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Laura G. Miranda reflexiona sobre el deseo, las verdades y “el después del amor”

"Siento instalado, en muchas personas, un prejuicio y un trato desigual respecto de las mujeres que no desean tener hijos", indicó la autora sobre la temática de su última novela "Las otras verdades". Fue la motivación principal para presentar una historia coral, con diferentes puntos de vista que prueban que no hay “super verdades”.

Cultura 27 de septiembre de 2021

Por Claudia Roldós

El deseo, la maternidad, las diferentes verdades frente a un mismo tema y el amor después del amor, son ejes de “Las otras verdades”, la última novela de la escritora marplatense Laura G. Miranda.

En una historia coral -protagonizada por mujeres y hombres que se debaten entre su deseo, su verdad y la de quienes aman- pone en jaque un tema atravesado por los mandatos, como la decisión de no ser madre.

“Siento instalado, en muchas personas, un prejuicio y un trato desigual respecto de las mujeres que no desean tener hijos”, definió en una charla con LA CAPITAL la autora sobre este libro publicado por Vera, el sello para las novelas románticas de VR Editoras.

En esta obra, la escritora pone a Isabella López-Rivera ante un dilema profundo: ¿Hasta dónde es capaz de llegar por su convicción de no ser madre? o ¿Es capaz de renunciar al amor de Matías para ser fiel a sí misma y respetar el deseo de él de ser padre? Pero también complementa la visión, la situación de Isabella con la de otras mujeres y hombres que se enfrentan a posturas y realidades diferentes en torno a estos temas: La estructurada Emilia, que descubre que su esposo ya no la ama y que está embarazada casi al mismo tiempo; María Paz, que ama a su hija -y al padre, pero no cree que él cumpla sus promesas- y la independiente Corina, quien vive el aquí y ahora sin pensar en mañana para no sufrir y a quien el amor le dará una inesperada segunda oportunidad.

“Hay una vida mientras se ama y hay desacuerdos. En esta novela la

voz habla sobre deconstruir el amor”. 

“Era necesario, en mi opinión, visibilizar el tema, poner en evidencia ese mandato silencioso que opera, para muchos, como una única verdad, como si ser madre fuera una instancia obligatoria para conformar una familia. Si una mujer dice que está embarazada, todos la felicitan, pero si otra dice que nunca tendrá hijos, se la juzga y como mínimo se le dice directamente: ‘Eso decís ahora’ o ‘Te sentirás incompleta’. No me parece justo, ambas decisiones son legítimas. Cada mujer tiene ese derecho a elegir su verdad, y ninguna tiene más o mejor valor que la otra. No hay ‘super verdades’, con más jerarquía que otras, hay tantas verdades como personas dispuestas a descubrirlas y sostenerlas”, sostuvo Miranda.

-Si hay un tema que tiene muchas verdades es la maternidad. ¿Qué te llevó a plantear esta temática en esta ficción?

-La maternidad es un concepto tan amplio y paradójico, que hay mujeres que “maternan” sin haber tenido nunca hijos y otras, que habiendo parido jamás han “maternado”, partiendo de esos extremos, la cuestión es un debate en sí mismo. En tiempos en los que nuevos paradigmas nos enfrentan a considerar diferentes perspectivas sobre todo lo que analizamos y en los que, afortunadamente, “elegir” es un derecho inherente a cada ser humano, sentí que había que darles voz a quienes desde jóvenes sostienen esa verdad y a los que, no tan jóvenes, han vivido cuestionados por tomar esa decisión. La novela está contada desde mi protagonista, mujer, pero también alcanza a los hombres que piensan en igual sentido. Ser madre o padre no es un tema de género, sino de deseo de serlo.
Una conversación con mi hija de 23 años fue la señal para trabajar el tema.

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-Profundizás una de las cuestiones que derivan de los mandatos, tema que abordaste en Volver a mí y otras novelas…

-Sí, en “Volver a mí” hice planteos sobre los mandatos, al igual que en “Más allá del mar” y ahora, en “Las otras verdades”, desde diferentes miradas, soy muy rebelde respecto a ellos. No creo que los mandatos sean malos en sí mismos, sino silenciosos y corrosivos, eso es peligroso. Lo realmente perjudicial es que atrapen personas sin que se den cuenta. Es decir, si se elige lo que otras generaciones han hecho repetidas veces, está perfecto, pero si al momento de decidir, no hay otras opciones que considerar porque eso sería atreverse a lo distinto y tener que enfrentar a la familia y/o la sociedad, entonces, definitivamente, no es por ahí. Hay que derribarlos. Mis novelas los visibilizan en un marco de respeto, con la intención de que cada lector llegue a sus propias conclusiones.

-¿Creés que sigue habiendo prejuicios, que se juzga a quienes deciden no maternar?

-Sí. Lo afirmo porque me consta. Mi propósito es que cada vez sean menos esos prejuicios hasta que desaparezcan. No ha sido mi caso, tengo dos hijos y volvería a tenerlos, pero veo a diario cómo mujeres y hombres de mi edad (casi 53) les hablan a sus hijas e hijos sobre lo que harán cuando sean abuelos, sin considerar que, tal vez, esos hijos tengan otros planes y se sientan incómodos o presionados.

-Más allá de las historias, dos recursos definen la novela: las columnas de Isabella y los capítulos breves, reflexivos, que intercalás. ¿Cómo trabajaste la estructura?

-Esa estructura es lo que más me gustó hacer y considero es lo más significativo de la historia porque la da un sentido “universal” a las problemáticas abordadas. Sin mencionar personajes, pero refiriéndome a todos ellos, los capítulos breves titulados “¿Por qué irse?”, “El día previo”, “El día después”, “En movimiento” y “El arte del tiempo”, son un desafío directo a quien me lea, una provocación a pensar qué lugar ocupa en su vida, qué hace frente a la adversidad, si ha tomado conciencia de que no somos dueños del tiempo.

En cuanto a las columnas de Isabella, son muy mías. Laura es Isabella en cada uno de los temas que interpelan a pensar. De hecho, me encantaría publicar columnas así, en algún diario o revista, es un personaje que no puedo dejar ir del todo, porque cuando hago que ella escriba, soy yo quien siente que tiene algo para decir y lo dice. Las columnas comunican en 400 palabras promedio, otras verdades, sobre las que hay que detenerse y, a veces, la vida y su inmediatez, no nos dejan.

-¿Hay una deconstrucción en las historias de lo que significa, del alcance del amor? ¿Fue tu objetivo?

-Sí. Quería plantear el “después” en las relaciones. ¿Qué pasa “después” que dos personas deciden estar juntas?
Hay una vida mientras se ama y hay desacuerdos. En esta novela la voz habla sobre deconstruir el amor, si es que es posible, para continuar juntos o no hacerlo. Casi nadie se conoce aquí, sino que son historias de amor del “después”.

-En el caso de Isabella y Matías, el amor no es conflicto, pero si sus deseos contrapuestos. ¿La distancia, es buena administradora de los conflictos?

-La distancia es un modo de poder observar desde otra perspectiva con la idea de descubrir algo diferente en aquello que, aunque miremos sin descanso, no cambia. Es decir, poner distancia respecto de una persona, un problema, una cosa impone “alejarse” y con ello, cambia lo que vemos, aunque miremos lo mismo. En esa inteligencia, si bien el conflicto viaja a nuestro lado, interactuar con otras personas, amar, extrañar, convivir con la incertidumbre puede dejar a la vista hechos inesperados que generen reacciones y tal vez, conlleven la solución deseada. Es por eso que interpongo distancia entre mis protagonistas en el momento más tenso del conflicto. Además, como autora yo necesitaba alejarlos para ver con claridad. Fue el final que más me costó escribir.

A tu pregunta, en mi opinión, sí y no. Sí, la distancia es buena administradora de conflictos cuando el amor es recíproco. No, cuando el sentimiento no es el mismo para las dos personas.

-En el caso de María Paz, no es casual que vincules su situación a Sudáfrica, su cultura, su espiritualidad y su forma de concebir la vida y el tiempo. ¿Cómo pensaste esa parte de la historia?

-La pensé desde dos lugares, el deseo de ser madre de un hijo del hombre amado, a pesar de toda la adversidad que era posible prever, ya que María Paz y su pareja, conciben a su hija desde el deseo, en Africa, pero ella la cría sola en Argentina, lo cual es algo diferente y más complejo. Quería visibilizar como es la vida de un afrodescendiente en otro país y como es la concepción del tiempo y el modo de vivir en Africa.

-A Emilia la ponés en una situación límite, le descorrés el velo y lo que para ella era la vida perfecta, la familia perfecta, no lo era. En medio de esa crisis ¿Aprende la diferencia entre su deseo y su contexto?

-Sí. Era la idea. Deseo y contexto son dos cosas muy diferentes. Puestos en evidencia ambos escenarios, creo que lo que se desea no se traiciona y el contexto no debería influenciar en nuestras decisiones. Por otro lado, Emilia me permitió visibilizar algo en lo que creo, y es que la perfección o completa felicidad no existen. Nos habita la alegría y también el dolor, al mismo tiempo. En momentos de felicidad, la preocupación no se pausa, está ahí callada y en tiempos de mucha angustia, hay espacio para motivos de dosis de alegría, que nos abrazan.

-¿Cómo te nutriste para construir la psicología del personaje de Corina, con su “intensidad emocional alta”?

-Yo pienso como Corina en cuanto a vivir “Aquí y ahora”. Estoy convencida de que la vida hace lo quiere, sin pedir permiso, y que todo lo que tenemos es hoy. Hay que vivir en plenitud y disfrutar todo lo que se pueda porque a veces, después, es nunca. Entonces, sobre mis propias verdades, creé un marco de ficción devastador en el que ella pierde todo en un accidente, y comienza a deconstruir su propia verdad.

-Pienso en Paul, Adrián, Donato, Amanda, Maricruz, Verónica. ¿Creés que la vida nos pone “ángeles” en el camino?

-Sí. Sin duda, a veces, la vida tiene otros planes y hay que dejarlos ser. Las personas aparecen en nuestro camino, como señales. La vida no te hace sufrir con esa intención, sino para aprender algo. El Universo, Dios o quien sea que esté a cargo, cuando vos creés, no te suelta. Solo la muerte es irreversible para quienes no creen en nada más. Yo siento que nada empieza con la vida ni termina con la muerte. Por eso, creo que hay ángeles humanos que nos rescatan, incluso de nosotros mismos, y ángeles que, desde la eternidad, nos cuidan. Podemos sentir su energía aunque no los alcance nuestra mirada.

“Las metáforas y los símbolos son la esencia de mi estilo”

“Creadora del romanticismo simbólico”. Así definió la escritora colombiana Ángela Becerra al estilo de Laura G. Miranda, en la presentación oficial de la novela “Las otras verdades”.

La premiada autora fue la encargada de entrevistar a Miranda en el lanzamiento de esta obra y en ese contexto sostuvo que “la forma en que narra las emociones siempre tiene un trasfondo de buscar en los símbolos, de hacer que floten los sentimientos. Forma metáforas que hacen que el lector quede absolutamente enganchado a lo que está diciendo”.

“Las metáforas y los recursos simbólicos son la esencia de mi estilo. Esa paridad entre lo que es y lo que quiero comunicar, son mi modo de expresión. ‘Las otras verdades’ es, para mí, el sol, porque es un libro que aclara, escampa, derrama claridad en lugares donde había sombras”, definió Miranda en la charla con LA CAPITAL.

-Uno de los símbolos que utilizás en la novelas son las Mamushkas. ¿Cuántas mujeres hay dentro de una mujer, cuál somos?

-Creo que nos habitan infinitas mujeres. Siempre somos una nueva mujer por descubrir, depende de nuestra evolución, nuestras ganas, y las señales que sepamos ver. Las Mamushkas pueden atrapar, sí, claro, pueden ser una prisión sin cadenas, pero, también, pueden ser la liberación absoluta del ser, cuando en un todo de acuerdo, actúan en su propio favor, abanderadas de sus convicciones, respetando al otro y sin juzgar a nadie.

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