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La Ciudad 7 de septiembre de 2020

La situación es más difícil de lo que muchos pensaban

Por Gerardo Gómez Muñoz

 

Tal vez estimulados por la apreciada liberalidad con que verdaderas muchedumbres disfrutaban en CABA de parques, plazas, avenidas, restaurantes y centros comerciales, hubo un asoleado fin de semana en que miles de marplatenses salieron como antes.

El intendente Guillermo Montenegro, rápido y sin la aquiescencia total de sus equipos y quizás alertado desde La Plata, clausuró -como lo haría al día siguiente el gobernador Alex Kicillof– la estimulante Fase 4. Es que se había empezado a advertir que el desborde tenía las peores consecuencia con cifras inapelables.

Un crecimiento desmadrado de los contagios que merece la calificación terminante de que Mar del Plata ha llegado al nivel de algunas ciudades del Conurbano. Por ejemplo Daniel Gollan, el ministro de Salud de la provincia, dice: “La circulación de casos indica que se la podría ubicar entre el segundo y quinto puesto en cuanto a mayor cantidad de casos reportados en comparación con los municipios del Conurbano bonaerense”.

Muy significativo es el seguimiento que viene haciendo la Escuela de Medicina de la Universidad Nacional de Mar del Plata, cuyo titular, Adrián Alasino, y el instituto de investigaciones de la casa, preanunciaba lo difícil del panorama que podría vivir la ciudad. Dificultades que tenían que ver con el agotamiento del personal profesional, sanitario y auxiliares; posibilidad de que las camas actuales no sean las suficientes si seguía la evolución creciente de la epidemia.

Lo último registrado por la Escuela Superior de Medicina de la UNMdP es terminante, porque significaría que en menos de dos semanas habría entre 10 y 13 mil contagios.

Cabe colegir que en ese caso la crisis abarcaría un colapso de graves consecuencias. Inclusive el ministro Gollan poco menos que advierte un cercano futuro de estas características para CABA si prosigue en la permisividad actual.

No parece que estemos aquí con ese riesgo a la vista. Mar del Plata tuvo gestión muy racional del tema y no fue salpicada por la mancha de la politiquería ni de la permisividad culposa. Siempre primó el respeto a la normativa verticalista. Puede estar partidariamente cercano a Rodríguez Larreta, pero no a la cambiante y sospechosa actitud del jefe de gobierno porteño. Por otra parte la única presión que hoy puede advertirse es de la construcción particular y de la gastronomía, el límite que la norma del Gobierno nacional pone, impide que el gobierno comunal pueda resolver un pase a la fase superior. Y la Comisión Mixta multipartidaria no se expidió a favor de los reclamantes.

No hay nadie que no esté afectado por los efectos colaterales de la pandemia. El empresario, el patrón, los trabajadores, los jóvenes, los viejos, todos sin excepción. Pero todo el mundo ya se convenció de lo que quienes estudian como enfrentarla, consideran como única arma, hasta que aparezca la vacuna: el aislarse y la no circulación.

 

¿Fue solo un robo?

 

No hay ninguna prueba, ningún indicio, ni tampoco nadie que crea que fue robo y nada más el que sufrió “El Lobo” Falcone, como se lo llamaba cuando era el joven, veloz e incisivo delantero de San Isidro y estudiante de Derecho.

Ahora es un reconocido juez Federal de Mar del Plata, tal vez coronando una carrera exitosa, reconocida y en la que tuvo actuación muy destacada y recogida por la prensa.

Algunas de especial significación porque se encuadraban en el siempre intenso tema de los derechos humanos.

Ahora que vive hace más de 20 años en la zona de las playas de Chapadmalal, cruzando la ruta, escasos metros adentro, donde todo es tranquilidad y paz, sucedió lo increible. Un día, la semana pasada, mientras el juez Falcone juzgaba a policías implicados en el narcotráfico, mientras su esposa no estaba, en un lapso en que gente informada sabía que no podría estar en la casa, personas no identificadas entraron al lugar.

Los indicios de inevitable deducción es que se trataba de especialistas del “metier”. Actuando con pinzas y otras herramientas idóneas abrieron el portón, luego la puerta de la casa…ah, antes eliminaron las lamparitas de vigilancia. Cuidadosamente escogieron alguna computadora, alguna otra máquina y papelería.

Todo bien trabajado y tuvieron tiempo entre las 10 y las 13 y se fueron. Ni siquiera nadie vio que llegara y se fuera un automóvil.

El juez Falcone disimula, tal vez, sus sospechas, sin dejar de advertir que “lo que más llama la atención, además de su profesionalidad, es que sabían perfectamente la hora en que ni yo ni mi esposa estábamos en casa”. Y, en rigor, a mucha gente lo que más le sorprende es que sabían que el juez estaba juzgando a esa hora y posiblemente a quiénes.