Cultura

La gente anda leyendo: Damita y Quiroga

Una lectura compartida llega hasta Los cuentos de la selva, de Horacio Quiroga, para descubrir la literatura atemporal.

 

Por Dante Galdona

Vuelvo a una lectura de mi infancia, al influjo de Damita, quien pregunta por mis libros preferidos de cuando era chico. En los inicios de su viaje como lectora, ella es intrépida. Busca, observa, indaga. Es voraz, todo lo voraz que puede ser un niño de hoy ante la competencia de los formatos audiovisuales.

En alguna página de nuestro momento de lectura ella lanza la pregunta. Pienso, intento recordar.

-“El Principito“-, digo.

-Ese ya lo leímos, otro-, agrega.

“Cuentos de la selva”.

Indaga brevemente por el autor y el contenido. Aprueba.

Dejo mi lectura de adulto y busco en la biblioteca ese ejemplar que sobrevivió a mudanzas, préstamos y calendarios. Me sigue más o menos desde los diez años.

Está viejo, no tiene dibujos, nada se mueve. Pero un título le llama la atención: “Las medias de los flamencos”. Nos mandamos a la lectura con un entusiasmo feroz. Ella porque espera descubrir quién sabe qué imagen que se le acaba de formar en la cabeza. Yo porque, si bien recuerdo vagamente el texto, siento que voy a redescubrirlo. Y así sucede. Terminada la lectura tenemos una profunda charla literaria acerca de la crueldad.

Pienso en lo edificante y trascendente de un libro escrito hace más de un siglo, cuando la ecología y el respeto por los animales no era algo de lo que se hablara. Pienso en la genialidad de Horacio Quiroga, capaz de escribir un libro para niños y tocar temas universales de la literatura, incluso para adultos.

Pienso en su capacidad narrativa, cuando no sólo humaniza y hace hablar a los animales, sino que les pone voz y palabras de animales, no de personas. Leer a Quiroga es entender cómo hablan los animales. Para Damita, que como es chica todavía sabe cómo hablan, eso no es una novedad; para mí, que ya olvidé pensar como niño, es un gran hallazgo narrativo.

El momento de lectura sigue con otros cuentos del libro, hermosos todos.

Luego de eso busco “Los trucs del perfecto cuentista”, con la esperanza de que su relectura me dé un indicio de cómo se hace una obra atemporal.

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