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Interés general 23 de julio de 2022

La increíble historia de los libros de Roa Bastos hallados entre la basura en Chapadmalal

Celina Brittez, la socióloga otamendina afincada en Balcarce que encontró la biblioteca perdida del escritor paraguayo Augusto Roa Bastos. A partir de ese hallazgo se produjo una recuperación histórica invaluable.

Celina Brittez junto a su familia y al representante de la embajada paraguaya.

BALCARCE (Por Sebastián Plaza)

Era el verano de 2019 y el novio de Celina Brittez regresaba de su trabajo por la ruta 11, en cercanías del complejo de hoteles de Chapadmalal. Vio en la banquina un contenedor de basura y lo detuvo la curiosidad. Había un ropero y en su interior bolsas con libros. “¿Te los llevo?”, le preguntó a su novia en el mensaje que acompañaba a la foto y recibió la respuesta que esperaba: “Sí traémelos que los miramos”.

Hay lazos que tal vez estaban tejidos en otro tiempo y se materializan en la actualidad. Episodios que sorprenden por su inverosimilitud pero que tal vez estaban predestinados a que sucedieran a pesar de las probabilidades. Lo que desconocía Celina Brittez era que aquel hallazgo habría de unir dos momentos en el tiempo y reconstruir una historia. Nada menos que la historia de una de las bibliotecas perdidas del gran escritor paraguayo Augusto José Antonio Roa Bastos.

“Los exilios los cuento por las bibliotecas perdidas y ya perdí tres”, contaría en el tramo final de su vida, allá por 1995, el autor de “Yo el Supremo”.

Las bolsas con los enmohecidos libros llegaron a las manos correctas. Brittez es socióloga y gran lectora, afición cultivada en el seno de una familia otamendina vinculada a la cultura. En la casa de sus padres en Comandante Nicanor Otamendi comenzaron a abrirse las bolsas. Un amplio garaje sirvió para esparcir 176 libros, fotos, escritos y dedicatorias que pertenecieron a Roa Bastos.

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“Empezamos a mirar y enseguida dijimos ¡guau! qué buenos libros desde lo literario. Y de repente uno de ellos decía: Para Augusto Roa por su lucha. Y mi hermana y mi madre empiezan a abrir y también se encuentran con dedicatorias de ese tipo. Fue una emoción y un éxtasis porque era Augusto Roa Bastos”, aseguró.

La sorpresa fue mayúscula para los Brittez que rápidamente comenzaron a googlear y a interiorizarse por la vida de ese escritor paraguayo. “Queríamos saber si vivió en la Argentina o en la zona para ver cómo podrían haber llegado los libros hasta ahí”, una incógnita que tal vez el exilio se guardó para sí.

“Vimos que él se exilió en la dictadura, en la de Paraguay y en la de Argentina. Enseguida dijimos que le teníamos que avisar al Gobierno porque nos dimos cuenta que estábamos ante un tesoro. Es algo magnífico que llegó a manos de la familia”, apuntó.

Un misterio

El lote de libros encontrados en un contenedor de Chapadmalal corresponde a la biblioteca de Roa Bastos de la década del ’80. En verdad, en 1980 el escritor, que vivía exiliado en Francia, le pidió a su hija Mirta que guardaran los libros en el departamento que tenían en Buenos Aires. “Fuimos con mi hermano y los acomodamos como si fuera él a venir mañana. Los pusimos todo en orden y todo lo que era documentos, manuscritos y todo lo pusimos en un placard. Lo liamos con una cinta pensando muy poéticamente que él iba a encontrar sus cosas, iba a abrir y a encontrar todo como lo habíamos dejado”, contó Mirta.

Pero resultó que Roa Bastos se endeudó con la agencia literaria para la cual trabajaba y le entregó ese departamento en parte de pago. Al parecer, esos libros viajaron a un depósito de Barcelona y se perdieron. Misteriosamente y sin que aún pueda determinarse cómo, aparecieron tres décadas después en un contenedor en Chapadmalal. A punto de ser incinerados.

Esta historia era desconocida por Brittez, quien en pleno embarazo se abocó a pasar la pandemia de la mejor forma posible. Leyendo.

 

Celina Brittez.

Celina Brittez.

“Los empezamos a leer entre todos. Algunos mis padres y otros con mi pareja. Los leíamos en voz alta. Hasta llegue a leerle mucho a la panza”, recordó Celina mostrando su entusiasmo y el valor que le dio al material hallado.

El destino tenía marcado otro mojón en la relación de Celina con el Paraguay. Es que si bien nunca estuvo en tierra guaraní desde chica escuchó muchas historias narradas por su abuelo, Ignacio Brittez, un chaqueño que le tenía mucho amor al Paraguay.

“Siempre mi familia le tuvo un cariño especial por Paraguay porque mi abuelo era chaqueño y se hablaba mucho de ese país.  Siempre dijimos en casa lo injusto que se fue con Paraguay y lo que se le arrebató con la Triple Alianza”, recordó Celina.

La socióloga indicó desde su “parte romántica de la familia” que “el devolver los 176 libros nos inspiró para decir que: es devolverle un poco al Paraguay desde nuestro humilde lugar”.

El gran retorno

A principios de este mes de julio, Celina Brittez decidió que ya era tiempo para iniciar la repatriación. “Si tarde tres años y siete meses en contactarme con la Embajada fue porque solo estaba mirando el árbol. Hoy, viendo volver a su patria lo que considero un patrimonio histórico de Paraguay, todas mis preguntas vinculadas con la fuerza del destino se resuelven. El bosque ¿lo real?”, reflexionó.

Lo cierto es que Brittez, luego de un trabajo familiar invaluable en cuanto a la recuperación de los libros y su inventario, informó a la embajada paraguaya sobre el hallazgo. En tiempo récord, los libros viajaron al hermano país y a mediados de esta semana fueron presentados por la propia Mirta, rodeada de representantes de la Fundación Roa Bastos, del Ministerio de Relaciones Exteriores del Paraguay y del Centro Cultural de la República El Cabildo.

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Foto diario ABC.

A Celina Brittez la Fundación la declaró miembro honorario y en agradecimiento le entregaron la medalla conmemorativa del Centenario del escritor ganador del Premio Cervantes.

“Es una sensación muy extraña y es muy emotivo. Estoy muy agradecida porque encontró una familia, primero muy lectora, y sumamente muy sensible para reconocer que esto tenía un valor. Celina es una mujer joven que se acaba de graduar de socióloga, su papá es antropólogo, su mama es profesora, los hermanos tocan música…”, dijo Mirta en el acto de exhibición de los libros de su padre.

Celina Brittez envió una carta junto a las siete cajas conteniendo los libros y a ese texto lo tituló “Los libros perdidos de Augusto Roa Bastos”. Tal vez, en esa frase final se encierre toda la experiencia de un evento único en su vida: “Encontrando los libros perdidos me topé con un tesoro muy mayor, más invaluable e imposible de poner en palabras sin quitarle color. Hoy, venciendo el desarraigo de la biblioteca viajera, me convertí en parte de lo que podría ser quizás la última aventura del gran Augusto Roa Bastos”.



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