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Interés general 29 de julio de 2022

La única marplatense que vive en la Antártida cuenta su experiencia

Jimena Reyes, una cardióloga marplatense que presta servicios en una base antártica durante todo un año, relató su devenir cotidiano con temperaturas bajo cero.

La doctora Jimena Reyes en medio del paisaje antártico.

Por Natalia Prieto
[email protected]

La doctora Jimena Reyes, de 39 años, hoy es la única marplatense que está viviendo en la Antártida, específicamente en la Base Carlini, cumpliendo con su misión profesional y también con el objetivo de “hacer soberanía. El territorio antártico es reclamado por Chile y Reino Unido, por eso es importante que los argentinos vengan a vivir acá”, cuenta a LA CAPITAL a través de una llamada de WhatsApp.

Claro que esa decisión no se toma de un día para otro y conlleva mucho trabajo previo. “Yo trabajaba 96 horas semanales, en las clínicas Colón y 25 de Mayo, en el hospital Houssay, en la obra social SUMA y tenía mi consultorio, tanto en cardiología como en la primera línea de Covid. Estaba muy cansada, se presentó la oportunidad y no lo dudé”, cuenta la cardióloga graduada en la Universidad Nacional de La Plata, con una especialización realizada en el Hospital Privado de Comunidad.

Siempre me gustó la aventura -añade- y nunca había tenido una propuesta de venir a la Antártida”. La oferta le llegó a través de una amiga, hija de una enfermera militar. Después de presentar los antecedentes profesionales, la joven cardióloga debió someterse a varias “cuarentenas” e hisopados hasta emprender el viaje al territorio antártico, “libre de enfermedades infecto-contagiosas”.

Así que desde diciembre del año pasado, Jimena es una de las 29 personas -de las cuales ocho son mujeres- que habitan la base Carlini, ubicada en la península Potter de la isla 25 de Mayo, perteneciente al archipiélago de las Shetland del Sur. Allí, el sol recién se deja ver (cuando lo hace) a partir de las 10 y la temperatura promedio en esta época del año ronda los 20° bajo cero.

Jimena, quien cursó sus estudios primarios en la escuela María Auxiliadora y completó el secundario en el instituto Nuestra Señora del Camino, estaba en Europa antes de pensar en el continente blanco. “Tenía contrato -recuerda- para irme a Palma de Mallorca, a hacer rehabilitación cardiovascular, para mayo de 2020. Pero en marzo de ese año llegó la pandemia y me tuve que quedar”.

Rápida de reflejos, cambió la hoja de ruta y en diciembre del año pasado llegó a la Antártida, aunque surgieron algunos escollos personales. Su objetivo es quedarse “más allá de todo” y aunque todavía no hay fecha de regreso establecida, calcula volver “entre diciembre y marzo”.

“Yo entré en cuarentena el 29 de noviembre del año pasado -recuerda- por el tema Covid y a los días, mi papá Marcelo se cayó del techo. Eso generó un sinnúmero de complicaciones. Yo era muy unida a él y falleció porque hubo mucha desidia en la atención en el Houssay, donde había trabajado hasta hace poco. Eso me molestó mucho”.

Más allá de la tristeza por la pérdida y la distancia -su mamá Liliana, su hermana mayor Luciana y Ramiro, el más chico, viven en Mar del Plata-, Jimena explicó que “yo llegué el 16 de diciembre y él falleció el 17 de febrero de este año”.

 

Día a día

¿Cómo es la cotidianeidad en la base Carlini? La única médica allí cuenta que “el día en la base empieza temprano: a las 8.30 desayunamos y a las 9 ya tenemos la primera reunión. Solo tenemos seis horas de luz”.

“El paisaje cambia todos los días -añade-, a veces hay viento blanco y no hay luz, o tenemos visibilidad escasa. Cada uno sigue con su programa del día y trabajamos de corrido hasta las 14.30, cuando almorzamos. La tarde la tenemos libre. Yo hago cursos y capacitaciones”.

En la base se desarrolla “actividad científica y militar, en apoyo a la ciencia y la soberanía. En septiembre comienza la precampaña y vienen muchos científicos, que completan la campaña de verano y se quedan hasta marzo o abril, así que nosotros invernamos hasta septiembre”, relata.

Sobre su trabajo específico, describe que “acá no hay enfermedades infectocontagiosas, sí tenemos muchos golpes o accidentes de trabajo o caídas. No llegó el Covid, cumplimos con cuarentenas estrictas e hisopados, tuvimos mucha prevención” y asegura que solo dos veces tuvieron que pedir evacuación para un enfermo.

También existe la división de tareas para las actividades cotidianas, con la provisión de agua y la clasificación de la basura, porque “acá no se deja nada. Se manda todo al continente, porque hay que mantenerlo intacto sin contaminación”, cuenta.

Pasados siete meses y medio de estadía antártica, Jimena asegura que “este es un lugar increíble, no se asemeja a nada de lo conocido. Estoy contenta con la experiencia” y reconoce que “un poco me asusta volver por el choque con la realidad de que mi papá no esté”.

Ya desde el ámbito personal, confiesa que “más allá del clima inclemente, a mí no me gustaba el frío y ahora me encanta. Otro objetivo fue salir de mi zona de confort”.

Como en una especie de diario de viaje, la cardióloga cuenta a través de las redes sociales (@jimemreyes y @antartic_jime en Instagram) su actividad en el continente blanco y también para que se entere su familia.

De cara al futuro, todavía no definió qué hará al regresar, pero las opciones son múltiples. “No me quedo quieta nunca”, describe y se escucha su risa a través de la línea.