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Deportes 17 de junio de 2019

La luz

por Vito Amalfitano

La estación de micros de Belo Horizonte es muy parecida a la vieja Terminal de Mar del Plata en su peor estado. No parece el punto de llegada y partida de un Mundial de fútbol o una Copa América.  Ahora tiene que ser, sí o sí, el punto de partida para que la Selección no vuelva antes de tiempo.

En el último Mundial asistimos a una increíblemente agónica victoria sobre Irán, que despertó excesivos festejos, hasta con lágrimas, en experimentados y famosos periodistas. Aquel 21 de junio de 2014, en realidad, solo se evitó un papelón. Y fue gracias a que Messi se iluminó y frotó la lámpara de Aladino en un tiro libre sobre el final.

El Mineirao fue, además, el escenario de la vergüenza más grande de la historia del fútbol de Brasil, el 1-7 ante Alemania, que sepultó incluso hasta al Maracanazo.

Y en Belo Horizonte, además, vivimos como testigos, un año antes, “el Día que peligró el Mundial”. Además, fue el triste prólogo de un país en ebullición que terminó en la pesadilla de Bolsonaro.

Aquel 26 de junio de 2013 se militarizó literalmente la ciudad, con cinco mil efectivos del ejercito que mandó Dilma Rousseff más los mil quinientos ya previstos de la Policía local. Recrudecían las protestas en todo Brasil, manifestaciones inéditas en un país históricamente tan opulento como sumiso, que se habían iniciado en un aumento de 20 centavos de real en el precio del colectivo, y que tuvieron derivaciones impensadas. O acaso, con retrospectiva, impulsadas, estimuladas, por una derecha que se preparaba para regresar aprovechándose de la protesta de los más débiles.

Para ese día el Ministerio Público de Minas Gerais, tal el estado de las cosas, había recomendado suspender el choque entre la selección local y Uruguay de la Copa de la Confederaciones. Si eso finalmente se efectivizaba la FIFA inmediatamente les iba a quitar el Mundial, ya que se reserva el derecho de cambio de sede “si el país organizador no garantiza la seguridad de participantes, autoridades, periodistas y espectadores”.

El partido debía jugarse sí o sí. Y el camino desde esa deprimente terminal hasta el estadio lo hicimos en una ciudad blindada, que parecía en guerra.

Ahora el blindaje y la militarización llegó hasta el gabinete. Se retrocedió mucho más desde aquel tiempo.
A ese Belo Horizonte llegó la Selección. Para que en el medio de la oscuridad vuelva a iluminarla Messi.