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Opinión 20 de mayo de 2020

La educación y la nueva normalidad

Por Gustavo de Elorza Feldborg (*)

Y los días siguieron pasando en el escenario mundial de la pandemia, así es el caso de la Argentina, que a la fecha se encuentra cumpliendo 62 jornadas de aislamiento social preventivo y obligatorio; donde la necesidad de una urgente transformación social demanda nuevas configuraciones en los escenarios laborales, sociales, económicos, políticos y no podemos dejar de mencionar, el educativo.

La transformación de los ámbitos académicos, sin lugar a dudas, ha planteado uno de los principales retos en lo que va del siglo XXI, sin embargo, las estructuras y el sistema educativo de la Argentina, mantienen de forma forzada su rigidez original y hasta casi fundacional, como fue, el sello de la Sociedad Industrial y que al día de hoy, da muestras concretas de su obsolescencia.

La demanda inmediata y situacional, colocó a los docentes frente a un desafío de readecuar sus prácticas educativas, sus fundamentaciones y hasta sus perspectivas pedagógicas, las cuales parecían ser una suerte de herencia del sistema educativo de los últimos 150 años, que condicionan y proyectan todavía ciertos fracasos de la educación.

Claro está, que el margen de maniobra con los que contaban los docentes para esta mutación, era casi nulo, ya que en muchos casos, las capacitaciones y la formación sobre el desarrollo de procesos de enseñanza y de aprendizaje en escenarios de virtualidad, no habían sido previstos como un requerimiento necesario para esta época, a pesar de encontrarnos en un tiempo donde la conectividad, los desarrollos tecnológicos, la sociedad de la información y el conocimiento, la inteligencia colectiva y la pedagogía en Red, por mencionar sólo algunos, son las marcas fundamentales de este siglo XXI, en los cuales se configuran escenarios cualitativamente diferentes para el aprendizaje de las personas (Barron, 2006).

También, cabe mencionar que la oferta de dispositivos de capacitación aplicados a la educación previos a la pandemia y los que se han implementado durante la misma, sostienen y adolecen del mismo sesgo de error, muchos se encuentran mal diseñados, por centrarse en la mayoría de los casos, en una formación instrumentalista, lejos de formar para el desarrollo de prácticas pedagógicas y didácticas sustentadas en ambientes digitales en contextos de virtualidad.

Ahora bien, ¿en qué ayudó a la educación, todo este proceso de cambio junto con sus demandas, a más de no dejarnos alternativa posible, en sumergirnos de una manera involuntaria en este escenario, pese a que ya lo veníamos anticipando?

Mudanza hacia lo digital

Nos encontrábamos ante la necesidad que surgió de la observación de nuestro sistema educativo, en el cual era inminente el cambio hacia otro paradigma pedagógico, donde como siempre, surgieron las voces que un cambio de esta magnitud, refiriéndose a la incorporación de las Nuevas Tecnologías como potenciadoras de los aprendizajes, llevaría mucho tiempo, e incluso décadas. Pero todo esto, por supuesto, era hasta antes de la aparición del COVID 19, ya que este pequeño enemigo invisible de la noche a la mañana, nos desalojó de una educación presencial, arraigada por décadas, desafiándonos como educadores ha reinventarnos, transformar nuestras concepciones y supuestos de las prácticas docentes, y cuyo objetivo imponderable, era la de poder mantener la continuidad pedagógica de nuestros estudiantes y por que no decir también, del sistema educativo como tal.

Cabe destacar, que la labor de los docentes, su esfuerzo, creatividad y dedicación deberían nuevamente otorgarles el status social y el reconocimiento que supieron tener en otro tiempo, sumado al acompañamiento, reconocimiento económico y andamiaje con propuestas que apunten a una formación sólida, coherente y acorde a los tiempos que vivimos, con una proyección de mirada hacia el futuro cercano, en que pronto nos encontraremos transitando. No tener en cuenta y no capitalizar todo esto que nos ha tocado vivir como experiencia educativa dentro de la virtualidad y de la utilización de las Nuevas Tecnologías, sería echar por tierra mucho esfuerzo, aprendizaje y sobre todo experiencias, que muchos docentes, valoran como muy positivas y que se suman al despertar conciente de que otra educación es posible.

Entonces, surge la pregunta necesaria, ¿cómo será la nueva normalidad de la que tanto se habla, pero que poco logramos vislumbrar, sobre todo en el mundo educativo?

En algún momento, volveremos a la forma y metodologías de la educación presencial, a un reencuentro con nuestros estudiantes, a volver a vivir las experiencias del aula, como aquellas en que nos formamos tiempo atrás, habrá de seguro muchas anécdotas, relatos y experiencias que compartiremos junto a ellos, de seguro que éste será un tiempo de celebración para todos; pero en esta nueva normalidad, ¿cuál podría ser uno de los peligros que tendríamos que enfrentar?, y uno seguramente, es el que no quisiéramos que suceda, y es que mucho docentes no ven la hora de salir de la virtualidad y de todas sus exigencias; muchos de ellos se han sentido frustrados – por supuesto, no debería ser así – pero es bueno que analicemos que en esta mudanza hacia lo digital, tanto por falta de preparación, por desconocimiento y muchas veces por temores, hemos cometido errores, que se han cristalizado en una sobreinformación de contenidos, materiales y actividades un tanto desmesuradas en relación a lo que un cerebro puede asimilar y procesar.

Abandonar la virtualidad, significaría un inmenso retroceso, una gran pérdida, tanto para docentes como para los estudiantes, sobretodo por el futuro de estas generaciones que se están formando.

Por ello, considero que la nueva normalidad, la podríamos enfrentar y asimilarla como otra experiencia, que nos permitirá aprender a desarrollar nuestras clases en otra modalidad que sirva de complemento a lo presencial, junto a lo virtual.

Otra forma de transitar hacia la nueva normalidad, creo que consistirá en comparar las experiencias de las clases presenciales y las nuevas experiencias que nos tocaron vivir en los escenarios de la virtualidad, valorando y apreciando errores, que nos permitan construir nuevos aprendizajes, que luego mejorarán los aprendizajes de nuestros estudiantes.

Tal vez, lo que mejor puede dejarnos este escenario, sería poder autoevaluarnos como docentes y reflexionar que cosas nos hicieron falta, que no sabíamos, dónde estuvimos perdidos y que dificultades enfrentamos cuando nos tocó ser docentes en la virtualidad, como así también el Estado, debería tomar conciencia y ocuparse de la necesidad de generar y acompañar con políticas educativas serías, coherentes y sostenibles en el tiempo, para que nadie quede fuera del sistema educativo.

Sin lugar a dudas, la gran mayoría de los docentes de todos los niveles del sistema educativo, sabemos muy bien, que los cambios necesarios – si quieren dentro de la nueva normalidad – son mas bien, la necesidad de resultados diferentes, no de un nuevo tiempo, que nos desafíen a prepararnos y a formar a los niños, niñas y adolescentes, para ese futuro que se aproxima y nos demanda una mirada y prácticas diferentes.

(*) El autor es profesor e investigador universitario y especialista en Educación y Nuevas Tecnologías.