La mansión por donde pasó el fallido rey de Inglaterra y que hoy es casa de Justicia
Hace 100 años se finalizaba la construcción de una fastuosa residencia en la Loma de Stella Maris. Proyectada por el gran Jules Dormal para su hijo Roberto y su esposa Sofía, la mansión sobrevivió un siglo en el que acogió a la alta sociedad e incluso a quien fuera Eduardo VIII, monarca de la corona británica.

Imagen extraída de Fotos de Familia.
Por Fernando del Rio
Hace varios años, un hombre fornido se aferraba a unas mancuernas con esfuerzo mientras, detrás de él, una joven corría sobre la cinta mecánica. Ninguno de los dos advertía que la columna neocolonial que tenían delante guardaba una historia extraordinaria. Hoy, con la misma indiferencia, empleados judiciales suben y bajan los escalones de la mansión, donde funciona la Fiscalía General, pero que alguna vez supo ofrecerse como residencia transitoria de quien llegaría a ser el más cuestionado rey de Inglaterra.
Villa Dormal se llamó la casona de Almirante Brown 1154 que aún preserva gran parte de su esplendor arquitectónico y que miles de marplatenses, como los asistentes a aquel gimnasio en la primera década del 2000 o los actuales trabajadores del Ministerio Público, desconocen en detalle. La importancia histórica y patrimonial colocan a este inmueble en lo alto de la escala valorativa, no por entusiastas arbitrariedades o raptos emotivos, sino por todo lo que en verdad lo rodea.
Su construcción finalizada en el año 1925 entregó a Mar del Plata una obra de arte, cuyo arquitecto jamás llegó a ver concluida. Jules Dormal la había ideado como residencia de verano en la Loma de Stella Maris, a solo 50 metros de la iglesia, y su muerte meses antes lo relevó de la ya acostumbrada y a veces tediosa tarea de recibir decenas y decenas de elogios. Dormal no era un arquitecto e ingeniero cualquiera, sino, tal vez, uno de los que mayor impronta habría de dejar en Argentina entre fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Hizo obras monumentales como la casa de gobierno de La Plata, la finalización interior del Teatro Colón (a él se le debe la “mejor acústica del mundo”), las gradas del hipódromo de Palermo y tantas otras. Y solía trabajar gratis cuando se trataba de emprendimientos públicos, porque se financiaba con la obra privada. De hecho, en Mar del Plata diseñó sin cargo la Estación Sur del Ferrocarril, cuya estructura mayormente aún se respeta en el área cultural del Paseo Aldrey.

Hoy es la sede de la Fiscalía General de Mar del Plata. Foto Diego Romero.
Fue en el final de su vida que proyectó la casa neocolonial para su hijo Roberto Dormal y su nuera, Sofía Bosch de Dormal, en una parcela privilegiada. Desde el balcón del ala este se podía contemplar el campanario de Stella Maris y dominaba una vista estupenda de la “belle époque”. El estilo de sus perfiles rememoraba las fincas españolas con sus tejas convexas, sus balcones, el hierro forjado en las rejas y la madera, interior y exterior. También las baldosas rojas internas y los escudos colgantes. Resultó tan celebrada su construcción en la ciudad que la Comisión Pro Mar del Plata le concedió el primer premio al mejor edificio de la temporada 1925-1926. Hoy, en su pared oeste, sobre la vereda, puede observarse la placa que atestigua ese galardón.
Acaso esa reputación y las relaciones en la sociedad aristocrática de Buenos Aires fueron motivos para convencer a la embajada británica de utilizarla como su propia residencia de verano. Es que Sofía Bosch de Dormal era la sobrina de Ernesto Bosch, quien en 1930 ostentaba el cargo de canciller o Ministro de Relaciones Exteriores y poseía un fuerte vínculo con el embajador Ronald Macleay.
Y qué mayor honor para el embajador que recomendar, de primera mano, un lugar donde alojarse a los miembros de la corona.
La visita real
A Edward Albert Christian George Andrew Patrick David Windsor se lo llamó, por fortuna, de maneras mucho más abreviadas. De niño sus familiares le decían David, ya avanzada su adolescencia pasó a ser tan solo Prince of Wales, luego King Edward VIII y, en el largo exilio de su vida, apenas se referían a él como Duke of Windsor cuando no lo maltrataban en español con apodos como el Rey Traidor o el Mendigo de Windsor.
En marzo de 1931, al visitar por segunda vez Mar del Plata (lo había hecho en 1925 solo algunas horas), era el Príncipe de Gales o Eduardo. Su condición de primer heredero al trono británico, corona en poder de su padre Jorge V, lo hacía un huésped de honor, y la gente de la ciudad lo entendió tan así que lo fue a recibir con el embelesamiento propio de la plebe.
Eduardo tenía 36 años y llegó acompañado de su hermano Jorge, de 28, quien compartía nombre con otro de los hijos del rey. Ambos aterrizaron el 4 de marzo a las 17 en la estancia El Carpincho, de los Anchorena, donde existía ya la pista conocida como Aeródromo de Camet que luego se transformaría en base aérea y en aeropuerto. Cerca de 500 automóviles de curiosos y autoridades habían colapsado una zona habitualmente tranquila.

Imagen extraída de Fotos de Familia.
Otros centenares de personas habían optado por ir a las estaciones Norte y Sur y muchos más se habían dirigido a Villa Dormal.
Aunque estaba agendado un partido de polo en Camet, los príncipes y su comitiva partieron hacia la residencia de la loma de Stella Maris, donde descansaron con vistas al agasajo nocturno en los salones del Golf Club. Y lo hicieron en automóviles, a diferencia también de lo que se había planificado: la idea inicial era tomar el tren en Estación Camet y llegar hasta la Estación Sur, desde donde solo debían trasladarse unas cuadras hasta su parada inicial en Mar del Plata. La multitud se transformó en caravana y, así, todo el convoy arribó a la mansión, donde asistentes domésticos se encargaron de que los hermanos Eduardo y Jorge se sintieran a placer y gusto.
La historia ha favorecido con la discreción algunas circunstancias de la visita real, pero, al mismo tiempo, no ha podido desmentir otras, como aquellas supuestas expresiones de comodidad, familiaridad y beneplácito escuchadas en Villa Dormal. Fue tal el agrado en la estadía del príncipe de Gales y de su hermano Jorge, que la partida del día siguiente no fue lamentada a sabiendas de que regresarían en unas jornadas para quedarse luego una semana completa.
Tras cumplir el agasajo oficial en Buenos Aires, los hijos de Jorge V retornaron a Mar del Plata pilotando los aviones Fairey III, volvieron a ocupar los aposentos para ellos reservados y disfrutaron casi en anonimato total, excepto aquel memorable partido de golf en el que se destacó el futuro rey o la visita a Chapadmalal. También las columnas de Villa Dormal murmuraron durante décadas distintas hipótesis sobre las horas en las que Eduardo estuvo perdido en la ciudad, voluntariamente perdido.

Los príncipes saliendo de la Villa Dormal. Imagen extraída de Fotos de Familia.
La hospitalidad marplatense satisfizo en plenitud a la comitiva real y todo gracias al excelso nivel arquitectónico volcado en la mansión que hoy es la Fiscalía General, que supo ser gimnasio y restaurante. Que en algún tiempo cambió de dueño y también de nombre, siendo su última denominación, Villa Mayón.
Al igual que sucediera con la casona, la vida del príncipe de Gales tuvo muchos cambios. Menos de seis años después de alojarse en Mar del Plata, Eduardo fue consagrado Rey de Inglaterra, pero apenas mantuvo unos meses la corona sobre su cabeza. Adujo que al no poder casarse con la mujer que amaba, Wallis Simpson —ella tenía matrimonios previos—, no encontraba sentido a seguir allí.
Fue el primer monarca del United Kingdom en toda la historia en abdicar voluntariamente, aun cuando se hayan tejido muchas historias alrededor de su claudicación. Eduardo se dedicó en los años siguientes a expresar su simpatía por el nazismo, a visitar a Hitler y a esperanzarse con un nuevo orden mundial que no llegó. Murió en mayo de 1972 en Francia, acompañado por Simpson.
De su hermano Jorge mucho no se podía esperar. Porque Eduardo abdicó en favor del otro de los Jorge. El rey que lo sucedió fue Jorge VI, el padre de la Reina Isabel, aquel monarca con problemas de tartamudez que inspiró la película El Discurso del Rey.
Jorge, el que visitó Mar del Plata y se alojó en Villa Dormal, tuvo de todo en la vida menos un comportamiento real. Fue Duke de Kent, tuvo decenas de romances sin distinción de género, una actividad social agitada, aunque se casó con la Princesa Marina de Grecia, combatió en la Segunda Guerra Mundial como piloto de avión y murió en un accidente aéreo que aún genera dudas.
Las vidas pasaron y la casona sigue allí un siglo después. Tal vez ya no con la suntuosidad de los años ’30, cuando su imponente edificación, los jardines hasta el trazado de la calle Güemes, su aljibe y su basamento de piedra daban cuenta de su grandeza. Pero firme en su renombre y relevancia, hoy provee un servicio de Justicia a una ciudad a la que enorgulleció.
FIN
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Ver más imágenes:

Uso actual como dependencia del Ministerio Público.

El príncie Eduardo al descender en el aeródromo de Camet.

Imagen actual desde el balcón interior.

Placa conmemorativa del primer premio de la temporada 1925/1926.

El príncipe de Gales en el gentro, en el Golf Club.

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