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La Ciudad 4 de agosto de 2019

La soledad de Arroyo y la ilusión de sus cuatro posibles sucesores

El intendente terminó de quebrar el vínculo con Vidal. Esta vez también cuestionó al gobierno nacional. Montenegro cree que eso lo beneficia. Baragiola intuye que el Gobierno tiene números que la muestran arriba. Raverta espera ser la más votada. El antecedente que entusiasma a Pulti.

Intendente saliente Carlos Arroyo.

Por Ramiro Melucci

Carlos Arroyo asumió en diciembre de 2015 respaldado por María Eugenia Vidal, abrazado por Mauricio Macri y aliado con el radicalismo. Tres años y ocho meses después no tiene ninguno de esos apoyos. Transita en soledad el último tramo de la gestión. El declive se verá en toda su dimensión a partir de la semana que viene: ni la más optimista de las encuestas le otorga la más mínima chance de ser reelecto.

El vínculo con la gobernadora ha concluido de la peor manera. Con el intendente sacando a la luz pública viejos rencores. La relación se había agrietado incluso antes de las elecciones de medio término. El inmanejable Arroyo no encajó en el método esquemático del Gobierno. Hubo esfuerzos por encasillarlo, pero fueron estériles: el jefe comunal combina orgullo e incompetencia en dosis similares.

El gabinete se desmigaja. Una puja por Playa Grande terminó con Gabriela Magnoler fuera del Ente de Turismo. Es el tercer funcionario que dejó de ser parte del gabinete desde que cerraron las alianzas políticas rumbo a las PASO. Hernán Alcolea y Agustín Neme, ambos del PRO, le precedieron. A decir verdad, después de las críticas de Arroyo a Vidal no se entiende cómo otros funcionarios siguen en sus puestos. Hay algunos que corretean por una foto a la gobernadora y siguen apoltronados. Incomprensible.

La novedad del reproche del intendente, más que el tono rencoroso, residió en la inclusión del gobierno nacional. Hasta entonces el jefe comunal había procurado trazar una línea divisoria entre Macri y Vidal. La acaba de borrar.

Hay que observar la manera. Arroyo circunscribió la decisión de ejecutar la obra de infraestructura más importante del Gobierno en Mar del Plata –la del gasoducto– a un reclamo suyo al entonces ministro de Energía Juan José Aranguren. Y la remodelación del aeropuerto, a una carpeta que le entregó una mañana de enero de 2017 al ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Entre eso y decir que los ministros nacionales no tenían idea de lo que había que hacer no hay ninguna diferencia. Una ofensa directa a la Casa Rosada. Tan directa como cuando insistió en que “ni la Gobernación ni la Nación regalan nada”.

Pero el intendente es una contradicción en sí mismo. Dijo todo lo que dijo contra Vidal y Macri el mismo día en que su gobierno difundió la novedad de que el gobierno nacional aportará más de $ 130 millones para mantener a raya el boleto. La propia información oficial hablaba de un “entendimiento entre la Nación y la Municipalidad con el aporte de la Provincia de Buenos Aires”. Entonces, ¿ayudan o no ayudan?

Cerca de Guillermo Montenegro creen que la distancia que Arroyo puso con Macri beneficiará al diputado del PRO. Sostienen que los macristas que tenían decidido votar al intendente lo repensarán y optarán por Montenegro. Es un pequeño estímulo para el tramo decisivo de la competencia contra Vilma Baragiola.

En el entorno de la radical también tienen motivos para cierto alborozo. Están convencidos de que el cambio de estrategia de la gobernadora y el presidente que se reflejó en el acto del club Quilmes –en el que no hubo un apoyo explícito a Montenegro sino un equilibrio entre los dos precandidatos a intendente de Juntos por el Cambio– está basado en los números de las encuestas que maneja el Gobierno. Para comprobarlo solo tienen que esperar una semana.

Es cierto que las actitudes de la Provincia y la Nación han cambiado. Hasta hace poco la radical era casi tan apartada como Arroyo de la agenda oficial. La semana pasada tuvo una recorrida compartida con Luis Etchevehere, el secretario de Agroindustria de la Nación. Justo en el momento en el que el Gobierno le obsequió al campo el gesto de volver a elevar esa cartera al rango de Ministerio, con Etchevehere al frente. Montenegro contrapuso los respaldos de la vicepresidenta Gabriela Michetti y el senador nacional Esteban Bullrich. Ni los flamantes mimos a Baragiola ni las renovadas caricias al precandidato del PRO parecen decisivos. Solo Vidal era capaz de inclinar la balanza.

El oficialismo no es el único jugador parado en la cancha. Enfrente tiene a dos rivales de temer: Fernanda Raverta y Gustavo Pulti. La candidata del Frente de Todos espera ser la más votada la semana próxima. Es una foto que podría ser crucial para el desarrollo de la campaña rumbo a las generales de octubre. Sobre todo, si en la Provincia y en la Nación hay triunfos del peronismo, como auguran casi todos los sondeos.

Del exintendente se espera una buena elección para un candidato que debió conformarse con ir con boleta corta. Es el único de los cuatro que no ha mostrado respaldos de dirigentes nacionales y provinciales. Ni de un lado ni del otro de la grieta. Para convencer a los escépticos, repite que nunca un intendente de Mar del Plata fue elegido por arrastre y avisa que para imponerse no necesita más que el corte de boleta histórico.

Lo entusiasma el antecedente de 1995. Ese año, los marplatenses votaron por la reelección de Carlos Menem, ratificaron a Eduardo Duhalde en la provincia de Buenos Aires y eligieron al radical Elio Aprile en la ciudad. Es difícil pronosticar si el corte será tan contundente como en aquella oportunidad. Pero no hay duda de que una parte de historia parece calcada: en mayo de 1995, Mar del Plata transitaba los últimos meses de la administración de Mario Russak, que encabezaba uno de los peores gobiernos municipales que se recuerden y buscó sin éxito la reelección. 

 



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