificables en la vida real. Yo me imagino a un Vucetich diciendo “he encontrado esto que funciona y contradice lo anterior, con lo cual yo tengo que partir aguas con lo viejo” y entonces, claro, lo viejo te repudia diciendo que vos sos un traidor. Entonces, quedó en una zona intermedia, como Bacon, que fue resistido por la élite y ninguneado. Vucetich también termina ninguneado, a él lo echan de la policía de la provincia de Buenos Aires y muere en 1925 en la casa de sus suegros en Dolores, no tenía dónde caerse muerto. O sea, termina siendo declarado rata por aquellos que antes lo habían cobijado.
“Milei está ensalzando un período histórico que a él lo hubiera ninguneado. Porque no hay que olvidarse que Milei es hijo de inmigrantes croatas”.
-¿Por qué decidiste retomar este debate entre las ideas de Pietro Gori y Vucetich en una novela publicada en 2024? ¿Creés que sigue resonando esta tensión entre ciencia y pseudociencia en la actualidad?
-Sí, muchas de estas discusiones todavía rigen hoy. En teoría, las ideas de Lombroso las abandonamos, ¿las abandonamos? A mí la policía no me para porque yo soy de pelo castaño y ojos claros. Ahora, y si yo voy con un muchacho que ellos presumen que es delincuente por portación de cara, ¿no lo van a parar aunque venga conmigo? Entonces, ¿hasta dónde la teoría de (Cesare) Lombroso ya quedó a un costado? Si vas por la calle y viene uno que tiene pinta de pibe chorro, ¿cuál es la pinta de pibe chorro?, vos agarrás la billetera de otro modo. En parte, aquello no está tan alejado.
A la vez, lo que también estamos viviendo ahora con el gobierno de Milei es una reescritura de aquel tiempo como si fueran los años dorados de la República Argentina. En algunos aspectos, sí fue un buen período porque tuviste la Ley 1420, la educación pública, laica, gratuita y obligatoria, pero también tuviste la Ley 4144, la Ley de Residencia, que te podían echar a patadas de este país si al gobierno no le gustaban tus ideas. Y Milei está ensalzando un período histórico que a él lo hubiera ninguneado. Porque no hay que olvidarse que Milei es hijo de inmigrantes croatas. A él no le hubieran tratado mejor que a Vucetich y él no hubiera podido ser presidente. Entonces, Milei está, en definitiva, aplaudiendo un régimen que a él lo hubiera declarado cucaracha.
Además, dice que fue el mejor período de crecimiento económico, eso es falso. Cuando vos consultás a historiadores económicos, como el Dr. (Pablo) Gerchunoff, te dicen que la crisis de 1890 fue mucho más profunda y mucho más amplia que la crisis de 2001. Entonces, miramos para atrás como si todo tiempo pasado fuera mejor, falso. Tuvo aspectos muy luminosos y otros que fueron durísimos. De hecho, David Viñas llega a decir que en aquel período los inmigrantes, como mis abuelos, acaso los tuyos también, tuvieron que recorrer el camino del esclavo blanco. “Hombres y mujeres de buena voluntad que quieran habitar el territorio argentino, bienvenidos. Ahí tenés empleo y un pedazo de tierra, pero cerrá la boca, no podés quejarte, ahora empezá a trabajar”. Y eso es lo que lleva a la crisis de 1890, la revolución de 1890, la revolución de 1893.
“Al final, ¿la policía es parte del problema o parte de la solución?”
-La novela también muestra dos caras de la policía: quienes buscan la verdad a través de métodos científicos y quienes recurren a la corrupción y la ilegalidad. ¿Cuán vigente sigue este retrato dual de la policía?
-Fíjate que sigue siendo una realidad hoy. Yo lo iba investigando e iba pensando en el caso Pomar o en el caso Loan, donde vos decís, al final, ¿la policía es parte del problema o parte de la solución? Vos sos la jueza del caso Loan, ¿te podés confiar en la policía? Si la policía te dice que ya hizo el rastrillaje en este campo, ¿estás segura de que hicieron ese rastrillaje o estos hijos de puta te dicen que lo hicieron y se fueron a comer churros?
Hay tipos como el comisario Blanco (N. d. R.: personaje de su novela), que realmente existió, que con tal de tratar de dar una solución a la jefatura, apretó al detenido para que cantara. Y le importaba tres carajos si era el asesino o no, porque ya le podía mandar un telegrama al jefe diciendo “ya lo solucioné”.
A su vez, eso también para mí le da valía a Álvarez. Porque Álvarez en su informe al jefe le dice “el comisario Blanco cometió apremios ilegales, yo ya lo levanté en peso, pero le estoy informando para que usted también eventualmente le tome medidas disciplinarias, porque estuvo a punto de mandar al carajo toda la investigación. Haga lo que considere pertinente”. ¿Cuántos jefes de policía vos conocés que hoy estén en condición de informar al ministro de Seguridad bonaerense que un subalterno hizo apremios ilegales y le diga “yo ya lo levanté en peso”? Primera cosa que hoy los comisarios no hacen: exponer a un colega y decirle al jefe “usted también tome las decisiones que haya que tomar”. Entonces, más valioso todavía lo que hizo Álvarez porque decidió romper con el status quo.
-La novela narra un pasaje de Valentín a Hierro, que pasa de ser un simple guardiacárcel a un comisario, gracias a un camino de perseverancia y estudio. ¿Te sentís identificado con esa persistencia del personaje para investigar delitos motivado por la búsqueda de una verdad?
-Cada uno de los personajes tiene algo mío, alguna anécdota o vivencia mía. Hay muchas cosas mías en Álvarez, pero también me identifico con Hierro en esta cosa de la obsesión con el dato, por tratar de entender lo que realmente pasó. Hay protagonistas de casos de corrupción que han terminado en cana por mi trabajo, que me recontra carajeé con ellos, y que cuando cumplieron su tiempo en prisión, les pedí juntarme con ellos a tomar un café para decirles “ahora contámela completa”. Más de uno me mandó al carajo. Alguien me ha dicho a la vez “sí, vos pagás el café”. Y me la contaron. Eso me permite aprender, corregir errores. Me han dicho “vos en esta tendrías que haber ido por acá. Al hacer esto me avivaste a mí y yo entonces pude tapar esta cosa”. Y este loco está loco porque me lo está contando. Pero como ya concluyó su condena, ya está. Hay mucho de eso.
-Investigaste casos de corrupción durante el kirchnerismo, el macrismo y ahora en la gestión de LLA, lo que te valió tanto reconocimientos como descalificaciones, entre ellas, del propio Milei.
-Esbirro, sorete, ensobrado, retrasado mental y el grupo de la Casa Rosada ahora estuvo difundiendo imágenes mías falsas, esposado y cagado a trompadas.
-¿Pensás que la ficción, además del periodismo, puede ser un espacio para responder a estos ataques y exponer tu posición sobre los tiempos que corren?
-Responderle no, pues sería demasiado pretenciosa. Pero eventualmente, por lo menos, entreabrir una puerta, sembrar una duda en los lectores. Algunas de las mayores reflexiones que he tenido, de decir “carajo, esa no la había visto”, fueron a partir de leer ficción. Porque hay veces en las cuales la literatura me permite ver de otro modo y vivenciar dimensiones que yo no había vislumbrado. Entonces, si eventualmente yo le genero a algún lector el deseo de hablar un poco más sobre esto, estoy hecho. Que me digan “gracias, me obligaste a leer más sobre aquella generación y eso a su vez me llevó a generar por lo menos un grado más de separación de ciertas afirmaciones políticas de X, Y, Z”, con eso me alegro.
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La próxima charla de Verano Planeta será con Pedro Saborido este lunes 10 de febrero a las 21 en el hotel Costa Galana, ubicado en Av. Patricio Peralta Ramos 5725, con entrada libre y gratuita.

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