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Opinión 12 de mayo de 2017

La isla de la fantasía

Por Miguel Angel Rouco

 

La impotencia de la administración Macri para poner en caja a la inflación, pone al descubierto el aislamiento en el cual se encuentra el gobierno nacional.
Lejos de encontrar soluciones, el problema se ha ido agravando y de lo que podía suponerse como un hecho coyuntural, derivado de la salida del régimen kirchnerista, la inflación ha tornado en un fenómeno estructural.

Si bien es cierto que la inflación es derivada de un proceso de exceso de liquidez, la economía presenta un déficit estructural que se refleja en el sistema de precios. La gran apuesta de impulsar al sector rural para dinamizar la economía no dio los resultados esperados. A pesar de haber generado una respuesta rápida, a partir de la baja en las retenciones y de la mejora del tipo de cambio, la actividad agropecuaria empieza a mostrar un marcado deterioro.

Un poco por factores externos. Las intensas lluvias han dejado miles de hectáreas y caminos anegados generando millonarias pérdidas en todas las actividades. El sector no produjo todo lo que se esperaba. Ya no alcanza con una buena cosecha, la economía argentina no es flexible y presenta una estructura con mucha rigidez.

Pero los factores que más han abonado en el deterioro del sector pasan por la falta de competitividad y por los altos costos internos, un fenómeno que se presenta en el resto de los sectores de la economía.
Este deterioro encuentra su raíz en el monumental gasto público que genera el déficit fiscal.

En su afán por ganar las elecciones, el gobierno procura mantener un elevado nivel de consumo para enmascarar la carencia de una actividad económica que a todas luces repercute en todos los sectores.
La Casa Rosada hizo una apuesta fuerte por mantener un elevado gasto en obras públicas con alto impacto en áreas urbanas, con el objetivo de montar sobre ello su campaña electoral. Paralelamente, exacerba el consumo con planes de financiación carísimos y ficticios que maquillan el alto costo financiero, pero que sirven sólo para que las familias aumenten su endeudamiento. Basta con observar sólo el monto de esas deudas con las tarjetas de créditos y por préstamos personales que ronda los 30.000 millones de dólares. Esta política es el peor instrumento para aplicar un freno a la inflación.

Del otro lado, el Banco Central se ve obligado a mantener tasas de interés elevadas para evitar que la inflación se recaliente y se descontrole. La necesidad de un gasto público elevado, aumenta el déficit fiscal y las necesidades de financiamiento. Esto obliga al Tesoro a aumentar su endeudamiento con el exterior y provoca que el BCRA deba comprar los dólares que ingresan, emitiendo más pesos.

Hasta aquí, hay más dólares que retrasan el tipo de cambio, y más pesos que alimentan la inflación. Al mismo tiempo, la autoridad monetaria se ve obligada a esterilizar esos pesos para evitar una mayor escalada de precios, emitiendo LEBAC y facilitando Pases Pasivos con el sector financiero, lo que provoca un mayor endeudamiento del BCRA, al tiempo que lo obliga a mantener tasas de interés elevadas. A fines de abril, la deuda del BCRA por esos dos instrumentos ascendía a 900.000 millones de pesos, unos 58.000 millones de dólares, un monto superior a todas las reservas.

Todo este esquema facilita la denominada bicicleta financiera y otorga a los inversores un “seguro de cambio” implícito que encuentra su raíz en los desequilibrios del Tesoro.
Para la economía real, el cocktail es letal. Altas tasas de interés, atraso en el tipo de cambio, alza en los costos internos y caída del empleo, el consumo y la actividad económica en su conjunto.
Pero el entramado de este presente económico hay que encontrarlo en el monumental gasto público que el gobierno de Cambiemos no quiere atacar y optó por una política de neto corte keynesiana, con los resultados a la vista.

Por un lado, un conjunto de piromaníacos en la Casa Rosada alimenta la hoguera inflacionaria y por otro, los bomberos del BCRA que intentan controlar el fuego, pero que no lo logran, aún con un enorme costo financiero, económico y político que se verá reflejado seguramente en los comicios de octubre.