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Cultura 6 de julio de 2022

“La otra guerra” de Leila Guerriero, un libro que viene a llenar un vacío en la cuestión Malvinas

La prestigiosa escritora y periodista Leila Guerriero publicó "La otra guerra", una breve pero valiosa investigación sobre la historia del cementerio en las islas Malvinas.

Leila Guerriero

Por Rocío Ibarlucía

A cuarenta años de la guerra de Malvinas, la escritora argentina Leila Guerriero, figura faro de la crónica latinoamericana y del periodismo narrativo, realizó un valioso aporte a la cuestión Malvinas con un libro breve pero colmado de información sobre el dificultoso camino para lograr la identificación de los cuerpos de los caídos en las islas. Se trata de La otra guerra (2021), un texto que empezó como una crónica para el diario El país de España, pero que, a causa de la cantidad de material recolectado por la autora, devino en libro, publicado en la colección Nuevos Cuadernos de Anagrama.

Como bien dice su título, la investigación pone el foco sobre un tema poco trabajado por los estudios sobre la guerra: el cementerio argentino en las islas Malvinas. De este modo, coloca su mirada en lo que otros no han visto o no han querido ver, como suele hacer la autora en sus crónicas, y propone así llenar un vacío que se extendió por más de tres décadas, esto es, saber dónde estaba enterrado cada soldado, para que sus familiares pudieran poner el nombre a la cruz correcta y colmarla de recuerdos.

Portada de "La otra guerra" (Anagrama, 2021) de Leila Guerriero.

Portada de “La otra guerra” (Nuevos Cuadernos Anagrama, 2021) de Leila Guerriero.

Para quitar el velo sobre este tema vapuleado -como hace ver Guerriero- por el nacionalismo patriótico, la sombra de la dictadura y el abandono del Estado, lleva a cabo un trabajo de investigación arduo, mediante el cual logra recopilar versiones contradictorias -e incómodas- de familiares, excombatientes, periodistas, antropólogos, agentes de organizaciones sociales y militares. Incluso, podemos leer el testimonio del inglés Geoffrey Cardozo, quien al finalizar la guerra construyó un cementerio para los argentinos, tarea que posibilitó la identificación de los caídos mucho tiempo después.

Para empezar, la autora propone una analogía que pone sobre la mesa dos posiciones alrededor de la guerra: por un lado, recupera la marcha del 30 de marzo de 1982 organizada por el movimiento obrero para reclamar “paz, pan y trabajo” que finalizó con cincuenta mil detenidos, insultando a Galtieri; y, por otro lado, la marcha del 2 de abril que convocó a cien mil ciudadanos eufóricos alzando banderas patrias en apoyo a la guerra, aclamando a Galtieri. De este modo, elige mostrar desde el comienzo dos imágenes opuestas de Argentina, que representan la controversia que generó y sigue generando la cuestión Malvinas.

Pero el libro no habla sobre la guerra, sino sobre el después de la guerra, que trajo consigo un prolongado período de ausencias, por las muertes, por el trauma de los sobrevivientes y de sus familiares, pero también por la falta de los cuerpos de los caídos argentinos, quienes quedaron en las islas, con más de cien de ellos sin identificar, esperando por más de 35 años la posibilidad de restituir su memoria.

El cementerio de Darwin en las islas Malvinas.

El cementerio de Darwin en las islas Malvinas.

 

Guerriero expone los testimonios con crudeza, al escoger un registro sobrio, de pocas palabras, sin juicios de valor, con el que construye un efecto de objetividad para volverse invisible y, de este modo, privilegiar las voces de las víctimas, de los sobrevivientes y de los familiares que se pasaron meses buscando a sus hijos, sobrinos, hermanos, nietos. Al no dar explicaciones u opiniones, las contradicciones se muestran por sí mismas, porque justamente el libro pone en evidencia que no hubo acuerdo.

Por el contrario, la sorpresa que encuentra Guerriero -y seguramente también sorpresa para muchos lectores- es que buena parte de los familiares de los caídos en Malvinas se opuso en un principio a la identificación de los cuerpos. Uno de sus argumentos radicaba en creer que desenterrar los cuerpos para traerlos al continente implicaba sacar la única presencia de Argentina en las islas. Otro tema de discusión fueron las palabras: se problematizaron términos como “repatriación” (inadmisible para el gobierno argentino al considerar a las islas parte de su territorio) y, por otra parte, la denominación de los caídos como “NN” y “desaparecidos” propuesta por el CECIM (Centro de Excombatientes de La Plata), que fueron rechazados por otros excombatientes, quienes se negaban a considerar a los soldados como NN, sino como héroes. “Así fue como el destino de cientos de cadáveres quedó reducido a un asunto semántico”, sentencia Guerriero.

También incluye la versión del oficial inglés Geoffrey Cardozo, quien además de enterrar los cuerpos de los soldados argentinos en el istmo de Darwin, redactó un informe minucioso sobre cada uno, con coordenadas, fotos y descripciones de los objetos encontrados en sus ropas. El documento fue enviado a su gobierno, que a su vez lo entregó a la Cruz Roja y al gobierno argentino. Sin embargo, ese informe nunca llegó a los familiares.

Un encuentro fortuito entre el excombatiente marplatense Julio Aro y Geoffrey Cardozo en 2008 (ver nota seleccionada para el Suplemento 117° aniversario de LA CAPITAL) es lo que hace posible que ese informe llegue finalmente a Argentina. Aro se convierte en uno de los impulsores del proyecto para lograr la identificación de sus compañeros, acompañado por el Equipo Argentino de Antropología Forense, la Cruz Roja, familiares y también gracias a la ayuda de la periodista Gabriela Cociffi, quien en 2012 a través de Roger Waters logra conseguir 37 cartas firmadas por familiares para solicitar al gobierno argentino la identificación.

El coronel británico Geoffrey Cardozo y el excombatiente marplatense Julio Aro, juntos en Mar del Plata. Ver nota publicada el 17 de marzo de 2019 y seleccionada para el Suplemento 117° aniversario de LA CAPITAL.

El coronel británico Geoffrey Cardozo y el excombatiente marplatense Julio Aro, juntos en Mar del Plata.

 

El lector encontrará entrevistas a familiares de caídos que despliegan múltiples enfoques sobre el tema, sustentados con citas de especialistas como Federico Lorenz, todo narrado bajo la mirada penetrante de Guerriero, que se advierte subrepticiamente entre las descripciones de los espacios y las personas, en el vaivén entre el registro periodístico y el literario, en el montaje de citas minuciosamente colocadas para dejarnos los pelos de punta. Esa sutileza de su narración logra por momentos destrozar al lector, contando otra historia de la guerra, la de los olvidados en las islas.



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