Larisa Cumin presenta su novela “El magún”
Será este sábado. LA CAPITAL publica cinco fragmentos de esta historia, que editó el sello Rosa Iceberg.
Foto de la tapa de "El magún".
Por Larisa Cumin (*)
Me contaste las historias que tu abuela te contaba enredando las lenguas pobres que sabía decir, pero no leer. El Juanín, el perro blanco, el Lu. Pensás en tu abuela. En el miedo que le daba ir a tender en la noche porque se le aparecían cosas desde el fondo. Me contaste el sueño que tuviste poco después que ella murió. Estaba tranquila, sentada en el sillón hamaca de la galería, y se reía. Hablaba y decía que el Juanugo, porque a Juan Hugo siempre lo llamaron así, estaba bien. Entonces creías un poco esas historias de aparecidos y debe ser ahí, cuando ella se fue, que te llenaste de miedos.
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Asusta el mundo, es enorme. Pero el mundo es uno, ustedes eran dos. ¿Cómo compartieron tanto tiempo la misma cama? ¿Se pateaban a veces? ¿Qué pasó cuando crecieron? ¿Dormían una con la cabeza a cada extremo? ¿Invertidas como vienen en las cajas los zapatos? ¿No se destapaban? Será por eso que les costó despegarse, gemelas, como la abuela y su hermana, pero de cama. De vida y marginalidad en ese pueblo. Gemelas también de salida, de las ganas de irse, las ganas de desaparecer. Lindas y pobres. La cara lisa, el pelo prolijo, pero las manos siempre curtidas de frío y jabón de pan. Volver a esa piecita te perturbaba, pero ahora no podemos ni volver. Angosta, pintada todavía de verde y con ese foco de 25 watts que daba más sombra que otra cosa.
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Cuando realizaron las primeras instalaciones de telefonía móvil para cubrir la zona, tu viejo se pasó días sin ir al desarmadero. Total, si alguien lo requería lo mandaban a llamar, sabían que estaba ahí a unas cuadras en la puerta de su casa, mirando para arriba. Vigilando cómo los operarios trabajaban en la canchita de enfrente, cómo en esa cuadra, antes baldía, crecía entonces una antena. Calculaba la altura, preguntaba cosas para que después los conocidos le consultaran a él. Todos les tenían miedo a las ondas, decían que eran cancerígenas, que emitían un zumbido que no los iba a dejar dormir. El cáncer en el pueblo estaba desde hacía rato, por el arsénico del agua y los tractores mosquito. Pero la antena de CTI era cosa de otro planeta. A tu viejo nada de eso le preocupaba tanto como la idea de que un viento soplara fuerte y se la tirara encima del techo de la pieza o, mucho peor, del garaje.
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La difunta Correa siempre te pareció hermosa, ese vestido, su pelo negro, su desparramo. Muerta, pero manando vida, casi como dormir. Que la tenías en un cuadrito rectangular, regalo de tu abuela que se enchufaba y daba luz, una luz que te calmaba, como la de ese sol cayéndole a la difunta sobre el seno. Señalándola, señalando a su hijito aún con vida, ese bebé que no se dio cuenta de la orfandad, como tampoco se dio cuenta la leche y siguió brotando. Ni ella de salir con agua. No se dio cuenta, salió. El agua llega tarde de a montones al desierto sanjuanino, se acumula en montañas de botellas que sus fieles le ofrendan. Llega y refracta el sol en la ruta, lo divide en pedazos, la hace brillar. No se te hace el paisaje de ese valle tan diferente al de tu pueblo. Los espinillos, las tunas, el calor y la tierra quemando en épocas de sequía. No se te hacía tan diferente esa tierra abierta y plana, tanto encierro. Sentías pena, y también serenidad, al prender la lucecita e imaginar esa historia, tratar de entenderla. Saber que por las crías, y el amor: todo.
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Me agarró un magún, me decís en esa lengua atravesada por el piamontés, y la boca se te tensa para evitar la mueca chueca que habla por vos cuando no querés hablar. Los recuerdos se te vuelven ácidos, pulposos, como las mandarinas criollas del patio de atrás de la casa de tus viejos. Llenas de semillas. Nunca perdieron del todo su verdor, y nunca pudimos dejar de comerlas.
(*) Autora de la novela “El magún”, editada por el sello Rosa Iceberg. El libro se presentará este sábado a las 19 en Oulibloom (Roca 1238). La autora compartirá el lanzamiento junto a Fabián O. Iriarte y habrá intervenciones de Paula Lola.
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