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Arte y Espectáculos 12 de septiembre de 2018

Kartún: “Las ganas se nos potencian en los presentes críticos como éste”

Analizó las condiciones para hacer teatro hoy, en medio de la crisis y de la dispersión del público. El autor viene para apoyar el trabajo de este escenario local que sufre constantes atentados anónimos.

Hacer teatro hoy” es el título de la charla que el dramaturgo y teatrista Mauricio Kartún ofrecerá este sábado a las 15 en el escenario de El Séptimo Fuego (Bolívar 3675). Además, presenciará a las 18 la puesta de “Salvajada”, obra de su autoría que repondrá un grupo de actores marplatenses, dirigidos por Viviana Ruiz. El elenco está formado por Javier Bosotina, Paula Eizmendi, Leandro Agustín González, Violeta Romero, Cristina Strifezza, con música de Federico Moyano, realización escenográfica de Estefanía Fernández, y asistencia técnica de Marcos Moyano.

La rabia es siempre poéticamente más productiva que la calma“, señaló el dramaturgo, entrevistado por LA CAPITAL. Lúcido, agudo, el autor fotografió este momento crítico del país. Y contó en qué anda: “Le estoy haciendo el paseíto a dos o tres proyectos. Nunca pongo los temas por delante de la imaginación, dejo más bien que ella me lleve a los significados. Pero la realidad es tan pregnante que se me mete en todos lados, la turra…”

-¿Este presente político y social de Argentina supone un buen momento para hacer teatro?

-Dependiendo del punto de vista. En términos económicos es un momento muy malo, tremendo, hay retracción fuerte en los espectadores porque la cultura es siempre algo a postergar cuando el bolsillo chilla; los presupuestos oficiales al achicarse reducen considerablemente los apoyos y el costo de servicio en las salas son altísimos. Desde el ánimo de sus artistas en cambio, al menos en este apasionado campo independiente en el que laburamos, las ganas se nos potencian en los presentes críticos como éste, en la bronca inevitable de ver repetir caminos y fracasos que creíamos superados. La rabia es siempre poéticamente más productiva que la calma.

-Llega a un centro cultural como El Séptimo Fuego que viene sufriendo agresiones desde hace un año. ¿Su visita también puede entenderse como un apoyo a la actividad de este espacio?

-Como apoyo pero en forma de aporte, como creo que es sano apoyar. La violencia anónima es un gesto bestial. Y la manera de contestarle es siempre con el gesto cultural, humano, con ideas, con palabras, que son las formas de la razón. Y poniendo la cara a esas palabras. Las palabras son todo lo que tenemos, decía Beckett. Ninguna idea debería avergonzarnos como para no proferirla públicamente y elegir el gesto anónimo. Voy a dar una charla en la que reflexionaré justamente sobre el sentido político de hacer teatro hoy; y a compartir luego como espectador desde la platea la puesta de un texto mío que intenta en su parábola decir también algo parecido: donde no ha habido respeto por el otro termina habiendo miedo.

-Desde aquella temporada en la que montó “El niño argentino” no volvió a la arena caliente de la temporada estival marplatense. ¿Por qué?

-Este año estuvimos en el verano haciendo una función de Terrenal en el Teatro Provincial, y quizá volvamos con la misma obra. Nos fue fantástico, pero nuestros espectáculos suelen dar para eso, para el toco y me voy. Sostenerse en cartel durante una temporada comercial es inorgánico para espectáculos como estos nuestros, pero el público sin embargo responde bien a funciones puntuales.

-La televisión, la industria musical, los medios de comunicación cambiaron a partir de las nuevas tecnologías. ¿De qué manera impactan ellas en el teatro?

-Es tan curioso… Las nuevas tecnologías han impactado demoledoras sobre las viejas, las han ido poniendo en crisis, desplazándolas, pero sucede que el teatro no es tecnología, así que tiene milagrosa inmunidad. Y más aún: con el crecimiento de lo virtual, con la lenta desaparición del cine de sala, aparece de nuevo como la única alternativa ceremonial de unión de esa tribu que se sintoniza alrededor de un relato. El concepto ancestral de la inteligencia narrativa. Vamos al teatro a eso, a sintonizarnos en grupo, a vibrar en comunidad, Netflix en tu casa nunca podría conseguirlo, es otra cosa, placentera también pero diferente. Su condición rabiosamente artesanal por otro lado se vuelve hoy metáfora desafiante, recuperación del tiempo y los saberes del hombre “de a pie”.

-¿Resulta complejo captar la atención del espectador o espectadora, teniendo en cuenta la dependencia del uso del celular?

-Es un desafío para los artistas pero es especialmente una interpelación al espectador. Por pura naturaleza de su lenguaje el teatro habla hoy de la necesidad de recuperar un tiempo biológico natural, el de la comunicación presencial, la del punto de vista único, la convivencia y el tiempo del paso. Es una batalla entre dos percepciones del tiempo. Fijate que en la última década han aparecido innumerables corrientes de pensamiento que curiosamente proponen la recuperación del tiempo orgánico como alternativa a ese otro post orgánico en el que vivimos tras la pantallita de cristal. Todas las semanas aparece un libro nuevo hablando de la metafísica del caminar, por ejemplo, la filosofía del trabajo de huerta o de la lentitud. El teatro se inscribe en esta misma corriente crítica ultra contemporánea.