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Opinión 10 de mayo de 2020

La lucha contra el Covid19 como política de Estado

Panorama político nacional de los últimos siete días.

La conferencia de prensa del último viernes, en la que el presidente Alberto Fernández, el gobernador bonaerense Axel Kicilof y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta informaron las características que asumirá la acción contra la pandemia en una nueva etapa de la cuarentena sirvió para ratificar otro hecho político: el eclipse de la famosa “grieta”. Dos meses atrás, en esta columna subrayábamos esta situación: “El desafío del coronavirus – decíamos- ha ofrecido al sistema político la oportunidad de saltar por sobre la famosa grieta y encontrar el denominador común de la solidaridad nacional contra un enemigo que no es interno, sino ajeno, invisible y letal. Esas nuevas condiciones no borran las diferencias, pero las subordinan al objetivo principal de ganar la guerra contra el virus. Y la pelea en la misma trinchera genera nuevas relaciones de cooperación y convivencia. Inclusive para tratar las divergencias”.
Por cierto, esta actitud no es unánime. . En el seno del oficialismo nacional existen notoriamente sectores que cuestionan la convergencia con sectores de otra extracción y desconfían del equilibrio que el Presidente busca imprimir a su gestión tanto como del liderazgo nacional que le ha permitido la lucha contra el Covid19. Por momentos Fernández parece desbordado por la presión de esos sectores, que él se esfuerza por contener incluso a costa del capital político que viene acumulando: cuando ellos adquieren algún protagonismo público la buena imagen del gobierno se resiente, así sea poco.

En la oposición, de su lado, es indisimulable la desconfianza con la que algunos “núcleos duros” observan la proximidad del jefe de gobierno porteño con el Presidente. Los trolls de ese sector tratan de ningunearlo en las redes llamándolo con sarcasmo Horacio Fernández Larreta o le imputan “falta de actitud” y algunos columnistas que atizan la grieta comentan vitriólicamente que ejerce junto a Alberto Fernández “un papel de copiloto que le sale sin ningún esfuerzo”. Hay comentaristas que baten el parche pidiendo políticas de Estado…y chocan contra ellas cuando se abre la posibilidad de concretarlas.

La conferencia de prensa del viernes coronaba una semana en que se acrecentaron las presiones destinadas a que el gobierno privilegiara el riesgo económico por sobre el riesgo sanitario, archivara la cuarentena y abriera sin anestesia la actividad de fábricas y comercios. Se lo instaba a actuar como “los grandes países”. Se citaba los ejemplos de Italia o España (que creen haber dejado atrás los riesgos mayores vinculados con el Covid 19 y levantaron sus cuarentenas), o el de Suecia, que nunca la decretó. Pudorosamente no se mencionaba a Estados Unidos, donde la terca negativa de Donald Trump a aplicar cuarentenas coincide con el mayor número de muertos por la pandemia en el mundo).

 

Gremios y empresas

 

No todas fueron presiones sospechosas. El lunes 4, el Presidente había recibido en la residencia de Olivos a una delegación de líderes empresariales y sindicales, para escuchar sus inquietudes sobre los efectos de la cuarentena en la economía. El presidente de la Unión Industrial Argentina ofreció una radiografía tétrica del estado en que se encuentra el sector, con tres de cada cuatro firmas paradas y con signos de vida sólo en aquellas que trabajan para servicios esenciales. Los empresarios se mostraron naturalmente ansiosos por iniciar una etapa de “normalización”, aunque la mayoría de ellos no quiere entorpecer con presiones la estrategia sanitaria del gobierno. Los gremios hablaban con sus decisiones: los empleados de comercio, por ejemplo, acordaron reducir un 25 por ciento sus salarios para contribuir al sostenimiento de sus fuentes de trabajo, en tiempos en que únicamente los rubros de alimentos y farmacia. Una señal inequívoca sobre su preocupación principal.

Alberto Fernández conocía bien esas situaciones y viene apurando a sus ministros para abrir la actividad allí donde sea posible y para agilizar la ayuda prometida a empresarios y a trabajadores. También reafirmó a sus interlocutores que el gobierno no ha cambiado sus prioridades: la guerra contra la pandemia y la preservación de la salud y la vida de los argentinos ocupan el primer lugar, antes que la economía, cuya significación por supuesto comparte. Les adelantó, en ese sentido, que tan pronto el Congreso vuelva a estar en funcionamiento, el Ejecutivo propondrá a las Cámaras la creación de un Consejo Económico y Social para proyectar las vías de un desarrollo sustentable a mediano y largo plazo. En ese contexto les anticipó lo que anunció más específicamente el viernes 8: Argentina pasa a la Fase 4 de la cuarentena, con excepción de la ciudad autónoma y el Gran Buenos Aires (la región metropolitana), que permanecen en la Fase 3, como hasta ahora (con algunas variantes leves).

Los epidemiólogos y sanitaristas que asesoran al Poder Ejecutivo indicaron algunas señales para reconocer el punto en el que, sin caer en la imprudencia, la cuarentena podría flexibilizarse notablemente; uno de esos signos relevantes es el tiempo que toma la duplicación del número de infectados. En Italia, España o Estados Unidos ese número ha llegado a duplicarse cada 2 a 3 días; actualmente, en Argentina se duplica, promedio, cada 25 días, y este es el plazo que los infectólogos reclamaban.

Sucede, sin embargo, que el AMBA (Area Metropolitana de Buenos Aires: la ciudad autónoma y los 40 municipios que la rodean) está bastante por debajo de aquel promedio (los casos no se duplican cada 25 días, sino cada 17) y, además, allí se concentra el mayor porcentaje de contagiados y de fallecidos del país (más del 70 por ciento). Esa es la razón por la cual en este sector se mantiene una cuarentena más rigurosa (que, tal vez corrija o canalice cierta tolerancia que las autoridades fueron admitiendo ante la flexibilización de facto dispuesta por iniciativa autónoma de la gente).

 

Reactivar y hacer botella

 

La región metropolitana es un espacio compartido que tiene rasgos disímiles y debe compaginar esa diversidad a través de una compleja coordinación entre el gobierno porteño y la gobernación bonaerense y entre ésta y los intendentes de los 40 municipios involucrados. La Fase 3 de la cuarentena tendrá, así, características heterogéneas emparejadas por un denominador común: el de la cautela para evitar que el virus circule y para hacer que el ritmo de los contagios se extienda y la epidemia sea contenida.

El país -incluso en el AMBA- inicia una etapa de reactivación. Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. Siempre hay que mantener un ojo en la guerra contra la pandemia y en las grandes ciudades (Córdoba capital y Rosario ingresan plenamente a la fase 4) poner en marcha empresas equivale a liberar el desplazamiento de muchísimas personas: en el caso de cierta obra pública se piensa en reclutar trabajadores que habiten en la misma zona, pero eso a menudo no es practicable; los trabajadores suelen vivir lejos de sus lugares de ocupación y deben cruzar grandes espacios. Es preciso garantizar medios de transporte que permitan cumplir con el distanciamiento, pues si se movieran en el transporte público, éste se atestaría.

La mayoría de las empresas carecen, por otra parte, de autonomía y autosuficiencia: los procesos productivos integran y articulan actividades que se despliegan en diferentes localizaciones: más que poner en marcha empresas aisladas, es preciso coordinar la puesta en marcha de cadenas productivas, de modo que los procesos no queden obturados por el hecho de que a determinado paso la falten insumos que provee un paso anterior. No es tan sencillo coordinar necesidades. Pero hay firme decisión política de hacerlo.

 

Una estrategia de unión

 

El mismo viernes de la conferencia de prensa compartida por Fernández, Kicilof y Rodríguez Larreta, se cumplía el plazo que el ministro de Economía Martín Guzmán ofreció a los acreedores externos para aceptar la oferta argentina de renegociación o formular una contrapropuesta. Ese plazo se extendió hasta el próximo lunes 11 y quizás se extienda más: el gobierno está exhibiendo su voluntad de negociar un acuerdo razonable y esto es positivo, se consiga ese acuerdo o no. También en este plano recibe presiones muy fuertes. En rigor, los intereses que pujan con el Estado argentino disfrutan con cualquier presión que lo debilite, venga de la derecha o de la izquierda, de arriba o de abajo, de afuera o de adentro.
Las tareas que el país tiene ante sí – ir encontrando nuevas sintonías y nuevas fases para la cuarentena que permitan la puesta en marcha de la economía custodiando los logros alcanzados contra la pandemia, negociar fuerte con los acreedores, impedir el default – requieren una estrategia de unión nacional.

Es una oportunidad para el sistema político de avanzar en la construcción de mecanismos asentados no en la lucha estéril, sino en la competencia cooperativa. Y una oportunidad para el Presidente de consolidar el liderazgo que empezó a edificar como jefe de la guerra contra el Covid 19.

 

Jorge Raventos