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Opinión 4 de julio de 2021

La aritmética política y la mirada del mundo

Por Jorge Raventos

Con un decreto de necesidad y urgencia el gobierno de Alberto Fernández procuró esta semana poner fin a los obstáculos que impedían al país acceder a vacunas de origen estadounidense (Pfizer y también Moderna y Johnson & Johnson). Las cláusulas de confidencialidad que imponen en todo el mundo las corporaciones farmacéuticas impiden conocer a fondo los detalles de la negociación entre esas firmas y el Estado. Lo que queda en claro es que los argentinos contarán con suficientes y variadas vacunas para afrontar el desafío de las nuevas oleadas del virus. El gobierno pagó sin duda un precio ante la opinión pública por las dilaciones que ha demandado estr acuerdo. Se supone que habrá evaluado los motivos. En su momento, cuando el deber de discreción a que obligan los contratos haya expirado, la sociedad podrá conocer y juzgar en detalle tanto esa conducta como el expediente empleado para dar luz verde a los acuerdos con aquellas farmacéuticas.

Demora y oportunidad

Así sea demorada, la decisión del Presidente le quita a la oposición la bandera del reclamo por la vacuna de Pfizer, que, con distintas variantes y tonalidades, constituyó uno de sus arietes durante las últimas semanas. Considerando los tiempos electorales, la medida no luce tan inoportuna y, sumada a la llegada de dosis desde China y desde Rusia y a la inminente elaboración local de las dos dosis de la Sputnik V, termina de zurcir la respuesta oficial en el importante frente de la vacunación. Entretanto, empieza a complicarse otro tema que puede tener consecuencias en el cuarto oscuro: el precio del dólar, con una brecha que se ensancha entre la cotización comercial y las cotizaciones financieras, lo que implica consecuencias en el frente inflacionario y sobre el poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y subsidios.

Con la mirada puesta en elecciones que considera decisivas, el oficialismo privilegia el manejo de estas cuestiones sobre la composición de sus listas electorales, en un paisaje interno que, pese a divergencias a menudo importantes, está soldado por la convicción de preservar la unidad.

La suma de librepensadores

En el espacio adversario la idea de la unidad también está presente, pero resulta más trabajoso llevarla a la práctica: la abundancia de librepensadores y albañiles de viviendas propias dispara las pulsiones centrífugas.

La aritmética simplificadora argumenta, con buenas razones, que los que desean impedir que el kirchnerismo triunfe en la elección de noviembre son más que los que quieren una victoria oficialista. Pero, esa suma tal vez sea políticamente impracticable, porque implica meter en una misma bolsa especies diferentes, solo unidas -como admitió esta semana José Luis Espert- “por el espanto”. Veamos: en esa bolsa habría que agrupar Pro (que integra “halcones y palomas”), radicalismo (vasto espectro), coalición cívica (tal vez la línea más orgánica de Juntos por el Cambio, liderada claramente por Elisa Carrió), peronismo republicano, liberales ortodoxos (como Ricardo López Murphy), libertarios (como Espert y Javier Milei), socialdemócratas Margarita Stolbizer). A la diversidad de principios, que siempre son una invocación de cada una de estas corrientes, orgullosas de sus ideas, hay que agregar otra dificultad más terrenal: las listas no tienen tantos espacios plausibles como para satisfacer las aspiraciones de todos.

Tal vez para iniciar esa suma tan complicada el ejemplo debería provenir de laas fuerzas más grandes, Pro y radicales. Pero allí, las diferencias obstruyen la idea prudente de los demócratas que preferirían esta vez omitir la competencia interna y construir listas de unidad (necesariamente producto de trapicheos u acuerdos de elite).

¿Atado y bien atado?

Algo de eso se cocina en el Pro del AMBA. Mauricio Macri ha viajado a Europa por una temporada con el justificativo de presentar su libro, Segundo Tiempo, en el viejo continente. En la era de la deslocalización y las reuniones virtuales sería ingenuo suponer que esa equivale a que Macri se ausente por un mes de la caliente puja interna del Pro: él no puede darse ese lujo. Ya antes de partir trató de dejar “atado y bien atado” el reparto interno, le pidió a Larreta que respeten las aspiraciones de Patricia Bullrich y también las de Jorge Macri en la provincia de Buenos Aires.

Según dicen, el prestigioso intelectual Santiago Kovadlof -probablemente hablando en nombre de gente influyente- habría convencido a Patricia Bullrich de no dar batalla interna en la Ciudad de Buenos Aires contra la elegida de Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal. Pero ese eventual pacto requiere contraprestaciones que quizás Rodríguez Larreta no esté en condiciones de asegurar. Bullrich querría meter mano en las listas del Pro en todo el país invocando su condición de presidenta del partido; esa pretensión se suele cuestionar cuando el dedo lo ejerce una figura adversaria y siempre atropella situaciones que responden a lógicas y liderazgos locales. ¿Los intendentes Pro del conurbano, por ejemplo, admitirían que la jefa del partido les arrebate la lapicera?

En fin, el Pro todavía procesa su suma aritmética.

Adelante, radicales; libertarios, abstenerse

Lo mismo ocurre en el seno de la UCR. Facundo Manes se ha lanzado en la provincia de Buenos Aires, pero eso no impide que la fuerza que congrega el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, sostenga su propia lista. ¿Habrá dos boletas radicales enfrentando a Diego Santilli en la PASO bonaerense de Juntos por el Cambio?

A José Luis Espert ya le avisaron que no se permitirá a los libertarios competir como lista independiente en las PASO de la principal coalición opositora. ¿Buscarán seducirlos (a él, a Milei, a López Murphy) con ofrecimientos de puestos en las listas de la coalición? ¿O ellos decidirán competir por laas propias y hacer la suma aritmética más adelante?

¿Y el peronismo republicano? ¿Se lo invitará a integrarse formalmente a Juntos por el Cambio, a competir internamente? ¿O se lo tratará como a los libertarios?

Estos asuntos son las asignaturas pendientes de la carrera electoral. Pero no son las únicas ni las principales a rendir por el país.

El excepcionalismo by Morgan Stanley

La clasificación de Argentina como mercado “standalone” por parte de Morgan Stanley Capital International es un irónico homenaje al excepcionalismo que a menudo se reivindica como rasgo distintivo de la singularidad nacional. Para MSCI, Argentina no tiene parangón, por eso degradó al país del status de “mercado emergente” a esta categoría, que no representa un escalón inferior (eso hubiera sido el retorno a la condición de “mercado de frontera”), sino un mundo aparte, incomparable, aislado. ¿”Argentina paria internacional”, como definió Carlos Escudé cuatro décadas atrás?

La etiqueta de standalone redunda en el cierre de los mercados financieros, algo que ya estaba garantizado por el índice de riesgo del país, pero deprime además la valorización de las empresas argentinas y no sólo impide a los grandes fondos de inversión comprar papeles de ellas sino que les impone deshacerse de las que tengan en sus carteras.

Subjetivismo y nueva atmósfera

La decisión de MSCI ocurre en un momento paradójico: el FMI acababa de festejar el amigable pago parcial de Argentina al Club de París y comentaba con entusiasmo las conversaciones entre el país y el Fondo; los precios de los principales bienes exportables argentinos están en valores muy altos (impulsados por el “superciclo de los commodities”, como ha definido Jorge Castro); la actividad industrial se incrementa a buen ritmo y este año el PBI crecerá (así sea como efecto rebote) alrededor de 6 puntos. Los datos objetivos no parecían justificar que en este momento Argentina fuera empujada fuera del mapa.

Sucede que, como explicó un distinguido analista económico el último lunes, en el índice de MSCI hubo “mucho de subjetividad”, de fastidio con el sesgo político del gobierno, con “el deterioro de la accesibilidad al mercado”, como explicó un vocero de Morgan Stanley.

Quizás el subjetivismo y el rigor de la clasificación revelan asimismo la impaciencia de cierto alto mundo financiero privado ante la relativa contemplación y la creciente permisividad y heterodoxia que observan en otros actores -se trate de algunos estados principales o inclusive de las cúpulas de entidades financieras globales- ante los singulares zigzagueos argentinos así como ante otros fenómenos que los preocupan.

Las diferencias sociales, que ya eran dramáticas antes de la contaminación mundial del coronavirus, se han ampliado. En 2019 un estudio del Credit Suisse Research Institute señalaba que la mitad más desfavorecida de la población del planeta sólo poseía un 1 por ciento de la riqueza total, mientras el 10 por ciento más rico contaba con el 88 por ciento de la riqueza. Esos porcentajes también dan cuenta del pequeño espacio de riqueza que queda vacante para la clase media global. Otro dato impresionante: el 1 por ciento más rico es titular del 45 por ciento de la riqueza del mundo.

La atmósfera mundial suscitada por la pandemia y ese agravamiento de las condiciones sociales en el mundo está impulsando una revisión de conceptos y paradigmas. El mismísimo G7 ya ha aprobado la propuesta de un impuesto global a las empresas transnacionales (por iniciativa del Tesoro de Estados Unidos), se debate la supresión de licencias para las vacunas que demanda la pandemia; otro ejemplo: en vísperas de la inauguración de la Copa América de fútbol, una iniciativa de los jugadores brasileros, que discutían la sensatez de realizar esa competencia en las condiciones sanitarias en que se encontraba su país, estuvo a punto de disparar una huelga continental, analizada con sus colegas de otros países, sus compañeros en equipos de distintas partes del mundo. La mera posibilidad de una huelga internacional protagonizada por trabajadores de elite que están entre los mejor pagados del mundo revela con claridad que ante la anomalía es necesario pensar de nuevo. Y en esta época piensa todo el mundo: los mejor pagados y los que ganan peor.

Esta es la situación en la que el Papa reitera enfáticamente que, para la Iglesia, “junto al derecho a la propiedad está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra, y por tanto el derecho de todos a su uso”.

Pensar de nuevo

La amenaza mundial de la pandemia ha sensibilizado a las sociedades ante el fenómeno de la creciente integración del planeta y la necesaria solidaridad colectiva que demandan no sólo fenómenos como las enfermedades contagiosas, sino también las calamidades ambientales y las catástrofes sociales. Y ha mostrado, asimismo, que aquella integración, así como por su lado oscuro facilita el flujo de virus y dañinas influencias de distinto orden, ofrece por la inversa los instrumentos de comunicación, creación, vínculo y acción para neutralizar esos peligros y pensar y construir nuevas condiciones.

El debate mundial muestra, así, una vasta ornitología, en la que no sólo vuelan palomas y halcones.

El Papa también tuvo un mensaje con destinatarios locales. Lo endosó a la reunión anual de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, un espacio en el que Francisco, pese a las apariencias, no es necesariamente un ídolo de la tribuna. ““Hay que invertir, no esconder la plata en paraísos fiscales”, recomendó el Pontífice en este caso. Por supuesto, no se refería más que a algunos malos ejemplos, pero varios se pusieron el sayo.

En el contexto de ese encuentro, hubo otras expresiones de interés político. Por caso, la reflexión de Emilio Pérsico, que además de ser Secretario de Economía Social del gobierno nacional, es uno de los líderes del Movimiento Evita, una de las columnas principales de los llamados movimientos sociales. Pérsico adoptó un tono si se quiere autocrítico: en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE),”Lo primero que se le ocurre al Estado y a la política es :hay pobreza, inventemos subsidios. Pero no es la salida el subsidio. No resuelve el problema, porque no integra. La integración como consumidor, no es la integración. La integración es integración como trabajador. Es el trabajo lo que va a dignificar a la persona”.

Suele describirse a los movimientos sociales como cazadores de subsidios. Las palabras de Pérsico abren otra perspectiva y son una invitación para que otros interlocutores intervengan en la búsqueda de soluciones que incluyan dos de esos conceptos: integración y trabajo.

¿Puede esperarse que estos temas sean ejes de la campaña electoral que se avecina? Primero se están discutiendo las patéticas miserabilidades.