La clase media se achica, el día que Charly se calentó con Fito y el “Dibu” atajó el penal y se vino a sus pagos
Todos los entretelones de lo que es noticia en Mar del Plata.
De los vaivenes de la clase media, los operativos contra el juego y las apuestas ilegales, la vuelta del campeón del mundo “Dibu” Martínez a su ciudad, el contundente triunfo de Boca en el superclásico –¿hará el programa con la camiseta de Boca el periodista fanático de River que perdió la apuesta?–, la paritaria municipal y la nueva gestión local que asumirá el 10 de diciembre y jugosas anécdotas de rockeros en Mar del Plata se habló el fin de semana en asados, en degustación de vinos de prestigiosa bodega con periodistas de distintos medios, en la previa del Medio Maratón Ciudad de Mar del Plata, en el agasajo al embajador de España, entre peli y peli del Festival de Cine, y en las juntadas del domingo frente al televisor para ver el partido tan esperado.

Fue un domingo a pleno deporte. El superclásico paralizó las actividades de los futboleros. Y mientras en la Bombonera deliraban los xeneizes –muchos marplatenses allí presentes, como los Otero (helados Lucciano’s) padre e hijo; el secretario de Desarrollo Productivo, Fernando Muro; el senador nacional Maxi Abad; el colega Germán Lagrasta, y el titular de Open Sport, Marcelo Cardelino, entre otros–, acá, frente al televisor, se juntaban amigos, integrantes de peñas y fanáticos de ambos elencos, viviendo a pleno un partido que genera atracción en todo el planeta. Después de que Boca se aprovechara del mal momento de River –todavía no logran recuperarse ni la mano derecha del intendente (Montenegro se cansó de mandar memes a varios de los que soportó cuando la mano venía cambiada), ni los prestigiosos contadores del grupo de WhatsApp “Lechón del superclásico”, ni el bronceado periodista recién llegado de sus vacaciones que se cansó de boquear en meses previos–, más tarde, Aldosivi ganaba con polémico penal sobre la hora y encendía las esperanzas de permanecer en primera. Por la mañana, más de 15 mil personas le dieron vida a la edición 2025 del Medio Maratón Ciudad de Mar del Plata para que se luciera Pablo Funes con las tomas aéreas de su dron con el imponente telón de fondo del mar. De esa prueba que pone a Mar del Plata en el selecto grupo de las mejores maratones del país se hablaba también en el agasajo que se le ofreció al embajador de España, Joaquín de Arístegui Laborde, en la imponente suite del cuarto piso del Hotel Provincial. Es que dos de los comensales –el jefe de la Prefectura, José Vigano, y el titular del GADA, coronel Germán González– corrieron a prueba de 10 kilómetros. “Llegamos y eso ya es un triunfo”, señalaban con orgullo, mientras Guillermo Montenegro relataba que su hija también fue una de las maratonistas de la jornada.

foto @dronmardelplata
Y a propósito de deportes, el lunes, mientras en los grupos de WhatsApp se multiplicaban las gastadas de los “bosteros” contra sus vencidos rivales, en el aeropuerto de Camet la joven agente de la policía aeronáutica no daba crédito a lo que veía. “¿Ese no es el ‘Dibu’ Martínez?”, le preguntó incrédula a su compañera, y un minuto más tarde obtenía la foto tan preciada. Dicen que los grandes arqueros no descansan nunca, que viven con los guantes puestos hasta cuando duermen. Pero después del recital que se mandó en Inglaterra –penal atajado, reacción imposible y ovación general–, Emiliano “Dibu” Martínez se permitió algo de paz: Mar del Plata, su refugio de siempre. El héroe de Aston Villa, el que volvió a tapar todo en la Premier, cruzó el Atlántico para venir a descansar unos días con su esposa e hijos. El destino, claro, no podía ser otro: Rumencó, donde tiene casa y donde cada tanto se lo ve disfrutando de su lugar en el mundo, lejos del ruido de las cámaras y las tribunas inglesas.

Dicen los vecinos que lo vieron tranquilo, sin la adrenalina del arco ni los penales, caminando por las calles del barrio, saludando con una sonrisa tímida y ese aire de tipo común que contrasta con la mitología que arrastra. Después de su brillante actuación –esa en la que volvió a demostrar que los reflejos también se entrenan con carácter–, eligió volver al origen, al mar, a los suyos. Mar del Plata le devuelve lo que Londres le quita: silencio, familia, tiempo. En Rumencó, “Dibu” cambia los gritos del estadio por el canto de los pájaros o los juegos de mesa con su familia. Y ahí, entre mate y mate, descansa, aprovechando que no fue citado por Scaloni para el amistoso de la selección ante Argelia –sumarán minutos otros arqueros que están en observación como Walter Benítez y Gerónimo Rulli– y matizará seguramente con alguna salida para jugar al paddle en complejo del puerto o concurrir a algún restaurante con amigos. Y, seguramente, algunos marplatenses se lo cruzarán para lograr el valioso autógrafo o la foto que se convertirá en fondo de pantalla por muchos años. Porque no todos los días el mejor arquero del mundo anda de pantuflas por el barrio.

En la Argentina de 2025, el mito de la clase media –ese que nos enseñaba que con estudio, laburo y un poco de suerte se podía subir un escalón– está en terapia intensiva. Y sin prepaga, porque el 28 % dice que sería lo último que resignaría, pero cada vez más la están dejando. El nuevo informe de PensarLab y Fundación Pensar (más que ligada al PRO) lo dice sin anestesia: más de la mitad de los argentinos cree que la clase media se achica y casi dos tercios tuvieron que recortar consumos. No se trata de lujos, sino de lo básico: ropa, ocio, vacaciones, el changuito del súper con “segundas marcas que ya son las primeras”. “Comprar duele”, dice el estudio, y no es metáfora. La vieja clase media de Mafalda se miraba en el espejo de los setenta, cuando el país se creía Europa del Sur. El 75 % se autopercibía clase media y la pobreza rondaba el 4 %. Hoy, apenas el 43 % de los hogares puede seguir diciendo lo mismo por ingresos. Y si uno pregunta, casi 30 millones se creen de clase media, aunque las cuentas oficiales dicen que son solo 20 millones. El resto, nostalgia estadística. Del informe hablaban dos de los periodistas en la presentación del vino Terrazas de los Andes Grand en Cava Federal, con la visita del ‘head winemaker’ José Rudecindo Ponce, un mendocino que dio cátedra sobre la creación de vinos de alta gama, demostrando por qué es respetado y admirado por sus colegas.

El informe cita a Edgar Morin: la buena vida es una mezcla de prosa (trabajo, esfuerzo) y poesía (disfrute). Pero la prosa ganó por goleada. Los argentinos pasaron del “consumidor estoico” –aquel que ajustaba pero seguía soñando– al “consumidor sacrificial”. No hay épica del ahorro: hay cansancio. El esfuerzo ya no promete nada. Y la pregunta se repite, con tono existencial: ¿para qué? El texto lo dice claro: vivir siguiendo los preceptos estoicos es difícil; vivir en modo sacrificial, intolerable. La clase media está agotada de sobrevivir sin disfrutar. Las fotos del país en cifras: clase alta, 5 %; clase media, 43 %, y clase baja, 52 %. Para ser de clase media, el ingreso familiar debe estar entre $2 y $6,5 millones mensuales. 7 millones de hogares pertenecen al estrato medio. El 40 % de los argentinos tiene un nivel educativo superior al de sus padres, pero sin ascenso social. 6 de cada 10 dicen que su trabajo apenas les permite “subsistir, no progresar”. La clase media, dice Pensar, se aferra a sus últimos símbolos: la prepaga, la escuela privada, el auto. Ajusta en todo lo demás, menos en la educación. “Cambian las vacaciones por las cuotas del colegio”, apunta el informe. Ahí aparece el punto más sensible: la educación como último bastión del mito.

Con la llegada del primer plato –gnocchi verde con crema de zucchini, acompañado por un Grand Malbec de Terrazas 2022–, refería colega radial que en el informe Sergio Siciliano, legislador del PRO, firma una sección que podría titularse “La fe perdida”. Dice que la clase media sigue apostando por la educación aunque ya no crea en sus promesas. Que el título universitario, ese diploma colgado en la pared como certificado de ascenso social, ya no garantiza nada. Y que el 60 % de los jóvenes cree que estudiar no alcanza para “ser alguien”. Una herejía en el credo nacional. Lo grave, advierte el informe, no es solo la frustración individual, sino el riesgo colectivo: “Una clase media que deja de creer en la educación es una sociedad que pierde su rumbo”. Entre análisis políticos y degustaciones, en algo coincidieron los colegas: la conjunción de entraña con gremolata, crema ácida y papas rosti- Y la copa de Grand Cabernet Sauvignon 2022 merecía uno y cada uno de los elogios vertidos.

“Esperando la carroza”. El título del documento es una ironía perfecta. La Argentina se construyó sobre la idea de que la educación y el trabajo eran el boleto de ascenso. Hoy, dice el informe, la mayoría siente que ese tren ya no pasa. Que se escucha el ruido del motor, pero no se detiene en su estación. “Estamos esperando la carroza”, escriben. Esperando que el mito vuelva. Que el país vuelva a ser lo que fue: una nación de clase media, previsible, con futuro. Pero mientras tanto, el changuito se achica, las cuotas pesan y la esperanza se paga en 12 sin interés… si hay límite en la tarjeta. La cena concluyó con promesas de un nuevo encuentro en la temporada –según prometió Marcelo Benavídez, gerente de Comunicación y Prensa de Moet Hennessy Argentina– no sin antes degustar una selección de quesos artesanales acompañada de membrillo tradicional, dulce de cayote y zapallo en almíbar, con brindis cruzados entre Darío Palavecino, Albertina Marquestau, Guillermo Villarreal, Adrián Barbarulo y el resto de los invitados a ese agradable encuentro.

En quincho del Bosque Peralta Ramos, el domingo a la noche se celebró cumpleaños de histórico dirigente sindical, con presencia de familiares y amigos, muchos de ellos relacionados con el sindicalismo y la política. Se habló de lo que sucederá en la comuna a partir del 10 de diciembre, cuando asumirá como intendente Agustín Neme en reemplazo de Guillermo Montenegro, quien ocupará una banca en el Senado bonaerense. “No esperen cambios de importancia. Habrá continuidad”, insistió el concejal del oficialismo, repitiendo las palabras dichas por Neme el viernes en entrevista concedida a Mesa Abierta, el programa de streaming de LA CAPITAL y Canal 8, donde rompió el silencio. En otro tramo de la cena se comentó que está pronta a realizarse la negociación por la paritaria de los municipales. Gremialista que se ufanó de manejar buena data dijo que “arreglarían un incremento del 14 % hasta abril”. Mientras, a su lado, otro de los comensales se quejaba por la situación de la aseguradora La Nueva, comentando que semanas atrás fue chocado por un remisero –la firma concentra gran parte de su cartera en vehículos de uso intensivo como remises y taxis– y no pudo cobrar por parte de la aseguradora que se encuentra en delicada situación financiera.

Más tarde, agotados los temas políticos y “aburridos”, hubo recomendaciones de películas y series, y se recordó la risueña anécdota contada por el productor de espectáculos Pablo Baldini en Mesa Chica y que tuvo como protagonistas a Fito Páez y Charly García. El 2 de febrero de 2003 tocarían en el Polideportivo de Mar del Plata ambos músicos, íconos del rock nacional. La idea era que el show lo abriera Fito, luego tocaría Charly, y cerrarían haciendo un par de temas juntos. Sin embargo, todo se trastocó ni bien llegó García a Mar del Plata. Desde la limusina que lo trasladaba desde el aeropuerto a su hotel, en este caso Torres de Manantiales, vio que en los afiches y cartelería pública del recital de esa noche el Fito Páez aparecía sobre Charly García. Misma tipografía, pero el rosarino arriba. Y se calentó mal.

El recital se inició con demoras. Tocó Fito Páez sus grandes temas, pero Charly no daba señales de vida. Pasaban los minutos y en el Polideportivo todos esperaban al creador de tantos himnos del rock nacional, especialmente el productor del espectáculo, quien ya caminaba por las paredes. En determinado momento, Baldini recibió un mensaje urgente desde el hotel. “Charly quiere que desarmen su habitación y la lleven al estadio”, le dijeron. “El living, la cama, el sillón rojo, todo”. El gerente del hotel dudaba. Baldini respondió sin dudar: “Si él hace algo con eso, la suite se va a llamar Charly García”. Y así fue. Todo el mobiliario de la habitación 17D de la Torre Sol, derecho al polideportivo. El equipo cargó los muebles, los trasladó al estadio y el músico armó allí una puesta que nadie olvidó. “En esa época, sin redes sociales, el juego era cómo hacer noticia. Charly era un maestro en eso. Podía convertir un capricho en una escena histórica”, recordó Baldini entre risas.

Casi dos horas después de lo previsto, García apareció, maquillado de blanco, con un guante rojo y otro negro y se sentó sobre el sofá rojo ya instalado en el escenario, a metros apenas de María Gabriela Epumer. Abrió el recital con un tema nuevo, “Rehén”, y luego desfilaron “Rezo por vos”, “Perro andaluz”, “Anhedonia”, “Pasajera en trance”, “Demoliendo hoteles”, “Adela en el carrousel”, “Asesíname”, “Nos siguen pegando abajo”, “Fanky”, “Raros peinados nuevos”, “No llores por mí Argentina”, “I’m not in love”, “Tu vicio”, “Influencia”, “Yendo de la cama al living”, “Cerca de la revolución”, “El amor espera” y “No voy en tren”. Obviamente, no tocó ningún tema con Fito –que nada tenía que ver con lo sucedido con los carteles y la publicidad– como muchos esperaban. El sillón rojo usado por Charly en aquella accidentada noche hoy se encuentra en Bajo Tierra, el espacio de jazz en el subsuelo de Manantiales. Historias como esa le sobran al productor fanático de Racing. Algunas son delirantes, otras conmovedoras, todas forman parte de una vida detrás del telón. Merecerían un libro.
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