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Deportes 6 de abril de 2023

La noche que Mar del Plata declaró enemigo íntimo a Ringo Bonavena

El campeón argentino fue descalificado en su primera pelea ante Kid Tutara en el estadio Bristol, el 12 de marzo de 1966. Intercambió insultos con el público, le arrojaron un huevo de avestruz y se retiró escoltado por la policía. El show que montó en la previa, el polémico desenlace y la sospecha de fraude.

Por Juan Miguel Alvarez

“Dale, levantate. Peleá, no seas cagón”. Ringo Bonavena hace ademanes, formula todo tipo de insultos y se mueve de un lado a otro en el cuadrilátero. Provoca al rival, le suplica al árbitro y discute con los espectadores. Es el centro de atención, como siempre, pero ahora no domina la escena. Está desencajado.

El estadio Bristol arde. El público marplatense lo abuchea y le lanza monedas, frutas y hasta un huevo de avestruz.

Parece un circo romano, con dos fieras desfiguradas por los golpes y una multitud rugiente. Aunque aquí se reprueba al gladiador que quedó de pie.

El campeón argentino de los pesados es descalificado y se retira al vestuario escoltado por la policía. José Saro Giorgetti, muy dolorido, va directo hacia la clínica Colón.

Oscar Natalio Bonavena no pasó desapercibido en sus visitas a Mar del Plata, donde combatió seis veces como profesional.

Aquella pelea del 12 de marzo de 1966 ante Kid Tutara, como era conocido el boxeador de Quequén, fue muy promocionada, tuvo una violencia inusual y terminó con escándalo.

La historia del mítico deportista volvió a estar en boca de todos por la serie “Ringo. Gloria y Muerte”, de Star +, que repasa su camino hasta el gran duelo con Muhammad Alí y la búsqueda de redención antes de ser asesinado en un burdel de Reno, Nevada, Estados Unidos.

El personaje mediático

Bonavena llegó el 4 de marzo a Mar del Plata. La semana previa al combate montó su máquina publicitaria y disfrutó del Festival de Cine.

En su contacto inicial con la prensa, respondió con su habitual verborragia: “Kid Tutara, ¿quién lo conoce? Publiquen que lo noquearé con esta mano (se señala la izquierda)”.

“Si digo que gano en el primer round la gente no va a ir, así que voy a hacer durar la pelea lo máximo posible, o mejor dicho, lo que aguante él”, opinó en forma risueña.

Luego, visitó la redacción del diario El Atlántico y fue un poco más allá: “Digan que gano por muerte y que vayan reclutando voluntarios para recoger los restos de Tutara.

En esa entrevista dejó en claro el gran objetivo que persiguió en su carrera y que cumplió casi cinco años después: “Yo voy a pelear con Cassius Clay y haré famosa a la Argentina”. El presagio no se cumplió en su totalidad, ya que entonces manifestó: “Estoy listo para ser campeón del mundo”.

Imprevistamente, Ringo dio por terminada la nota y preguntó: ¿Dónde puedo imprimir dos mil postales mías? Junto al periodista y el fotógrafo salió rumbo a la imprenta Félix, en Peña y España. Allí arregló todo. “Ustedes saben… la gente me saluda, me pide fotos, autógrafos y uno no puede quedar mal…”, cerró su gracia.

Para completar el raid mediático, pasó por el diario El Trabajo. “De la piña que le voy a dar se va a derrumbar el puente de Quequén”, fue otra de sus ocurrentes frases.

Pese a que la exposición surtió efecto, por aquellos días el mayor impacto en la prensa lo provocó Horacio Accavallo, recibido por miles de personas en Buenos Aires luego de consagrarse campeón mundial en Tokio con victoria por puntos sobre el local Katsuyoshi Takayama.

El peso mosca que tuvo tres defensas exitosas y se retiró en 1969 con el título en su poder fue acompañado por una interminable caravana de vehículos desde el aeropuerto de Ezeiza hasta el Luna Park. El segundo argentino que llegó a la cima del boxeo, tras Pascual Pérez, aceptó la invitación de LA CAPITAL para descansar la semana siguiente en Mar del Plata.

Mientras tanto, aquí Bonavena paseaba en su Mercedes Benz blanco con los entrenadores Bautista y Juan Rago y su hermano José. Unas 500 personas se reunían para verlo hacer guantes en el Bristol.

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Durante un entrenamiento de Giorgetti, Ringo pasó por un costado y empezó a humillarlo. “Si sos guapo vení acá, sin guantes, te desafío a pelear”, le dijo Tutara. La sangre no llegó al río porque terciaron allegados.

Choque de gigantes

La expectativa era mayúscula. Más allá de su perfil alto, Bonavena, con 23 años, lucía antecedentes muy atractivos. En su meteórica carrera ostentaba 16 triunfos, ningún empate y una sola derrota, por puntos, contra el veterano Zora Folley. Había logrado varias victorias espectaculares, era dueño del título nacional y estaba invicto en el país. Combinaba juventud, potencia y envergadura de un auténtico pesado.

Giorgetti, de 31 años, era un ex campeón argentino (entre 1959 y 1962) dirigido por Héctor Di Pilato y Ubaldo Sacco, el padre de “Uby”. El grandote bonachón tenía un récord profesional de 38 triunfos, un empate y cuatro derrotas y había regresado al ring tras una larga inactividad. Era experimentado y, tras años de residencia en Mar del Plata, contaba con el apoyo del público.

“Para el 99 por ciento de la gente ajena al boxeo tiene que ganar Giorgetti. Ese es su deseo, pues no toleran los desplantes y ampulosas manifestaciones de Bonavena. Es más, querrían ver al campeón tendido a los pies del boxeador nacido en Quequén”, aseguraban los medios locales.

Para El Atlántico era “La pelea del año”. LA CAPITAL lo definió “El combate de los 200 kilos”, peso superado entre los dos contrincantes: Bovanena (95 kg) y Giorgetti (109).

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El récord de recaudación de Gregorio Peralta – Miguel Ángel Páez (10/07/65), con 1.115.350 pesos, fue pulverizado. La taquilla el 12 de marzo de 1966 ascendió a 2.552.200 pesos de la época. La cifra se duplicó porque concurrió mayor cantidad de público y porque los precios de las entradas fueron superiores.

Polémica y escándalo

La contienda se prolongó por 21 minutos. La violencia que hubo en el ring aquella noche superó cualquier pronóstico.

“Fue una de las veladas más excepcionales del popular estadio Bristol. De las más bulliciosas de su larga historia de 20 años”, describió LA CAPITAL.

Ringo aplicó los golpes más claros, pero también acusó un par de impactos netos del rival. De cualquier modo, era triunfo sin discusión del campeón hasta que llegó el momento crucial.

“Dos minutos, diez segundos del 7° round. Bonavena aplica un uppercut de izquierda en la zona baja; Giorgetti, sobre las sogas, acusa el golpe y se desploma lentamente. El referee, Antonio Cuevas, vacila. Luego inicia la cuenta. Nuestra lectura labial advierte que llega al out y cuando Giorgetti se reincorpora retrocede a 9 ordenando que la pelea siga. Y sigue… Los 40 segundos restantes son de neto dominio de Bonavena, que por falta de continuidad y oxigenación no puede rematar. Termina el round”, describió en la crónica Cherquis Bialo, enviado especial de la revista El Gráfico.

El Gráfico.

Foto: El Gráfico.

Y el periodista continuó su relato con lujo de detalles: “La gente está de pie. En el rincón de Kid Tutara, Sacco y Di Pilato trabajan aceleradamente. El boxeador dialoga con ellos, aparentemente dolorido. Enjuaga su boca, le acomodan los guantes para salir al 8° asalto, pero le resulta imposible abandonar el banco. El árbitro, entonces, vuelve a indicar el conteo; llega hasta 8 segundos y ordena al médico de turno que revise a Giorgetti. El doctor Raúl Rodríguez, de la Comisión de Box de Mar del Plata, lo examina. Los médicos personales de Giorgetti lanzan el diagóstico: hay golpe bajo. Los facultativos marplatenses coinciden. La resolución está dada: ganó Giorgetti por descalificación”.

Durante la larga espera, el público hostilizó al boxeador visitante. Los hermanos Rago contuvieron sus impulsos, pero al recrudecer los insultos de la muchedumbre, Ringo salió del rincón y retribuyó con improperios y gestos groseros. Consumada la derrota, el campeón argentino se retiró secundado por efectivos policiales en medio de un tumulto y fue despedido por una estruendosa silbatina.

Kid Tutara permaneció la madrugada internado en la clínica. “Ringo fue al hotel Prince -allí se hospedaba-, donde esperaba el llamado de su esposa. Cuando habló con ella y con su madre, se levantó de la cama y dijo: ‘No aguanto más este clima. Vamos a ver la clausura del Festival de Cine y no quiero oír una palabra más de boxeo'”, contó El Gráfico, en tiempos donde el periodismo accedía a la intimidad de los protagonistas.

Con los pómulos inflamados y un ojo con hematoma ingresó al Hermitage a las 2 de la mañana.

– ¿Cómo saliste? le preguntaron Mirtha Legrand y Libertad Leblanc, divas de la escena nacional.
– Gané por nocaut, pero perdí por descalificación.
– ¿Qué te pasó, Ringo? le dijo asustada la bella actriz Graciela Borges.
– Me robaron la pelea. En la próxima le arranco la cabeza.

El diálogo aparece en “Díganme Ringo”, libro de Ezequiel Fernández Moores, una de las plumas más brillantes del país.

El Grafico.

El Grafico.

El antihéroe

La situación generó largos debates. “Reglamentariamente, la derrota es un absurdo. La ineptitud del árbitro provocó este despojo. La explicación es ésta: 1°) el árbitro no dudó de la legitimidad de esa mano por cuanto hizo seguir el combate; 2) si no vio la mano (que nosotros observamos tuvo como destino el hígado) debió consultar a los jurados, cosa que tampoco hizo; 3) aun admitiendo que el golpe fuera antirreglamentario, Cuevas no lo vio, porque de ser así debió descalificar a Bonavena en el momento de la caída de su rival”, opinó Cherquis Bialo.

En Mar del Plata, la prensa lo declaró “culpable” y pidió duras sanciones: “Por motivos menos graves, Andrés Selpa fue privado hace unos años de los títulos argentino y sudamericano”.

“Su descaro e insolencia obligaron a las autoridades de la Comisión Municipal de Boxeo a inhabiliarlo por tiempo indeterminado, resolución elevada a la Federación Argentina que, sin embargo, limitó su energía -que todos esperaban fuera ejemplar- a una simple amonestación”, se escribió días más tarde.

“Bonavena creó en nuestra ciudad una antipatía que él se encargó de fomentar”, aseguró un diario local.

En contrapartida, se dedicó mucho espacio para destacar la humildad de Kid Tutara y la recepción de un “verdadero ídolo”, Horacio Accavallo, aclamado por los marplatenses cuando recorrió la Avenida Luro sobre una camioneta, desde la estación ferroviaria hasta Hipólito Yrigoyen.

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Revancha y mito

Fue tal la repercusión que un mes después, el 16 de abril,  Bonavena y Giorgetti volvieron a medirse en el Luna Park. Allí no ofrecieron un gran espectáculo, pero Ringo se tomó desquite y venció por puntos en decisión unánime.

En plena temporada de verano de 1967 chocaron por tercera y última vez en el estadio Bristol. Nuevamente en un clima muy adverso, Bonavena festejó por nocaut en el noveno round.

Pese al conflicto mencionado, Ringo y el Gigante de Quequén entablaron una buena relación. Gracias a la bolsa acumulada en esos combates, Giorgetti logró comprarse un taxi, profesión a la que se dedicó hasta su fallecimiento.

Por eso, algunas versiones indicaron que la pelea de la descalificación estuvo arreglada.

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“Una crónica posterior -recordó Fernández Moores en su libro- dio la siguiente versión sobre lo sucedido. Una serie de personajes en danza, el ambiente non sancto de Mar del Plata y cantidad de cosas más, siempre tendieron a tomar esta pelea como parte de un arreglo asqueroso”.

“Y peligroso -habría que agregar- si es que existió, dado lo que habría arriesgado Ringo. Lo cierto es que se rumoreaba acerca de sumas siderales. Aquel 12 de marzo, apostar a favor de quien todos suponían perdedor debe haber sido uno de los negocios más pingües” consideró el autor de la biografía de Oscar Natalio Bonavena.

Los amantes del boxeo hablaron mucho al respecto. Como sea, la pelea quedó en las páginas doradas del estadio Bristol. Fue la noche que Mar del Plata declaró enemigo íntimo a Bonavena.

 

Fuentes consultadas: archivo diario LA CAPITAL; archivo diarios El Atlántico y El Trabajo, gentileza de la Hemeroteca Municipal mediante Fredy Viaro; archivo revista El Gráfico, gracias al aporte de Maximiliano Roldán; y “Díganme Ringo”, libro de Ezequiel Fernández Moores. Video: Archivo DiFilm, en Youtube.